Juan Mejía Baca, una vida dedicada a los libros

Luis E. Valcárcel y Juan Mejía Baca en la presentación de los tres volúmenes de Historia del Perú Antiguo en 1964. (Archivo Juan Mejía Baca)
Luis E. Valcárcel y Juan Mejía Baca en la presentación de los tres volúmenes de Historia del Perú Antiguo en 1964. (Archivo Juan Mejía Baca)

El 28 de mayo se conmemoró un año más de la partida del librero, editor y promotor cultural Juan Mejía Baca (1912-1991), quien, además, fue director de la Biblioteca Nacional del Perú entre 1986 y 1990. Lo recordamos con un artículo en base al archivo de la investigación realizada para la exposición La página blanca entre el signo y el latido. La edición del libro literario (1920-1970).

 

Por Ricardo Flores Sarmiento

“Hay, hermanos, muchísimo que hacer”
César Vallejo

En una imagen tomada en 1987, Juan Mejía Baca posa con una sonrisa en uno de los ambientes de la Biblioteca Nacional del Perú, institución que dirigió entre 1986 y 1990. Viste saco y corbata, pero lo que más destaca es su expresión: un gesto jovial que se funde con los cien retratos que lo rodean. Cada fotografía en la pared es un testimonio silencioso de gratitud: obsequios de autores que, tras ser publicados por su editorial, les enviaban sus retratos. Mejía Baca aparece como figura central de una red intelectual que acompañó. José María Arguedas, Nicomedes Santa Cruz, Ciro Alegría, Martín Adán, Julio Ramón Ribeyro, Alberto Hidalgo e historiadores como Jorge Basadre o Raúl Porras Barrenechea son algunos de los que están presentes en las imágenes. “A Juan, fraternalmente, José María”, dice la dedicatoria del cuadro del autor de Los ríos profundos. Eran más que autores y editores: eran cómplices, amigos.

Juan Mejía Baca como director de la Biblioteca Nacional del Perú. Lima, 1987. (Foto: Archivo Caretas)
Juan Mejía Baca como director de la Biblioteca Nacional del Perú. Lima, 1987. (Foto: Archivo Caretas)

Nacido en Puerto Eten, Chiclayo, el 17 de enero de 1912, Juan Mejía Baca llegó a Lima entre finales de los años veinte y comienzos de los treinta para estudiar Medicina en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Después, siguió dos años de Letras y Ciencias Políticas, pero no terminó ninguna carrera. Para ganarse la vida, trabajó en la música. Fue violinista en una orquesta de tangos, acompañó a Libertad Lamarque en 1934 y, más tarde, desde la propaganda farmacéutica, descubrió que podía ser librero.

Un día de 1943, vio sobre el escritorio del médico Carlos Monge un paquete de libros sobre terapéutica médica importados de Argentina. La librería los cotizaba a 125 soles. “La edición era en rústica y yo le ofrecía a don Carlos conseguirle el mismo libro, empastado con sobrecubierta, a 45 soles”, le contó a Rocío Silva Santisteban en 1990. Aquel suceso fue el inicio del camino. Tuvo éxito entre los médicos. Dos años después, en 1945, fundó la librería con su nombre y posteriormente, en 1948, se mudó al jirón Azángaro (calle Huérfanos), a un par de cuadras de la Casona de San Marcos.

En los años cincuenta y comienzos de los sesenta, en San Marcos bullían las ideas, debates entre figuras que hoy son parte esencial de la historia intelectual del Perú. Entre alumnos y profesores, había nombres como Pablo Macera, Luis Guillermo Lumbreras, Aníbal Quijano, Augusto Salazar Bondy, Luis Felipe Alarco, Alfredo Torero, Corpus Barga y José Antonio Russo Delgado. En literatura, los pasillos también resonaban con las voces de Luis Alberto Sánchez, Augusto Tamayo Vargas, Jorge Puccinelli, Javier Sologuren, Wáshington Delgado y Carlos Araníbar. Muchos de ellos, tarde o temprano, terminaron en la librería de Juan Mejía Baca, ese pequeño santuario donde los libros eran más que objetos: eran puentes, posibilidades, apuestas por un país lector. “Su contribución fue enorme para la cultura peruana y la difusión de las obras literarias”, recuerda Hildebrando Pérez Grande, entonces joven estudiante de la Casona de San Marcos, en 1961. Fue parte, también, del traslado a la Ciudad Universitaria un año después. “Íbamos a su librería no solo a comprar libros —o a fiarnos, porque así de generoso era Juan Mejía Baca—, sino también a ver a Arguedas, a Martín Adán, que a veces aparecía por allí, cuando salía de madrugada de los bares y cuchitriles de la zona”, evoca. Mejía Baca no solo fiaba a jóvenes, como también lo recuerda Mario Vargas Llosa en su libro El pez en el agua, sino que también donaba publicaciones a internos del penal El Frontón y a bibliotecas.

