Mónica Bernabé: Estudiar las vanguardias como un depósito de experiencias

Mónica Bernabé además dictará un seminario gratuito durante los días del congreso.
Mónica Bernabé además dictará un seminario gratuito durante los días del congreso.

Conversamos con Mónica Bernabé, investigadora argentina e invitada internacional del Congreso de Literatura. Vanguardias y Beligerancias. Dirige el Proyecto de Investigación: “Políticas de la cultura y experiencias de las vanguardias en el campo intelectual iberoamericano”. Ella estará presente en el congreso que se realizará en el auditorio de la Casa de la Literatura del jueves 19 al sábado 21 de octubre de 2017.

Aquí puedes postular al seminario gratuito que dictará Mónica Bernabé

 

¿Cómo define la vanguardia? 
La vanguardia se resiste a cualquier definición. Si decimos “la vanguardia” estamos apelando a una abstracción. Mejor es pensar en plural: las vanguardias. De este modo, el concepto estará demandando una rigurosa contextualización. Con respecto al periodo, me resultó siempre muy útil pensarlas en un tiempo largo que va de fines del siglo XIX hasta los sesenta que es la década en la que las vanguardias retornan, como dice Hal Foster, para ser comprendidas por primera vez. Las vanguardias presentan una temporalidad compleja: ¿Vallejo fue Vallejo desde 1922? Las rupturas son un efecto de recepción retroactiva. La operación poética de Vallejo necesitó de innumerables respuestas artísticas y lecturas críticas para que sea comprendida, ya no en un sentido historicista sino como reelaboración de experiencias pasadas.

Otro aspecto es la cuestión de las políticas de las vanguardias para decirlo en términos de Raymond Williams. No es fácil hacer distinciones simples entre el modernismo y las vanguardias. Si el modernismo propuso una nueva clase de arte y una nueva forma de percibir el mundo; la vanguardia, en el marco del proceso europeo, quedó asociada a un llamamiento plenamente opositor, agresivo y emancipador. En su gestación se incuba la revuelta anti-burguesa y un rechazo de plano a sus modos de reproducción y sus convenciones. Por eso, como sostiene Andreas Huyssen, hasta la década del treinta el término vanguardia no estaba limitado solo a la esfera del arte sino que se usaba también para referirse al radicalismo político. En este sentido, José Carlos Mariátegui podría ser un ejemplo cabal de la idea de vanguardia en el sentido histórico que tiene el término desde los socialistas utópicos hasta las experiencias más radicales del experimentalismo soviético.

 

¿Cuáles son las particularidades de las vanguardias latinoamericanas?, ¿cómo se desarrollaron?
La primera cuestión que se presenta es la de decidir si vamos a seguir pensando a los movimientos de vanguardia en América Latina desde la narrativa central de la modernidad europea. Europa ha sido asociada a los valores universales, al lugar de producción del conocimiento, del origen de las grandes obras y de los movimientos de vanguardia. América, no solo ha sido señalada como el lugar de copia y reproducción sino también como el lugar de lo telúrico, lo salvaje, lo mítico.

La rebelión productiva de las vanguardias consistió en un replanteamiento de la relación con la cultura europea de manera no colonizada. Las acciones de las vanguardias en América permitieron realizar los primeros registros verbales, musicales y visuales de los pueblos y las culturas que vivieron –y viven– las experiencias concretas de la esclavitud, la opresión y la desposesión. Ciertas zonas de la vanguardia rioplatense, andina, antillana o brasileña, también de la norteamericana, pudieron tensar las fronteras entre las lenguas y las culturas al punto de abrirse a la experiencia de las culturas subalternas para terminar forjando una contra-memoria. “Tupí or not tupí, that is the question” anunciaba el manifiesto de la antropofagia.

 

Tarsila Do Amaral. Abaporu. Pintura que acompañó el Manifiesto Antropófago escrito por escrito por Oswald de Andrade en 1928 en Brasil.
Tarsila Do Amaral. Abaporu. Pintura que acompañó el Manifiesto Antropófago escrito por Oswald de Andrade en 1928 en Brasil.

¿Cómo se organizaron los movimientos de vanguardia?, ¿cómo dialogaron con su contexto, cómo eran sus dinámicas sociales y culturales?
Una primera cuestión a la que es necesario referir para comenzar a responder a a tu pregunta es al tema del cosmopolitismo que para las vanguardias es un tema central. Aquí saltan una serie de paradojas que organizan a los movimientos de nuestras vanguardias que son relativas al eje de la espacialidad y que hablan de una serie de desplazamientos y migraciones de intelectuales, propuestas e ideas.

