Relicario del siglo XIV en exhibición en el Metropolitan Museum New York.
Del miércoles 14 al viernes 16 de diciembre, de 5:00 a 8:00 p.m., en la Casa de la Literatura Peruana (Jr. Áncash 207, Centro Histórico de Lima), se realizará el taller Pedagogías poéticas: relicarios digitales, a cargo del investigador Javier Suárez. La participación es gratuita previa postulación.
Este taller busca articular dos fenómenos históricos a través de la producción poética: el relicario y su peregrinación. ¿Cómo activar y/o detonar la potencia de estos fenómenos en nuestra realidad, aquí y ahora? En este sentido, la pedagogía poética que articulará esta experiencia será la de movilidad. Durante la irrupción, se reflexionará en torno a las siguientes preguntas: ¿cuál era la función/utilidad de los relicarios? ¿Cómo se movían? ¿Cómo se relacionan relicario y poesía? ¿Puede un poema peregrinar? ¿Cómo sería una peregrinación contemporánea? Se reflexionará con todos nuestros cuerpos sobre la materialidad del texto poético, su portabilidad y la necesidad (¿urgencia?) de su ¿difusión, distribución, viralización, peregrinación? El taller culminará con un proyecto pedagógico colectivo. Se trabajarán con diversos textos de la tradición italiana y latinoamericana.
Esta actividad está dirigida a todo el público interesado que para postular deberá completar el siguiente formulario virtual, siendo el plazo máximo para hacerlo el viernes 9 de diciembre al mediodía. La lista de personas seleccionadas se publicará en la web de la Casa de la Literatura el lunes 12 de diciembre. Hay en total 15 vacantes.
SOBRE EL TALLERISTA Javier Suárez Trejo. Ha estudiado Literatura en la Pontificia Universidad Católica del Perú y Filosofía en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Magister en Artes Liberales de la Universidad de Harvard. Actualmente es doctorando de Literatura Italiana y Española en la misma universidad. Ha publicado tres libros experimentales: 20+1: NOSSUM (Hipocampo Editores, 2013), 10+1: (SIN) VENTANAS (Hipocampo Editores 2014), e (IN)FIRMITAS 5+1 (Paracaídas Editores 2015). Es miembro del Colectivo Interdisciplinario TXT. Interesado en temas de educación, gestión cultural, humanidades digitales y estudios “de-generados”.
Poemas y antipoemas fue el libro con el que despegó la carrera literaria de Nicanor Parra. (Foto: Bereniz Tello)
La Biblioteca Mario Vargas Llosa de la Casa de la Literatura Peruana (Jr. Áncash 207, Centro Histórico de Lima) destaca como publicación de la semana a Poemas y antipoemas del escritor chileno Nicanor Parra.
Por Manuel Barrós Alcántara, Biblioteca Mario Vargas Llosa
Nicanor Parra (San Fabián de Alico, 1914) es uno de los grandes poetas chilenos del S. XX. Reconocido nacional como internacionalmente, ha recibido los más diversos premios de la lengua española, incluyendo el Premio Cervantes en el 2011. Ha sido traducido a muchos idiomas y cuenta con una innumerable cantidad de ediciones. Apreciado como poeta por unos, reducido a la figura de simple cómico exagerado, por otros, Parra cuenta con aficionados y detractores de todo tipo. A lo largo de los años ha sido tan querido como incómodo, aplaudido y pifiado. Sea cual fuera su preferencia, si Ud. se filia o no a lo más subyacente de sus escritos, lo cierto es que Nicanor es una figura viva y un creador incansable de la poesía chilena. De una familia de importantes artistas, el hermano de la Violeta, el profesor de matemáticas, el antipoeta, escribidor de cuecas de ciento dos años es algo huraño, esquivo, huidizo a las cámaras. A él ―como a su poesía― hay que saberlo tratar.