“Amo a los libros y me parecen guerreros del saber aquellos que los guardan, los clasifican, los archivan y los cuidan. Eso lo aprendí de uno de los hombres que más amaban a los libros en este país. Me refiero a don Juan Mejía Baca, a cuya librería iba con frecuencia desde los 14 años”, recordó la escritora Rocío Silva Santisteban en su blog en 2008 y continuó: “Don Juanito, como le decía todo el mundo hasta la mocosa que yo era, fue un propulsor de la lectura, de los grandes tirajes, y un convencido de que los libros no eran solo objetos, sino una fuente de energía para el alma humana”.

 

Aventura editorial y apuesta por la cultura

Juan Mejía Baca se consideraba lector sobre todas las cosas. Por ello, el siguiente paso después de fundar la librería fue crear un sello editorial, donde publicó más de ciento cincuenta títulos. Acompañó el camino de escritores que daban sus primeros pasos y también apostó por escritores consagrados. El primer libro que publicó fue la tercera edición de Cuentos andinos, de Enrique López Albújar en 1950. “Hemos creído conveniente iniciar nuestra actividad editorial con esta obra fundamental en las letras nacionales, como que marca un momento en que el artista encuentra al indio esencial y auténtico debajo del poncho multicolor que tanto tiempo bastó para satisfacer la curiosidad de ver y el anhelo de pintar”, explica Juan Mejía Baca en la presentación del libro.

De ahí en adelante fueron más de cien autores. Promovió las ediciones populares publicando títulos de más de 50 mil ejemplares. Comandó proyectos titánicos como los tomos de Historia del Perú Antiguo, de Luis E. Valcárcel; los volúmenes de Diccionario enciclopédico del Perú, de Alberto Tauro; los ocho tomos Historia de la literatura peruana, de Luis Alberto Sánchez; y uno de sus proyectos más valorados, los doce tomos de Historia del Perú, que tomó más de dos décadas en publicar y participaron más de cuarenta autores, donde un joven Mario Vargas Llosa fue asistente de Raúl Porras Barrenechea. Incluso el nobel peruano recuerda esta etapa en su libro de memorias El pez en el agua y en el archivo de Mejía Baca se puede encontrar una boleta de pago al autor de La ciudad y los perros por su trabajo en esta colección.

Boleta de pago a Mario Vargas Llosa. (Archivo Juan Mejía Baca en la BNP)
Boleta de pago a Mario Vargas Llosa. (Archivo Juan Mejía Baca en la BNP)

“Su sello editorial tuvo una identidad gráfica y editorial muy definida desde sus inicios. Tiene un catálogo minucioso e impecable del universo literario e intelectual de las décadas del 40 al 60 de nuestro país, a través de este documentó y difundió el ‘pensamiento peruano’”, comenta la investigadora Kristel Best, quien fue fundadora del Mapa Literario de Lima y participó en la investigación de la exposición La página blanca entre el signo y el latido. La edición del libro literario (1920-1970). La idea de pensar el Perú y sus problemáticas, lo incentivo a crear la colección Perú Vivo, donde los autores: Santiago Antúnez de Mayolo, José María Arguedas, Jorge Basadre, Víctor Andrés Belaúnde, José León Barandiarán, Emilio Romero, Luis Alberto Sánchez y Luis E. Valcárcel, brindan a través de textos y fragmentos en audio su mirada de la complejidad del Perú. “Su fin esencial es neto: persigue mostrar al Perú en su proyección cultural ecuménica, en la hondura del pensamiento de sus hombres singulares y en la preocupación aleccionadora que esos hombres han mantenido y mantienen por todo lo que significa elevación espiritual, firmeza de propósito y fe renovada en un mejor destino del Perú y de América”, se lee en la presentación de la colección.

