Estación Desamparados: un viaje por su historia

Estación Desamparados, 1920. (Fotografía: Elio Galessio, Trenes del Perú.)
Estación Desamparados, 1920. (Fotografía: Elio Galessio, Trenes del Perú.)

El 22 de setiembre de 1912 abrió sus puertas la moderna estación de tren que conectaría Lima con el centro del país.

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Lima era cuadrada cuando el solar donde se levantó la Estación Desamparados tuvo su primer dueño. Luego de la fundación de la Ciudad de los Reyes, los españoles organizaron la nueva urbe alrededor de la plaza de armas y se repartieron los terrenos aledaños. A mediados del siglo XVI, se le otorgó a Pedro de Balaguer y Salcedo un sector de los terrenos ubicados a la espalda de la casa de Francisco Pizarro.

En la naciente ciudad, el Cabildo no contaba con propiedades que le generen ingresos, por ello el virrey Diego López Zúñiga solicitó al rey parte de esos terrenos a favor del municipio, los que se le otorgaron en 1562. Ahí se establecieron tiendas y, en el sector donde se erigió la estación de tren, se alzó el primer camal y depósito de granos de la ciudad.

Al lado derecho de la propiedad del cabildo se ubicaba un terreno baldío producto de la ampliación del muro de contención del río Rímac. En ese terreno se construyó, en 1630, una capilla en advocación a la Virgen de los Desamparados. La cofradía formada en esta capilla se encargaba de dar sepultura a los muertos que se encontraban en los campos y a los cadáveres de los insolventes ejecutados por orden de la justicia.

Cincuenta y cinco años después de su construcción, se cedió definitivamente el santuario a la Compañía de Jesús. Para esa época, los jesuitas habían adquirido los terrenos aledaños y al lado de la iglesia se edificó el convento de los Desamparados. Sin embargo, con la expulsión de la congregación en 1767, sus propiedades pasaron a ser administradas por una Junta de Temporalidades. Este fue el caso de la iglesia y el convento de Desamparados, el cual se convirtió en un seminario para clérigos misioneros.

Tras el advenimiento de la República, con la independencia del Perú, la propiedad pasó a manos del Estado manteniéndose solo la iglesia, pues el convento, que funcionó brevemente como un seminario, fue entregado a particulares.

PRIMERA ESTACIÓN
A mediados del siglo XIX, en el Perú, se inició un periodo de bonanza económica producto de la explotación del guano de las islas. Este repentino impulso económico dio pie a la transformación de la capital. Durante este periodo se incorporó al ferrocarril como un elemento más del avance de la civilización. En 1851, se inauguró el ferrocarril Lima-Callao y, años después, durante el gobierno de José Balta (1868 – 1872), se inició la construcción del ferrocarril trasandino, que desde el puerto del Callao llegó hasta La Oroya, en 1893. Como parte de este proyecto se empezaron a construir las estaciones a lo largo del margen del río Rímac. Así, en 1870, sobre el terreno del antiguo convento de Desamparados, se edificó la estación de tren del mismo nombre.

El 17 de enero de 1881, ingresó a Lima el ejército chileno bajo las órdenes del general Manuel Baquedano. Durante la ocupación de la capital el servicio ferroviario funcionó parcialmente. El viaje a Chilca se efectuaba tres días a la semana y se recogía a los pasajeros en la estación de Monserrate, y para el viaje al Callao, el recojo de pasajeros se hacía desde la estación de Viterbo.

Tras la guerra y en vista de la cuantiosa deuda contraída por el Estado peruano, se transfirió el uso y control de los ferrocarriles a The Peruvian Corporation Limited por 65 años. En octubre de 1889, el Congreso de la República aprobó la resolución que oficializó la cesión de sus derechos a la nueva administradora de los ferrocarriles.

MODERNA ESTACIÓN
Lima tenía entonces unos 150 mil habitantes −lejanos aún de los 10 millones de hoy−, y el tren era el medio de transporte fundamental para viajar hacia el centro del país. Ante el crecimiento que experimentaba la ciudad, la construcción de una moderna y amplia estación de tren era una tarea urgente. Por ello, la inauguración de la Estación Desamparados, el 22 de setiembre de 1912, fue un gran acontecimiento no solo por el impacto que tuvo en el transporte ferroviario, sino también a nivel monumental, pues se trató acaso de la primera construcción moderna de la ciudad.

La Peruvian Corporation, propietaria de la estación, tuvo que construir una nueva luego del incendio que aquella sufriera en 1908. El proyecto no solo fue iniciativa de la empresa administradora del ferrocarril trasandino, sino también del Estado, que tenía al joven Rafael Marquina como su arquitecto principal, cuya formación en Estados Unidos y su conocimiento del arte neoclásico francés se hicieron evidentes en el diseño final del edificio. En octubre de 1911, se inició la construcción y un año después fue inaugurada por el presidente Augusto B. Leguía,  a dos días de culminar su mandato y cuando todavía no terminaban los trabajos.

La empresa ferroviaria no escatimó en gastos, ya que casi todos los materiales fueron importados. El concreto utilizado para las columnas y las paredes fue traído de Inglaterra, lo mismo que los vitrales y el reloj; en tanto que las macizas y vistosas puertas de cedro se trabajaron en Estados Unidos.

UN NUEVO GIRO
En 1938, la Iglesia de Desamparados, contigua a la estación, fue derruida y trasladada al distrito de Breña. El motivo fue la construcción del malecón ubicado a la espalda de Palacio de Gobierno. La estación de tren era todavía un lugar de tránsito obligado para viajar a los Andes centrales.

Con el gobierno de las Fuerzas Armadas (1968 – 1980), el total de la propiedad de la Peruvian Corporation pasó a ser administrada por la Empresa Nacional de Ferrocarriles del Perú (ENAFER-Perú). La compañía pública fue creada el 1 de enero de 1972 y se convirtió en propietaria de la Estación Desamparados. Casi un año después, el 28 de diciembre de 1972, la Estación Desamparados fue declarada monumento nacional, en respuesta a la pretensión municipal de demoler el edificio para construir el Malecón del Rímac y una vía rápida al lado del río.

El servicio de tren se ofreció hasta la liquidación de ENAFER como parte de la política privatizadora del Estado en la década de los 90. En 1999, la estación fue transferida al Ministerio de Transportes. El espacio quedaría varios años sin ser utilizado. En 2003, mediante un convenio, se estableció el Centro Cultural Educativo Estación Desamparados. Este acuerdo fue suscrito entre los Ministerios de Educación y de Transportes y Comunicaciones. El 24 de abril de 2008, se emitió el Decreto Supremo 007-2008, a través del cual se creó la Casa de la Literatura Peruana en la emblemática estación. Para ese fin, el Ministerio de Transportes cedió el edificio en calidad de préstamo al Ministerio de Educación, ente que actualmente administra este centro cultural, que abrió sus puertas a la comunidad el 20 de octubre de 2009.