Poemas y antipoemas (1954) fue el libro con el que despegó su carrera literaria. Este fue el primer gran hito y puerta de entrada a lo que sería su propia bandera identitaria: la antipoesía. Dividido en tres partes, el libro nos muestra los tránsitos estéticos que Parra experimentaba en su propia escritura. Con un relato biográfico de los diecisiete años que lo distancian de su primer libro publicado, su paso por Oxford, su descubrimiento de Shakespeare, Parra empieza a encontrar su voz parlante con la que interpelará al remilgado tono imperante de la poesía hispanoparlante. El propio autor ha calificado las tres secciones de su libro como “neorromántica y postmodernista”, “expresionistas” y de “antipoemas”, respectivamente. Algunos nuevos, otros ya publicados en revista, la obra contiene ciertos desniveles, pasajes algo efectistas, si se la mira de modo orgánico. Pero más allá de ese detalle, lo importante reside en su entonces novedosa propuesta, su visión de “antipoeta”.
La antipoesía fue la propuesta naciente y constante con la que Parra se posicionó como lector y poeta en formación hacia 1954. Con ella se enfrentó a los estilos imperantes en Chile, representados por Huidobro, Neruda, de Rokha. Más aún, decir antipoesía era decir anti-Neruda, anti-Vallejo, anti-Mistral, pero no en aras de una pataleta estética por negarlos como grandes autores, sino como una manera muy personal y sugerente de incorporarlos en sus escritos. Los reconocía como grandes poetas, los estudiaba y leía como tales, pero no se quedaba en la contemplación estupefacta de todo neófito o aprendiz de escritor. Parra decidió explorar su capacidad y aventurarse a crear una propuesta cada vez más propia, irremediablemente identificable con él. De ahí que el término “antipoesía” no deba entender como una consigna autoimpuesta por el propio autor, sino un paulatino descubrimiento por el cual transitó y cuyo devenir principal encontró en 1954 su realización primera.
La antipoesía es un contradiscurso lírico. Rupturista, de tono mordaz, hipertextual en su marcada apetencia colectiva. La suma de todos sus recursos la vuelven una propuesta combatiente desde el lenguaje. Tiene al horizonte del habla cotidiana como uno de sus ingredientes principales. En todos los poemas encontramos un Parra individuo que se reafirma constantemente en su vocación colectiva, en la voz aglutinante de la oralidad, llevando a un poema todas las que le sean posibles. A partir de este recurso, Nicanor despliega el hecho poético a partir de su valor más unitivo: rescatar y resignificar el habla del pueblo chileno. Frases populares, refranes, regionalismos, juegos ―y, en especial, dicciones― infantiles, palabrotas, canciones son algunos de los aspectos verbales que dan a su poesía una claridad expositiva cuyo centro reside en los aspectos más dialogantes de lo coloquial. Así, el autor le recuerda al lector que la poesía también reside en la cotidianeidad. Parra dispone al lector frente a su propia oralidad, mostrándole otras posibilidades de uso, registro y aprendizaje. Más que la democratización de una forma hablada de cultura, en el libro transcurre una nueva manera de dialogar con los grados de alcance del habla popular y capacidad de interpelación el canon literario de su tiempo. Parra utiliza la oralidad como disyunción de lo poético.
El segundo recurso es el humor. Y qué mejor manera de cuestionar una concepción de lo canónico que confrontarla desde uno de sus cimientos. Lo identifica y lo reconoce como tal; luego lo dosifica, orientándolo en sus asertos más primarios hacia la parodia, la ocurrencia, el decidido exabrupto. Los juegos y giros verbales de esta propuesta encuentran en ellos su devenir primero. Sea lacónico en su fraseo entrecortado o distendido en largos versos, el oscilante yo poético del libro yace complacido, contando y entrecruzando lo jactancioso y lo grotesco. Sin la sutileza de la ironía ni la consideración del remordimiento, Parra accidenta, línea a línea, al lector en sus propios vocablos. Así, Parra encuentra en la risa, el cariz de lo certero. Parra ridiculiza casi todo lo que narra para no caer él mismo en la ridiculez sentimental de la grandilocuencia, en las exaltadas formas con las que los poetas escriben sobre ciertos hechos con manierismos exagerados.
