“Ribeyro, nueva perspectiva”, por Sebastián Salazar Bondy

Artículo publicado en el Suplemento Dominical de El Comercio, Lima, 31 de mayo de 1964, p. 8.

Hasta 1960 Julio Ramón Ribeyro había publicado dos libros de cuentos, Los gallinazos sin plumas (1955) y Cuentos de circunstancias (1958), y una novela, Crónica de San Gabriel (1960);  tras lo que se produjo un silencio literario que concluyó abruptamente en 1964, con la publicación de los volúmenes de cuentos Las botellas y los hombres, por Populibros peruanos – en cuya cubierta aparece el título errado Los hombres y las botellas, como en una típica historia ribeyriana – y Tres historias sublevantes, por Juan Mejía Baca; además de la obra teatral Vida y pasión de Santiago el pajarero.  Sebastián Salazar Bondy dio cuenta del silencio roto por los dos nuevos libros de cuentos y comentó cada uno de ellos, en los que reconoce “el pleno dominio del autor sobre sus temas y sus medios”, sin embargo, es notoria su preferencia por uno en particular.

De Las botellas y los hombres, al que Salazar llama según la errata del sello editorial de Manuel Scorza, y que tiene cuentos clásicos de Ribeyro como La piel de un indio no cuesta caro, El profesor suplente, El jefe, De color modesto, y otros,  hace  una descripción somera y resalta la crítica al individualismo por parte de Ribeyro y la solidaridad como eje creador en un ambiente que Salazar describe como una especie de Mondo Cane, “más bajo estrato”, “deplorable realidad, a pequeña escala, cotidiano y metafísico.

El interés de Salazar Bondy, en ese sentido, está en el segundo libro de cuentos, que, como lo indica su título y epígrafe, contiene tres historias que transcurren en cada una de las regiones naturales del Perú: Al pie del acantilado, en la Costa; El chaco, en la Sierra y Fénix, en la Selva;  según su apreciación, el primero de esos cuentos, sobre la precaria invasión por parte de una familia de un acantilado limeño, se torna en una parábola; el segundo, acerca de la persecución de un trabajador minero, está próximo a la epopeya y el tercero, que trata desde diversas perspectivas la historia de un crimen en un circo ambulante, posee un aire ‘felliniano’”. En cada uno de ellos, Salazar reconoce la lucha y la persistencia de sus personajes, a diferencia de la resignación de los de Las botellas y los hombres, en pos de un cambio trascendental para ellos y su comunidad.

Julio Ramón Ribeyro, en carta a su hermano Juan Antonio, del 8 de abril de 1964, juzgó la crítica de Salazar Bondy, junto con la de José Miguel Oviedo, como la más acertada. Posteriormente, en su reseña final a un libro de Ribeyro, Los geniecillos dominicales, aparecida el día de su muerte (4 de julio de 1965), Sebastián Salazar Bondy mostró su preferencia por Al pie del acantilado, al que Salazar llamó, en otro típico momento ribeyriano, En el acantilado.

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Texto elaborado por Bruno Ysla Heredia, integrante del equipo de la Biblioteca Mario Vargas Llosa de la Casa de la Literatura Peruana.