Día Internacional de la Mujer: escritoras peruanas sobre la creación literaria [cuestionario]

(Ilustración de Jenny La Fuente)
(Ilustración de Jenny La Fuente)

En el marco del Día Internacional de la Mujer y de la exposición La vida sin plazos. Escritoras en la ciudad de los 90, compartimos la mirada de diversas autoras peruanas, cuyas obras estuvieron presentes en la muestra, sobre la creación literaria.

Por Jaime Cabrera y Ricardo Flores
Con la colaboración de Julia Ponce

La vida sin plazos. Escritoras en la ciudad de los 90  fue una muestra que se realizó en la Casa de la Literatura Peruana entre los meses de octubre del 2019 y marzo del 2020. Esta proponía un acercamiento a diversas autoras que publicaron en Lima entre 1988 y 1999 y que a través de sus obras analizan y confrontan a la sociedad. 

La muestra incluía la obra de veinte escritoras: Ana Varela, Carmen Ollé, Dalmacia Ruiz Rosas, Doris Moromisato, Éricka Ghersi, Giovanna Pollarollo, Grecia Cáceres, Marcela Robles, Mariela Dreyfus, Mariella Sala, Mary Soto, Montserrat Álvarez, Patricia Alba, Patricia de Souza (1964 – 2019), Pilar Dughi (1956 – 2006), Rocío Silva Santisteban, Rossella Di Paolo, Roxana Crisólogo, Victoria Guerrero, Violeta Barrientos.

Para profundizar sobre sus procesos creativos, sobre las obras que influyeron en su formación literaria y el acercamiento desde su obra hacia su entorno. Invitamos a todas las escritoras a responder un cuestionario. Algunas de ellas por diversos motivos no pudieron participar de la nota. Estas fueron las tres preguntas que enviamos:

1. ¿De dónde surgen los temas de sus obras? ¿De la inspiración o de algo que le afecta personalmente?
2. ¿Qué libros fueron fundamentales para animar su ejercicio literario? ¿Podría mencionar tres obras?
3. ¿De qué manera su escritura confronta la realidad del entorno en que vive?

A continuación les compartimos las respuestas que nos hicieron llegar.

Ana Varela
Carmen Ollé
Dalmacia Ruiz-Rosas
Giovanna Pollarolo
Grecia Cáceres
Marcela Robles
Mariella Sala
Patricia Alba
Rocío Silva Santisteban
Rossella Di Paolo
Violeta Barrientos

 

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ANA VARELA TAFUR. Poeta

1. Surgen de lo que he vivido y vivo. De mis lecturas, de mis viajes, alguna conversación, de la palabra de mi madre y de mi experiencia personal. A veces son ideas que me rondan, que van poco a poco generando reflexiones, impulsos para escribir. A partir de mis experiencias con el propio lenguaje puedo recrear el mundo, hacerlo más amable, comprensible, menos horroroso.

2. Poeta en Nueva York de Federico García Lorca.
Muestra de poesía norteamericana, editada por Jaime Urco bajo el sello del Instituto Nacional de Cultura de Perú (1987). Esta antología me introdujo a poetas como Diane Wakoksi, Silvia Plath, Denise Levertov, Louise Glück, Robert Duncan, entre otros.
Noches de Adrenalina de Carmen Ollé.
Cuatro cuartetos de T.S. Elliot
Y poemas diversos esparcidos en el suplemento del diario Marka: El Caballo Rojo.
1) Fernando Pessoa (Álvaro de Campos y su poema “Tabaquería”)
2) Allen Ginsberg, “America”, “Howl” (Aullido)
3) César Vallejo, Poemas humanos.
Y más…