Esas mismas estrategias que se aprecian a nivel global, en el sentido conjunto de la obra, también se encuentran en sus más mínimos detalles. Detengámonos, por ejemplo, en los usos y estrategias de la consciente disparidad entre forma y contenido. La silva, forma literaria de uso para temas sofisticados y grandilocuentes, es empleada por Parra a modo de burla. Con ella se ridiculiza a sí mismo como enunciante e interlocutor de su propia condición. Lo mismo podríamos señalar en alguna canción octosilábica o en sus pasos por el endecasílabo y ciertas presencias, que en él se abrevan, de la moderna poesía inglesa. Otro ejemplo. En el poema “Epitafio”, el autor no se muestra apocado por la finitud de la vida. Todo lo contrario: hace una enumeración, un sugerente inventario de los determinantes que marcaron sus oficios y espacios de vida. La propia existencia reducida a la enumeración de todos sus desdichas y desencuentros. Frente a la muerte, nada de llanto.
La publicación de Poemas y antipoemas le trajo un creciente éxito a su autor. Desde la segunda mitad de la década de 1950, Parra encontró un recibimiento latente a nivel internacional. Ya hace años la crítica ha señalado que su principal influencia en la poesía latinoamericana no ha sido una innovación estilística, sino “una actitud frente al lenguaje”. Por eso, Poemas y antipoemas es un documento de uno de los hitos y/o tránsitos textuales que ha experimentado la poesía chilena y latinoamericana. Palpitando entre Oxford y Santiago, entre Puerto Montt y Chiloé, el libro fue creado en el silencio poético de diecisiete años. Y desde entonces han pasado poco más de sesenta y dos. Desde el balneario de Las Cruces, a ciento dos años de vida ―mas no de distancia―, la voz de Nicanor resuena. Este es “el hombre imaginario”, muy real en su propio paisaje, en su dolor y placer centenario.
Epitafio
De estatura mediana, Con una voz ni delgada ni gruesa, Hijo mayor de profesor primario Y de una modista de trastienda; Flaco de nacimiento Aunque devoto de la buena mesa; De mejillas escuálidas Y de más bien abundantes orejas; Con un rostro cuadrado En que los ojos se abren apenas Y una nariz de boxeador mulato Baja a la boca de ídolo azteca —Todo esto bañado Por una luz entre irónica y pérfida— Ni muy listo ni tonto de remate Fui lo que fui: una mezcla De vinagre y aceite de comer ¡Un embutido de ángel y bestia!
El sábado 10 de diciembre, de 10:00 a.m. a 1:00 p.m., se realizará el último recorrido del año del Mapa Literario de Lima, como parte de las actividades de la exposición La página blanca entre el signo y el latido. La edición del libro literario (1920-1970). El ingreso es libre y el punto de encuentro será la Casa de la Literatura Peruana (Jr. Áncash 207, Centro Histórico de Lima).
La odisea del libro: leer la ciudad a través de sus imprentas, editoriales y librerías, es el título de este ciclo de recorridos (que se ha realizado ya los sábados 2 y 26 de noviembre, así como el 3 de diciembre), en el que se busca las huellas de imprentas, editoriales y librerías en el Centro de Lima, desde sus orígenes hasta el siglo XX. Desde la imprenta de Antonio Ricardo en la calle Mantas, la primera imprenta de Sudamérica, pasando por la Imprenta Editorial Minerva de Julio César y José Carlos Mariátegui, que marcó el inicio del siglo XX y por la Librería de Juan Mejía Baca, que motorizó la mitad del siglo XX.
Desde su invención el libro ha cambiado, tanto en su elaboración (del libro impreso al libro digital) como en su circulación (de manos de un librero o por la tienda virtual). A pesar de los cambios el libro continúa siendo un potente objeto cultural, artístico y político.