Entre 1955 y 1957, Juan Mejía Baca dio vida al Concurso Anual de Novela, una apuesta cultural que emprendió junto al impresor Pablo Leonardo Villanueva, cómplice en numerosos proyectos editoriales. En sus tres ediciones, el certamen no solo ofrecía un premio económico, sino también el privilegio de ver la obra impresa, como ocurrió con Taita Yoveraqué de Francisco Vegas Seminario, la primera novela galardonada. Aquel impulso por acercar los libros a la gente no se detuvo ahí. En 1960, participó activamente en la Campaña del Libro, organizada junto a librerías como Studium, La Universidad y La Familia, una cruzada por el fomento de la lectura que incluso ofrecía como incentivo un viaje a París. En paralelo, entre 1954 y 1959 —y con una última edición en 1977—, Mejía Baca editó el Anuario Cultural del Perú, una valiosa publicación dirigida por Julio Julián que recopilaba la actividad cultural de diversas regiones del país y que refleja las tendencias literarias y artísticas de la época.

“Yo les digo a mis amigos: es más fácil escribir un libro que leerlo. No es fácil iniciar el camino del saber leer. No solo por los conocimientos que trae un libro, sino por la belleza. He tratado de demostrarlo con el ejercicio del oficio de librero y también como editor. Yo he editado 145 autores peruanos hasta el momento. Nunca he recibido una peseta para financiar esto, y muchas de estas obras me han costado mucho dinero, que nunca he tenido ni he ambicionado tener”, le dijo Mejía Baca a Fietta Jarque para el diario El País en 1988 durante su paso por España para asistir a un congreso sobre César Vallejo, uno de sus autores predilectos.

El editor y librero tuvo una colección de libros del poeta liberteño en varios idiomas, así como estudios que donó a la Casa de la Emancipación, en Trujillo. La obra del vate lo influyó profundamente, tanto que al enfrentarse a situaciones difíciles en su vida siempre evocaba los versos de “Los nueve monstruos”: “Hay, hermanos, muchísimo que hacer”. Con ese mantra realizó grandes proyectos a lo largo de su vida.

 

Punto de encuentro

Fue gracias a Carmen Luz Bejarano, su profesora en San Marcos, que Jorge Eslava cruzó por primera vez las puertas de la legendaria librería de Juan Mejía Baca. Ella los animaba —casi los empujaba— a perderse en el Centro de Lima, a curiosear entre estantes polvorientos de librerías de viejo o visitar templos consagrados del libro. “No recuerdo si fue una mañana o una tarde, pero fue ahí donde vimos a Martín Adán“, evoca Eslava, entonces un joven estudiante, años antes de fundar la editorial Colmillo Blanco. El poeta estaba justo como en la famosa fotografía de Pestana: de perfil, a la entrada del local, ensimismado. “Ese es el recuerdo que guardo de él —agrega—, idéntico a esa imagen.”

La librería de Juan Mejía Baca no era solo un punto de venta, sino que se convirtió en un espacio de encuentro. Allí, en ese pequeño local del jirón Azángaro, se realizaban tertulias. Por sus mesas y estanterías pasaron figuras esenciales de la cultura peruana, como Raúl Porras Barrenechea, Jorge Basadre, Sebastián Salazar Bondy, Ciro Alegría o Francisco Izquierdo Ríos. También fue un paso obligado para intelectuales y escritores del extranjero. Por ese mismo umbral cruzaron María Traba, Rafael Alberti, Ángel Rama, Pablo Neruda y Jorge Luis Borges.

“¿Qué intelectual o artista no pasó por ahí?”, se pregunta el poeta y editor Sandro Chiri, al evocar aquel rincón entrañable. “Sérvulo Gutiérrez o Alberto Tauro del Pino eran habitués del lugar, que, por cierto, no era muy amplio: don Juan había acondicionado una pequeña oficina donde recibía a sus amistades. Aunque parezca paradójico, en ese espacio reducido se forjaron proyectos poderosos que marcaron la cultura peruana del siglo XX.”