3. Mi escritura busca dialogar con muchas voces. Algunos de mis poemas fueron terminados en las hamacas de las lanchas mientras recorría pueblos ubicados en orillas del Amazonas y sus afluentes. Otros poemas se salvan en un mundo desconocido por la historia oficial del Perú. De esta manera, permanecen algunas versiones de la trágica historia del caucho en el Perú a principios del siglo XX. Una de ellas, proviene de la voz memorable de mi abuela Ana Lozano, indígena huitoto, quien contó su épica huida de la región del Putumayo para escapar nada menos que de la violencia y el terror de los patrones caucheros. En resumen, cuando viajo por la Amazonía escucho voces —humanas y no humanas— capaces de crear lenguajes donde la naturaleza habla en códigos reveladores que esperan ser reconocidos con el mismo valor que otros lenguajes del planeta. Es digamos confrontar el Perú desde sus márgenes, sus orillas, referenciar las voces que aún no son escuchadas.
Mi escritura es acaso una navegación por la vasta región amazónica, ese espacio de biodiversidad, dolor, extrema belleza y codicia extractiva que me conduce y confronta con otro lugar más extenso dotado de fluidez y libertad. Ese espacio es la poesía donde me encuentro y sigo a otras voces en un río prístino y poético, libre de derrames de petróleo, mercurio de las minerías ilegales o venenos químicos sobre las aguas.

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 CARMEN OLLÉ. Poeta, narradora y crítica

1. Cuando era muy joven y empecé a escribir podía inspirarme en algún verso leído que me provocaba imitar. En ese entonces se trataba de poesía, sobre todo de la lírica simbolista. Aunque también podía partir de una escena callejera que me impactaba intensamente y quería expresar mi sorpresa o mi indignación. Eran generalmente estados de ánimo que buscaban un canal para la catarsis, llamemos así al deseo de descargar nuestras emociones como en la tragedia griega.
Sin embargo, en esta época, en cuanto a mi narrativa, no busco los temas, ellos aparecen de pronto cuando camino o estoy ensimismada en una lectura. El disparador puede ser solo una palabra o un nombre misterioso escuchado años atrás y que al instante se asocia con una trama que va desenvolviéndose hasta llegar a ser una novela breve.
Ahora solo escribo cuando tengo un proyecto en ciernes, no soy de las que se sientan ante la computadora a esperar que llegue la inspiración o el disparador. Ni salgo a buscarlo. En otras oportunidades, es el editor quien me sugiere el tema, pero este varía según mis propias expectativas.

2. En poesía tres poemas: “Mi bohemia” de J. A. Rimbaud; “El niño Elis” de Georg Trakl, “Finjamos que soy feliz” de Sor Juana Inés de la Cruz.
En narrativa: Nuestra Señora de París de Víctor Hugo, Otro país de James Baldwin.

3. Esa confrontación expresa, tan valorada por los lectores de manera naturalista, no creo que se dé en mis libros, ni en forma de tesis ni de panfleto político.
En algunos de mis textos puede ser incluso un telón de fondo, pero en otros tengo la impresión de que es como un rayo refractado, que cambia de dirección cuando pasa por la trama y va hacia el contexto social. Así en Por qué hacen tanto ruido y en Las dos caras del deseo, se perciben y se “oyen” los bombazos o la presencia de Sendero Luminoso en la universidad, así como la pobreza de Lima en los años ochenta.

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DALMACIA RUIZ-ROSAS. Poeta

1. Tengo la necesidad de escribir desde antes de la adolescencia. Me despierto en las madrugadas y escribo, leo o trato de hacer algo hasta la hora en que se despierta el mundo 5 de la mañana. No necesito nada solo un lápiz y un papel. Me inspiro en mí misma, en mis pensamientos, en mis cuestionamientos, en mis dudas, en mis temores, en mis aciertos, en mis fracasos, en mis amores. Yo soy un mundo, te invito a conocerlo.

2. BaileSecuestro en el jardín de las rosas y Palacio de justicia, tres de mis libros publicados.
Escribo desde muy joven. Mi primer libro Narraciones que contó con 500 ejemplares se agotó la misma noche de la presentación y tenía 14 años. Claro que he leído mucha poesía y narrativa y he estudiado literatura, pero básicamente me interesa lo que pasa en mi cabeza.