El recorrido será dirigido por el equipo de orientadores de la Casa de la Literatura Peruana.
Nota:
La capacidad máxima para el recorrido es de 20 personas, en estricto orden de llegada.
Recomendaciones:
Llevar ropa cómoda, así como agua y alimentos, para de este modo evitar detenerse durante el recorrido. Utilizar bloqueador, lentes de sol o sombrero.
Compartimos a continuación la lista de personas seleccionadas para el seminario-taller Semillero de libros álbum que dictará el investigador venezolano Fanuel Hanán Díaz. La actividad se realizará del lunes 28 de noviembre al viernes 2 de diciembre, en la Casa de la Literatura Peruana (Jr. Áncash 207, Centro Histórico de Lima).
Nota:
-El taller se realizará de 4:00 a 7:00 p.m., excepto el viernes 2 de diciembre, que será de 3:00 a 6:00 p.m.
-Los seleccionados deberán confirmar su participación hasta el martes 22 de noviembre, a las 5:00 p.m., través del correo charlasyconferenciascaslit@gmail.com
Compartimos a continuación la relación de personas que participarán en el taller Para hacer historietas, a cargo del historietista Juan Acevedo, el cual se realizará del martes 22 al viernes 25 de noviembre, de 5:00 a 7:00 p.m., en la Casa de la Literatura Peruana (Jr. Áncash 207, Centro Histórico de Lima).
Imagen de la exposición dedicada a la edición de libros. (Foto: Bereniz Tello)
En torno a nuestra exposición La página blanca entre el signo y el latido se realizará, en la Casa de la Literatura Peruana (Jr. Áncash 207, Centro Histórico de Lima), un nuevo ciclo de conversatorios sobre el proceso de edición de libro y sobre las librerías como espacio de encuentro. Las charlas estarán a cargo de reconocidos invitados y se realizarán los días martes 22 y 29 de noviembre. Ingreso libre.
El martes 22 de noviembre, a las 7:30 p.m., se realizará la charla Pasos para publicar un libro, en la que participará Juan Pablo Mejía, director editorial del sello independiente Paracaídas Editores, con diez años de actividad en el país. La mesa, en la que participará Diana Amaya, investigadora de la Casa de la Literatura, reflexionará acerca de la edición literaria, haciendo énfasis en la experiencia de nuestro invitado como editor de poesía. De este modo, el evento busca orientar a las personas que desean publicar textos poéticos y quieren conocer las etapas, procesos, retos, que implica el proceso editorial de este género.
De otro lado, el martes 29 de noviembre, a las 7:30 p.m., se realizará el conversatorio Las librerías como espacios de encuentro, en la que participarán Ana Bustinduy, de La Libre, y Carlos Carnero, de Librería Inestable. A partir de las propuestas, catálogos y actividades de dos librerías independientes, la mesa comentará el rol de estos espacios como lugares de encuentro y promoción de la lectura, donde los lectores acceden, comentan, descubren libros, lecturas.
LA EDICIÓN LITERARIA
(Foto: Bereniz Tello)
La exposición La página blanca entre el signo y el latido. La edición del libro literario (1920-1970), que estará abierta al público hasta diciembre de 2016, muestra el proceso de producción del libro y las editoriales más importantes del siglo XX a través de diversos objetos y fuentes: libros, afiches, cartas, artículos periodísticos, fotografías, dedicatorias, entrevistas, imprentas, materiales de impresión e instalaciones artísticas.
La muestra presenta el mundo del libro como una constelación dinámica, donde las editoriales e imprentas trabajan conjuntamente para promover la lectura. De este modo, recorre el trabajo de distintas editoriales: Minerva, de Julio César y José Carlos Mariátegui; la Librería Editorial Juan Mejía Baca; La Rama Floridadel poeta Javier Sologuren; Industrial Gráfica de Francisco Campodónico, Patronato del Libro Peruano y Populibros Peruanos de Manuel Scorza, entre otros.
Horario de visitas: martes a domingo, de 10:00 a.m. a 7:00 p.m. Ingreso libre.