En primer lugar, está la cuestión que Mariátegui formuló en términos exactos: “Por los caminos universales, ecuménicos que tanto se nos reprochan, nos vamos acercando cada vez más a nosotros mismos”. Aquí apuntó a una tensión dialéctica que atraviesa a todos los movimientos, aunque de manera diferente en cada caso. Como decíamos, las vanguardias latinoamericanas redefinieron la relación Europa-América resignificando lo propio en sintonía con la emergencia de la cultura de masas y el desarrollo de nuevas tecnologías de información y de difusión cultural (la revista ilustrada, la radio, el cine, la fotografía, la música popular).

En segundo lugar, hay otro tipo de desplazamientos y tránsito que es el que desde principios de siglo se realiza entre el campo y la ciudad, y entre las ciudades de provincia sin pasar por capitales como Lima y Buenos Aires. Está el caso de las relaciones entre Rosario y Cusco en los años veinte. Un arquitecto rosarino, Ángel Guido que establece un intenso contacto con los indigenistas cusqueños, en particular, con José Uriel García y que juntos formulan las bases para la reflexión del barroco americano.

De la relación Cusco-Rosario emerge una parcela de la renovación e innovación del arte y la cultura latinoamericana en zonas que Ángel Rama había señalado como resistentes a la modernización. Muy por el contrario, podríamos decir que en las regiones interiores de América Latina, a partir de los años veinte, se suceden una serie de casos de lo que puede pensarse como  “vanguardias transitivas” ya que promovieron una prolífica red de intercambio de ideas y de productos artísticos-culturales que ponen en cuestión las modernidades centrales y la hegemonía de las capitales nacionales. ¿Será, entonces, que las regiones interiores alientan formas de comopolitismo divergentes al modelo de relación hegemónico que las ciudades capitales (Buenos Aires / Lima) imponían sobre la totalidad nacional?

 

¿Por qué considera importante reflexionar sobre la vanguardia en la actualidad?
Reflexionar sobre las vanguardias implica ampliar nuestro conocimiento en dos aspectos. Por un lado, ellas nos llevan a confrontar la letra con “el vértigo de las imágenes”. Las vanguardias siguen enseñando a ver, permiten descubrir una multitud de texturas, nos entrenan en el “inconsciente óptico” que Walter Benjamin descubrió a partir de la invención de la fotografía.

Por el otro, nos permiten pensar en la relación entre arte y política. En este punto, es importante el aporte que realizó Andreas Huyssen en Después de la gran división. Él se pregunta si el conformismo actual no ha obliterado, ocultado el ímpetu iconoclasta y subversivo que acompañó a las vanguardias desde su emergencia. La crítica académica terminó por cristalizar a la vanguardia en una empresa elitista, alejada de la vida cotidiana. Volver a ellas podría ser una posibilidad de interpelar a la actividad crítica y reconectarla con experiencias humanas que todavía no han sido subsumidas por el capital.

 

¿Desde qué perspectivas se está estudiando la vanguardia en el presente?
Particularmente me resulta muy productivo pensar a las vanguardias desde la noción de archivo y desde el impulso archivístico del arte contemporáneo. A principios del siglo veinte, es decir, en los comienzos de era de la reproductibilidad técnica, el arte y la política quedaron definitivamente vinculados al archivo por obra de la aceleración y perfeccionamiento de las formas de apropiación de las imágenes.

Desde el archivo como dispositivo, tenemos la posibilidad de estudiar las vanguardias, ya no como un periodo ni como una historia conclusa, irrepetible o fracasada, sino como un depósito de experiencias a la espera de su exhumación. La aproximación de las vanguardias a la noción de archivo las retorna como zona productiva. Promueve una serie de reflexiones teóricas que conducen hacia una práctica transdisciplinar en el campo de estudios de las humanidades. El archivo torna contemporáneas a formas del pasado remoto y en la operación liquida las pretensiones teleológicas de la modernidad y de la noción de futuro. El futuro mismo es una pieza del archivo. Muchas de las proclamas de la vanguardia se hicieron en nombre del futuro: fuego fatuo que en el momento de su mayor fulgor anunciaba su irremediable desaparición.