3. Hay un montón de gente que se siente sublevada por algunas cosas que digo en mis poemas. Desde la llegada de los españoles más de la mitad de la población vive en un estado de imbecilidad permanente por la pobreza y la miseria.
En la medida en que soy en primer lugar mujer, en segundo lugar, independiente y en tercer lugar culta e inteligente, es demasiado para una sociedad machista y opresiva como la que tenemos de lucha de clases y desigualdad social. En el siglo XXI quieren que sean las costumbres que eran en el siglo XVIII, quieren que entremos al bicentenario siendo igual de esclavos que antes de la independencia, esclavos del imperialismo. Quieren que celebremos las Fiestas Patrias habiendo sido gobernados sucesivamente por presidentes corruptos y que no se les pueda poner el guante y encima que una persona como Keiko Fujimori tenga el descaro de participar en las elecciones.
Yo no sé si confronto a la poesía. El que me confronta a mi es el país. El Perú que me ha tocado vivir es un país de mierda.

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GIOVANNA POLLAROLO. Narradora, poeta y guionista

1. De experiencias, asuntos que me preocupan, algo que leo, veo o escucho y conecta con lo que estoy trabajando.

2. La poesía del Siglo de Oro, cuando estaba en el colegio. Garcilaso fue clave, me deslumbró. Después empecé a leer poesía peruana, poetas de los 50, 60, 70, descubrí a Eielson, Blanca Varela, Sologuren…

3. ¿La realidad de hoy? Enfermedad, pandemia, muertos, falta de oxígeno… Y paralelamente: corrupción, mentiras, venganzas. Hasta ahora no he escrito sobre eso, no sé si escribiré. No sé cómo procesaré esa realidad. Necesito tiempo.

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GRECIA CÁCERES. Poeta y narradora

1. Nunca escojo los temas ni las intrigas o los espacios de la ficción. Solo sé que no escribo en francés (muchas veces se me pregunta eso en Francia). Por ello creo que la mejor respuesta es que las obras surgen de la lengua misma, de esa versión chiquita y personal de mi castellano peruano, limeño del fin de siglo XX. Desde ya esa lengua lleva las marcas que se convertirán en temas literarios, temas quizá como en la música; es decir, no necesariamente bien definidos, sino que repetidos incansablemente aunque con variantes, reconocibles para algunos, escondidos y misteriosos para otros. Siempre afirmé que escribo sobre el Perú pero en Mar afuera hablé de París, y mi última novela que se publicará pronto, tiene lugar íntegramente en el norte de Chile. Con todo, solo escribo sobre el Perú porque detrás de toda mi escritura está esa pregunta sobre quiénes somos como país. Por ello, también la importancia del idioma que me lleva a la pregunta de fondo: somos escritores peruanos, los que que escribimos en castellano derivado del siglo XV. La legitimidad de nuestra lengua va de la mano con la legitimidad de nuestra obra, y tanto una como otra se ponen a prueba cada vez que se escribe. Creo que mi obra está contenida en el frasco del idioma materno, que se mezcló luego con las lecturas, con el francés del colegio, con el de la oralidad, con el de nuestra poesía, la jerga de mi generación, y así… Un frasco que sigo agitando cada vez que escribo una novela o un poema.

2. Pregunta difícil. Tres obras es poco. “Animar” es la palabra correcta. No se trata de influencias, se trata de obras que dieron un soplo a la mía, que me empujaron a escribir.
De niña, Mujercitas de LM Alcott. Desde que la leí, soñé con ser escritora como Jo. Sentí que había algo liberador en el hecho de escribir y que te podía dar un sitio en el vasto mundo. Se trata además de una obra escrita en un idioma de herencia colonial, espacio en que los escritores afrontan una enorme herencia, la inglesa para ella, la española para mí.
Del boom, que tanto ha marcado a mi generación, con la distancia diría que El obsceno pájaro de la noche, Los cachorros/Los jefes de Vargas Llosa y Cien años de soledad fueron lecturas feroces.
Luz de día, de Blanca Varela. Me reveló la doblez del lenguaje, su poder para destruir y también para hacer resucitar. Levantó algo el velo sobre el misterio de Lima. “En lo más oscuro del verano”, un poema que me acompaña.