Para visitas escolares es necesario realizar previamente una reserva a través de la sección Visitas guiadas para escuelas.
Robin Williams en una de sus más recordadas interpretaciones.
El domingo 4 de diciembre, a las 3:00 p.m., en la Sala de Proyecciones de la Casa de la Literatura Peruana (Jr. Áncash 207, Centro Histórico de Lima), se presentará la película La sociedad de los poetas muertos, dirigida por Peter Weir y con la actuación protagónica de Robin Williams. El ingreso es libre.
La cinta es la adaptación cinematográfica del libro del mismo nombre escrito por Nancy H. Kleinbaum. El argumento está basado en el encuentro de un profesor de literaturacon un grupo de estudiantes durante 1959, en la Welton Academy (Vermont), institución tradicional y prestigiosa. Valiéndose de la poesía, el profesor inspira un cambio en el transcurso vital de la historia de la vida de sus alumnos. El amor a la poesía y a los libros está presente en la película.
Luego de la proyección se realizará la presentación del Blog del ciclo Cine y Bibliotecas a cargo de representantes de la Red de Cendoc de Museos y Centros Culturales, Liliana Polo (Biblioteca Mario Vargas Llosa de la Casa de la Literatura Peruana), Cecilia Ferrer Mariátegui (Biblioteca Nacional del Perú-DEBAE) y la investigadora literaria Pamela Medina. El blog recopila las experiencias del ciclo de cine, foros realizados y comentarios de las películas proyectadas desde el 2014 en diversas bibliotecas que conforman la Red de Cendoc, así como la propuesta de un catálogo de películas y cortometrajes que tienen como escenarios a las bibliotecas y otros ejes como los lectores, los libros, la lectura y la información.
Nota: la película ha sido reprogramada debido a que la función programada para el domingo 20 de noviembre tuvo que ser cancelada por el cierre de la Plaza Mayor de Lima.
El miércoles 23 de noviembre, a las 7:00 p.m., en el auditorio de la Casa de la Literatura Peruana (Jr. Áncash 207, Centro Histórico de Lima), se realizará una mesa redonda en homenaje al novelista José Antonio Bravo (Tarma, 1937 – Lima, 2016), quien falleció el pasado 8 de septiembre. En el evento participarán los escritores Manuel Velázquez Rojas, Guillermo Niño de Guzmán y Jorge Valenzuela Garcés. El ingreso es libre.
Doctor en Literatura y catedrático principal de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, José Antonio Bravo compartió la dirección del mítico Taller de Narración en la Facultad de Letras de dicha casa de estudios con Antonio Gálvez Ronceros y el desaparecido escritor Luis Fernando Vidal. Fue profesor visitante en universidades de España, Estados Unidos, Reino Unido, México y Escocia. En Lima enseñó también en la Pontificia Universidad Católica, en la Universidad Femenina Sagrado Corazón y en la Universidad Nacional de Educación Enrique Guzmán y Valle, La Cantuta, en donde obtuvo su primer grado académico.
Con su libro Barrio de broncas (1971) obtuvo el Premio Nacional de Novela 1973. Otras novelas suyas han sido Un hotel para el otoño (1977) y A la hora del tiempo (Barcelona, 1978). Bravo había publicado su último trabajo destacado en 1996: La quimera y el éxtasis (Lima, 1996) que alcanzó a ser finalista del Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos.
El documental “Las lecturas” se estrenó en diciembre de 2015.
El documental “Las lecturas”, producido por la Casa de la Literatura Peruana, ha sido seleccionado para la competencia internacional del Festival Internacional de cine Pachamama-Cinema de Fronteira, en el Acre, Brasil. El evento se realizará del 19 al 26 de noviembre próximos.
El largometraje reúne la historia de 12 personas que comparten sus testimonios de amor por los libros. Entre abril y mayo del 2015, la Casa de la Literatura realizó una convocatoria en la que participaron 36 personas para dar su testimonio como lectores. Durante tres días, los lectores contaron sus experiencias de vida y hablaron sobre su relación personal con el libro y la literatura. Finalmente, se eligió 12 testimonios para construir el documental.