3. Pregunta muy difícil. Mi obra afronta mi entorno que es francés de lengua y cultura. Estoy sumergida en un mar en el que mi salvavidas o flotador es el castellano y mis libros. Suena dramático, pero me protegí de la alienación y de la trampa del exotismo escribiendo novelas. Por ello quizá escribí la primera, La espera posible, en París. Para mí, todo se resume a la elección del idioma en el que se escribe y cómo este puede ser el receptáculo de una experiencia variable, rica y hasta “extranjera” en lo que se refiere al idioma. El francés construyó un primer canon para mí en los años formadores del colegio. Luego ese canon se comparó al español en la Universidad Católica. Ninguno ganó por las dos tradiciones son magníficas, pero yo escribo en castellano. así que mi confrontación a la realidad es, en verdad, un enfrentamiento con el idioma fuerte por estar omnipresente en mi vida cotidiana, el francés, a través de mi obra. Pero hay más, mucho más. La obra siempre se enfrenta al entorno, nunca encaja bien, y de ahí que los best sellers, que encajan perfectamente, no sean obras de gran literatura, aunque hay obras grandes que se pueden vender bien. La obra literaria enfrenta la realidad codificada, aceptada, rumiada, pretende develar el lado oscuro o simplemente el mecanismo o la mentira que está allí para perder al humano. En diferentes medidas, la obra es siempre rebelde y solitaria y hay que ser un lector atento para ir a pescarla. En conclusión, diría que mi obra se enfrenta al francés para nacer y luego se enfrenta a la distancia con el Perú en una lucha vana por insertarme esa tradición magnífica de la literatura peruana que es mi sueño.

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MARCELA ROBLES. Poeta, dramaturga, narradora y periodista

1. Los temas aparecen desde lugares siempre inesperados, como si me tendieran una emboscada. ¡Y todo me afecta personalmente! Puede ser una visión, una frase que escucho por ahí, un sentimiento que me invade y me desborda o alguna idea que no me deja en paz. Son como “apariciones” que luego hay que trabajar para darles forma. Ese es el milagro.

2. Fueron muchos los autores y las obras que me impulsaron en este recorrido. Pero no podría dejar de mencionar a Virginia Woolf (Una habitación propia), a ¡Blanca Varela!, a los poetas de la llamada generación ‘beat’, a Marguerite Duras (El amante), Stendahl (Rojo y negro). Y por supuesto, crecí literariamente bajo la influencia de la poética del cine contemporáneo del siglo XX.

3. No sé si mi obra es confrontacional. Prefiero pensar, como señalo en mi más reciente libro Cuerpo celeste, que la poesía y la literatura en general es ese lugar donde ocurre aquello que no nos pertenece.

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MARIELLA SALA. Narradora y periodista

1. En mis cuentos, generalmente parto de una imagen o un suceso que me ha impactado. Ambos me llevan a reflexionar sobre un determinado tema , generalmente personificados por algún personaje o personajes que se mueven en un escenario que les resulta incómodo y a partir de esa incomodidad describen la normalidad de los que le rodean y se sienten fuera de lugar. Son personajes aparentemente comunes que empiezan a descubrir una trama no tanto de intriga sino de amplificación de la realidad cotidiana. Siempre me ha sorprendido cómo mucho gente presencia actos sublevantes para la condición humana como si fuera algo normal.

2. El género que más me gusta es la novela corta que tenga un carácter instituyente en cuanto al contexto (o setting), a los personajes que se mueven en éste y lo que ocurre con ellos. Por ello elegí los siguientes:
Orlando – Virginia Woolf
Muerte en Venecia – Thomas Mann
La balada del café triste – Carson Mc. Cullers
Son novelas inolvidables, que nos hablan de situaciones originales, extrañas, son las perlas que a veces nos regala la literatura.

3. De alguna manera, lo he respondido en la primera pregunta. Me atraen los personajes extraños, singulares, que con su vida nos demuestran que quizás ellos tienen razón y sus lectores más bien son los que están fuera de la realidad. Me gusta la metáfora, también, como en “La mujer invisible”, o el símbolo, como en “El Lenguado”. En general me gustan los personajes solitarios, extraños y sensibles, que desafían la realidad “real” en la que viven porque la desnudan descarnadamente y sin concesiones. Mi escritura confronta esa ventaja abusiva de la cultura patriarcal en la cual las mujeres llevan la peor parte.