“Esta es una película que parte de una idea: que los que vivimos en Lima amamos leer. Muchas veces es un amor secreto. Gracias a los lectores y lectoras y a todos los que hicieron posible esta película”, señaló Lorena Best Urday, directora de Las lecturas.
Ficha técnica
Título: Las lecturas
Año: 2015
Duración: 70 min.
Directora: Lorena Best Urday
Fotografía y montaje: Robinson Díaz Sifuentes
Sonido: Johuseline Porcel
Colorización: Jorge Ruesta
Producción: Casa de la Literatura Peruana
Ángel Esteban, más allá de la relación de estos dos escritores con las bibliotecas, nos sugiere la vitalidad de los libros. (Foto: Bereniz Tello)
El flaco julio y el escribidor, del español Ángel Esteban es el libro que destaca esta semana la Biblioteca Mario Vargas Llosa de la Casa de la Literatura Peruana (Jr. Áncash 207, Centro Histórico de Lima).
Por Manuel Barrós Alcántara, Biblioteca Mario Vargas Llosa
Con motivo del “Día del bibliotecario”, la biblioteca Mario Vargas Llosa ha decidido reseñar un pasaje de El flaco julio y el escribidor. Julio Ramón Ribeyro y Mario Vargas Llosa cara a cara de Ángel Esteban, cuya edición peruana ha sido auspiciada por la Casa de la Literatura. Elegimos el tercer capítulo, “Libros que nos hacen libres”, que nos muestra la relación de ambos escritores con las bibliotecas.
Julio Ramón Ribeyro y Mario Vargas Llosa son los dos grandes referentes de la narrativa peruana contemporánea: fragmentario y fundamentalmente cuentista, uno; de novelas totales y aguerrido intelectual público, el otro. A lo largo de la segunda mitad del S. XX las letras latinoamericanas encontraron en estos dos escritores un naciente y paulatino muestrario de lo que, a escala universal, se hacía desde el Perú. Sobre Mario y Julio se ha escrito —y se seguirá escribiendo— mucho. Una extensa lista de tesis, ensayos, entrevistas, congresos y aniversarios literarios los han canonizado como los grandes narradores que son. Uno de los estudiosos de ambos escritores es Ángel Esteban. Con una semblanza a dos caras, Esteban reconstruye los principales hitos de sus trayectorias artísticas. A modo de biografía comparada, el autor nos muestra a distintos niveles los encuentros y desencuentros entre ambos escritores. Entre otros temas, el autor compara sus posiciones políticas, las incidencias y recursos narrativos, las evoluciones literarias, los temas que abordaron y los distintos grados de reconocimiento que los acompañaron a lo largo de tantos años de creación.
Pero sus afinidades y diferencias en torno a la literatura también se expresaron en algo tan personal como la relación con los libros, las bibliotecas y las distintas maneras que cada uno de ellos ha tenido de concebir el oficio de escritor y su relación con la lectura. Esta ha sido una de las dimensiones que, de modo comparado, poco se han explorado entre ambos escritores. De ahí que en el tercer capítulo de su estudio lo que Ángel Esteban hace es pensar la trayectoria e importancia que las bibliotecas han tenido para Ribeyro y Vargas Llosa. Además de construirse a sí mismos como lectores, la formación de los gustos, hábitos y costumbres en una biblioteca también nos sugieren espacios y agentes de socialización, puntos de encuentro y de formación que trascienden lo meramente artístico. Siendo la literatura el medio con el que se han forjado un camino propio, ¿qué nos pueden decir de Ribeyro y Vargas Llosa sus relaciones con las bibliotecas? ¿Cómo han sido lectores antes que escritores y cómo el hábito de los libros los ha acompañado a lo largo de sus trayectorias literarias?