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PATRICIA ALBA. Poeta

1. EL CLAROSCURO DE LA POESÍA*
No recuerdo bien a qué edad empecé a escribir. Podrían ser 6 ó 9 años y no encontraría diferencia alguna. Es extraño pero de los 10 años hacia atrás las imágenes se empañan y muchas veces no veo nada, no recuerdo. Algunas veces hay algo de luz pero siempre en medio de una apretada oscuridad, como en los cuadros de Rembrandt; esa luz dorada inseparable de la oscuridad que ronda.
Sólo unas cuantas escenas; pocas. Y entre ellas la persistente imagen de una niña —que soy yo— tirada sobre una cama y dentro de un cuarto donde hay otros hermanos que hace bastante rato duermen. Todos duermen.
Está oscuro y en ese insomnio incrustado en la noche (noche en la que no hay nadie que acompañe o defienda del temor), siento la total presencia de las sombras y su universo de visiones falsas me amenaza.
El cuarto queda en un segundo piso y tiene dos grandes ventanas que dan a la calle vacío a esa hora de la madrugada. Una de esas ventanas está frente a la pared que se encuentra al lado de mi cama. A través de ella, la luz proyectada por un poste se introduce en la habitación.
La pared se ilumina y en ella la buganbillia que trepa desde el jardín se estremece con un movimiento que yo puedo seguir con un dedo apoyado en las sombras que se alzan junto a mi cama.
Supongo que para entonces ya me he convencido, que la vida de los otros o la mía no me va a dar más de lo que ya me ha mostrado, aunque a mí me parezca insuficiente y fea.
Y ahí, siempre asombrada ante la noche, frente a esa pared que constantemente pone en movimiento las figuras y las ramas y las flores de las  buganbillia proyectada como un enredo de grandes espinas, entonces ahí soy capaz de convertirme en lo que siempre he deseado ser. En cualquier cosa, en el personaje más extraño, en la heroína que nunca, ni en la fantasía más alta, dejaba de tener mi imagen. Puedo empezar a mirar todo lo que la luz del día y las otras presencias no me permiten.
Pero todo esto, lo que estoy contando, iba a que existe algo —no sé bien qué— que tiene que ver con el hecho de que ahora yo escriba. Hay un hilo que no sé si parte de ahí o empieza más atrás, que atraviesa esa escena y ese modo de vivir la noche. Me veo ahí y me vuelvo a encontrar con esa niña despierta en medio del gran miedo y las sombras que ella también inventa para salvarse mientras espera la caída de la luz del día.
De hecho, sé que ese hilo llega también hasta aquí; hasta esto que ahora estoy contando para contestar a la pregunta de “¿por qué escribo?”, sin tener ninguna certeza por respuesta.

* La autora considera que su respuesta, a pesar del tiempo, se encuentra en este texto publicado en el año 1985, en el N° 8 de La casa de cartón. Revista de arte y literatura.

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ROCÍO SILVA SANTISTEBAN. Poeta, narradora y periodista

1. ¿Y la inspiración acaso no puede surgir de algo que nos afecta? No creo que la inspiración sea algo fuera de nuestra realidad psíquica, de nuestras experiencias, de nuestras esperanzas. De nuestros miedos. De los miedos de los otros que leemos en novelas o en poesía. Los temas surgen de múltiples maneras: queriendo plagiar a un gran autor, impactados por la extraordinaria actuación de alguien en una película que nos deja huella, agotados de sufrir demasiado por un daño o un desamor, extasiados por una epifanía simple como asombrarnos ante el rojo perfecto de las manzanas en el mercado, o de una noche con algunas estrellas que atraviesan la espesa capa de nubes de Lima. Siempre hay algo de la realidad que gatilla la inspiración. Hoy, que estoy en la cincuentena, la década de la tranquilidad, de mirar las cosas desde una cierta lejanía pero con ganas de actuar, tengo otros temas completamente diferentes de los que me inspiraban a los 20 años.