De Ribeyro se sabe que la vocación literaria surgió en el entorno familiar. Como él mismo ha declarado, toda su infancia y hasta su juventud disfrutó del hábito compartido de oírle leer a su padre las más variadas obras literarias. Muerto cuando Julio tenía quince años, éste heredó su “excelente biblioteca”, tomando desde entonces las propias riendas de lo que habría de ser su camino como lector. Emergida de lo familiar, la relación que sostendría con las bibliotecas fue riesgosa y entregada, estoica y cansada como en cualquier texto suyo. “Podría escribirse la biografía del peruano alrededor de sus libros y sus bibliotecas, desde el entorno familiar de la infancia hasta el reducto de Barranco de sus último años, como un “recinto personal (…) depositario de los saberes antiguos, de la tradición amada”, afirma Esteban. A pesar de sus constantes mudanzas y precaria estabilidad económica en Europa, en las décadas de los cincuentas y sesentas, Ribeyro logró resguardar mal que bien su biblioteca personal. Como él mismo los describe: los libros son “mi pan, mi sombra, mi memoria”.
En esa misma línea, otro de los rasgos que mantuvo con el paso del tiempo fue su gran inquietud intelectual en la exploración de una biblioteca. Sea a través del alter ego o en la desnudez de la primera persona ha manifestado más de una vez cómo el mero hecho de aprender bordeaba la situación del fracaso. En aforismo o prosa Ribeyro había manifestado parte de ese interés a través de personajes diversos quienes, como su creador, bordeaban la situación del fracaso. Al igual que en ciertos pasajes de sus diarios o de sus cuentos —sobre todo en “Polvos del saber”— frente al paroxismo de leer Ribeyro se evidencia como el anhelante lector, falto de recursos —bien sea tiempo o dinero—, en una biblioteca atiborrada de desgano. Cual personaje de sí mismo, en el recinto que transita libro a libro, su propia biblioteca le genera un permanente descontento. No es el sinsabor de la ignorancia, sino el de la imposibilidad de llegar a conocer todo lo que su inquietud intelectual lo suscita a aprender: la fascinación del lector voraz abismado frente a todo lo que ha leído y, más aún, frente a todo lo que —bien lo sabe— no llegará a leer. La toma de conciencia de su propia ignorancia contrasta y lleva a tierra su avidez. Así, el Ribeyro que Ángel Esteban nos presenta puede ser visto a través de tres imágenes: la pequeñez como lector, la brevedad —una y otra vez rememorada— de su propia existencia y su estado más enjuto de lo habitual frente al sobrepeso de los libros. Pobre flaco.
Siempre matrimonial en los ámbitos más diversos de la literatura, Vargas Llosa siempre ha dicho ser un hombre “sin talento”; que su escritura proviene del oficio y el esfuerzo constante, al punto de la terquedad que todo aspirante a escritor debe tener. El compromiso, el oficio, la rigurosidad, el horario, la dedicación configuran la rutina de todos los días. Dicha “relación matrimonial” comenzó cuando Varguitas, recién casado y falto de dinero para llevar el estilo de vida acomodado que deseaba, trabajó como bibliotecario en el Club Nacional de Lima. Habiéndose casa con Julia Urquidis, “La tía Julia”, con diecinueve años, Vargas LLosa encontró en su maestro y amigo, Raúl Porras Barrenechea, otra oferta de trabajo. Por esos años, el recién casado tenía seis trabajos, siendo el de bibliotecario en el Club Nacional, recinto aristocrático ubicado en el Centro de Lima el más propicio a sus propios intereses. Las dos horas diarias que debía emplear en fichar y acomodar las adquisiciones eran aprovechadas en leer, escribir y estudiar, pues también cursaba Derecho y Letras en San Marcos. El hallazgo literario más importante que hizo en esa biblioteca fue la colección de literatura erótica Los maestros del amor dirigida por Apollinaire.
Pero la relación de Vargas Llosa con las bibliotecas trasciende este momentáneo oficio alimentario. En muchas oportunidades él ha declarado y escrito la importancia de las bibliotecas como espacio de creación personal. Pasajes de libros, artículos, conferencias o ensayos han germinado en ellas. El recuerdo de sus distintos viajes y parte importante de las impresiones de las ciudades que ha visitado están signados por el anecdotario que las bibliotecas le han brindado. Todo ello en torno a la investigación, el contraste de fuentes y la revisión pausada de sus materiales para los proyectos literarios autoimpuestos. El hábito comenzó en sus años universitarios en la biblioteca de su alma mater, la Universidad de San Marcos, en la vieja casona del Centro de Lima. La segunda fue la del Club Nacional. La tercera fue la estridente Biblioteca Nacional del Perú. Ya en Europa, recién llegado a Madrid, la Biblioteca Nacional, lugar en el que devoró libros de caballería. Sin esas jornadas de trabajo no podrían entenderse las páginas de agradecimiento y dedicación que le ha dado en su vida a la investigación histórica. Varios de sus principales obras provienen de dicho interés y trabajo sostenido. Dónde si no en las bibliotecas, Mario ha sido más escribidor que escritor.
Vargas Llosa también ha leído en las mejores bibliotecas del mundo y a lo largo de los años, las integró a su ritmo de trabajo. Por un tiempo, antes de que el Reading Room perteneciera al Museo Británico, Mario llegó a usarlo como espacio de lectura. En Madrid y París, Vargas Llosa mantiene el ritmo de la jornada entre su biblioteca personal y las nacionales próximas a su domicilio en cada ciudad. Aunque en Lima sólo trabaja en su espacio personal, en todas mantiene un servicio computarizado con una base de datos propia que le permite hallar rápidamente cualquier volumen procurado. También tuvo que contratar un personal técnico que sistematizó los libros de su colección personal distribuida en sus distintas bibliotecas: para satisfacer sus necesidades de información, el divertimento de la relectura, el pasaje de la memoria hacia un libro que resume el tránsito personal hacia sus propias obras. El libro infinito que su maestro Borges imaginaba lo condujo a él al propio hallazgo de los suyos, entre el hábito de leer y la búsqueda de su lugar en la literatura. “Aprender a leer es lo mejor que me ha pasado en la vida”, ha dicho muchas veces. No ha de extrañarnos: crear ha sido también su principal camino de libertad.
Estas son las principales imágenes que Esteban nos presenta de Julio y Mario y con ellas nos dice mucho más que la simple relación de estos dos escritores con las bibliotecas. Nos sugiere la propia vitalidad de los libros: grados de obsesión e importancia, formación de intereses y formas vitales de encuentro. Las bibliotecas, esos lugares de aprendizaje y (de)formación, son mucho más que una serie de espacios para la reflexión, el trabajo o el recogimiento personal. La biblioteca también puede ser vista como un diorama de lo público y lo privado, pues todo escritor es, ante todo, un lector traslúcido frente a sus propios libros. Una biblioteca forma parte de la historia cultural de una nación. Y si hablamos de los dos narradores más importantes de la segunda mitad del S. XX peruano, ello nos suscita a repensar el oficio de escritor como un creador público. Así, siendo la biblioteca una experiencia tan personal es, a la vez, una peculiar síntesis de una experiencia colectiva. De ahí que la cultura y las formas sociales de vida a las que refiere e implica nos deja otras preguntas que trascienden lo estéticamente literario: ¿cómo se formaba un lector de mediados del S. XX? ¿De qué recursos bibliográficos, traducciones, ediciones disponía para formarse en el campo de su interés? ¿Cuánto de una biblioteca nos dice de ciertos hitos editoriales, difusiones de lectura, patrones de consumo, preferencias y omisiones, alcances y limitaciones culturales? Pero esos no son temas que desarrolle Esteban. Comprenden un trabajo a futuro que recae, nuevamente, en el oficio de los libros. En toda biblioteca yace parte de la memoria colectiva. Y ella se remienda en todo lector apasionado.