2. En primer lugar, muchos libros escritos por mujeres. Puedo hace una lista larga y mencionar a personas completamente diferentes: desde las novelas de Marguerite Duras hasta el primer libro de poesía de Carmen Ollé, Noches de adrenalina, que como siempre digo, fue un acontecimiento en la poesía peruana; libros de mis contemporáneas como Memorias de Electra de Mariela Dreyfus o de mis coetáneas como Ejercicios Materiales de mi querida y recordada Blanca Varela. También un autor al que siempre regreso porque me encantan sus personajes femeninos, César Pavese, Trabajar cansa es un libro que leo y leo y sigo leyendo. En el ámbito de la filosofía debo reconocer que Michel Foucault me ha marcado mucho, sobre todo, su concepto de biopolítica.

3. La realidad por la que estamos atravesando en el Perú, con pandemia y corrupción, nos golpea —como lo ha descrito Vallejo— abriendo zanjas oscuras en el lomo más fuerte. Creo que quienes atravesamos los años 80 pensábamos que teníamos el lomo duro, apertrechado contra vaivenes inclementes, pero esto es demasiado… La poesía es una forma de profilaxis: limpia. Hay que sacar desde lo más profundo esos sentimientos-miasmas y exponerlos a la luz del sol para que los demás, el pequeño círculo de lectores, puedan aprender de nosotros y cicatrizarse antes de herirse. Tal vez es posible…

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ROSSELLA DI PAOLO. Poeta

1. Escribo a partir de situaciones que me conmueven, me sorprenden o me golpean. La inspiración me hace estar alerta; lleva mi mano mientras escribo; mira lo hecho y me corrige.

2. Retrocediendo hasta mis 14 años, la poesía completa de Antonio Machado, los ensayos, las novelas, las “nivolas” de Miguel de Unamuno y los haikus japoneses me abrieron los ojos. En mi corazón estarán siempre dos pequeños poemas: “El sol” de Martín Adán y la estancia 9 (Árbol) de Javier Sologuren. Con el tiempo, naturalmente, otros libros, otros autores. La lista sería interminable; pero quisiera agregar que observar pinturas desde muy pequeña (teníamos muchos libros de arte en casa), me llevó hacia el color, hacia las formas claras en los versos…

3. No puedo sustraerme de la realidad, de todas las realidades dentro y fuera de mí. Ellas me alimentan y alimentan mis poemas. Otra cosa es que las haga pasar a través de imágenes y ritmos al punto que parecen estar en un plano irreal o atemporal.

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VIOLETA BARRIENTOS. Poeta

1. La “inspiración” para mí es la disciplina que cada cual tiene para observar, para percibir el mundo tanto exterior e interior con análisis, con sensibilidad y con emoción, no solo para escribir sino para vivir en varias dimensiones y de manera más consciente e intensa.
Creo que como la mayor parte de escritores/as, las vivencias biográficas son las que mejor conocemos y queremos transmitir como temas. Muchas veces están vinculadas al deseo de formular un texto, ese escribir es un placer en sí mismo, en su elaboración artística, pero también es un placer que se quiere transmitir a un lector.

2. Creo que por la edad en que las leí, que fue a mis 7 años, las obras que más me marcaron fueron las de Poe y Wilde. Tuve acceso a sus obras completas, así que leí las Narraciones Extraordinarias de Poe, principalmente, y los cuentos y el teatro de Wilde. La vida de ambos autores también me atrajo a la literatura. Dos rebeldes y sobrevivientes. Otra influencia no fue escrita sino oral, los relatos de mi madre sobre la vida en las haciendas del Cusco a inicios del siglo XX y la cosmovisión andina que es distinta a la occidental.

3. El Perú es un entorno peculiar pues hace muy poco caso de las escrituras: sean sagradas o laicas; la doble moral, las faltas éticas lo demuestran; se hace poco caso a la ley y leer que primero fue un privilegio, ahora parece ser una necedad cuando debería ser una nece-si-dad. Eso hay que tenerlo muy en cuenta y saber usar estrategias eficaces en el plano literario así como también pasar del plano de la representación a acciones en la realidad, me refiero a que hay que operar tanto desde la ficción como desde el análisis crítico.

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