Entre esas visitas cotidianas, una figura era habitual: Martín Adán. No era raro encontrarlo sentado, conversando con Mejía Baca, su amigo entrañable, su editor de confianza, su albacea en vida y después de ella. Mejía Baca no solo admiraba al poeta: lo protegía. Fue el custodio de su legado, el guardián silencioso que ordenó su archivo, publicó sus libros y conservó sus manuscritos como tesoros. La dedicatoria en La piedra absoluta (1966) condensa ese vínculo: “A Juan Mejía Baca, en una tregua del pleito y fraternalmente, Martín Adán. Lima, 4 de julio de 1966”.

Algunos años antes de morir, Mejía Baca tomó la decisión de donar todo el archivo de Martín Adán a la Pontificia Universidad Católica del Perú. Hoy, ese fondo —conformado por cerca de cinco mil piezas entre manuscritos, cartas, fotografías y grabaciones— sigue revelando nuevas facetas del poeta. Gracias a ese gesto, la obra de Adán continúa siendo explorada, publicada y leída, como él lo hubiera querido: en silencio, pero sin olvido.

Juan Mejía Baca y Martín Adán conversando en un café bar de jirón Azángaro en 1963. (Foto publicada en Careta N°918, agosto 1986)
Juan Mejía Baca y Martín Adán conversando en un café bar de jirón Azángaro en 1963. (Foto publicada en revista Caretas N°918, agosto 1986)

El editor también fue consciente del valor de su propia huella. Guardó cartas, manuscritos, recibos de pagos y dedicatorias; los documentos que hoy conforman su archivo personal en la Biblioteca Nacional del Perú. Allí también se conserva la emblemática galería de retratos que antaño decoró su librería. Este archivo, aún escasamente explorado, permite reconstruir con detalle una época crucial de la vida cultural peruana del siglo XX, así como su relación y cercanía con los autores.

“Lamento no sabes cuánto que en los cinco primeros meses solo se haya vendido 140 ejemplares de este libro (Diamantes y Pedernales). Supongo que, ante tan absoluto fracaso, pues el libro está muerto, será imposible conseguir editor para ninguna otra novela que escriba; sin que esto quiera decir que renuncie a seguir trabajando”, le confesó Arguedas en una carta del 20 de abril de 1955. Pero Mejía Baca no perdió la fe. Ese mismo año, en Navidad, publicó una edición no venal de Apu Inca Atawallpaman con traducción y apuntes de Arguedas y con el tiempo reeditaría Yawar Fiesta (1958) y publicaría El sexto (1961).

Una parte de su biblioteca personal —casi doscientos títulos de literatura y ciencias sociales— se conserva bajo su nombre en la Biblioteca Guillermo Lohmann Villena del Centro Cultural Inca Garcilaso, donde pueden ser consultados. En uno de esos ejemplares, La guerra del fin del mundo, Mario Vargas Llosa escribe: “Para Juan Mejía Baca, gran promotor de la edición peruana, con la vieja amistad de Mario Vargas Llosa. Lima, diciembre, 1981”. Más de dos décadas habían pasado desde que Mejía Baca le pagó como joven asistente de Porras Barrenechea.

Su reconocimiento trascendió las fronteras del Perú. El célebre escritor argentino Ernesto Sabato le dedicó afectuosos mensajes en sus libros. En El escritor y sus fantasmas (Aguilar, 1963) se lee: “A Juan Mejía Baca, amigo generoso y antiguo, con un fuerte abrazo. Ernesto Sábato”. Y en su novela Sobre héroes y tumbas (1961), otra dedicatoria: “A Juan Mejía Baca, con el recuerdo entrañable de Ernesto Sábato”. Como esas, hay decenas: dedicatorias que retratan a un hombre que fue más que editor, más que librero; fue un motor silencioso de la cultura peruana.

 

Legado

Juan Mejía Baca defendió los libros como se defiende la vida. En 1980, publicó su única obra como autor: Quema de libros. Perú 67, un grito en papel contra el silencio impuesto. Reunió allí recortes, cartas y documentos que probaban lo que muchos preferían callar: la censura y quema de libros perpetradas en la década del sesenta, durante el primer gobierno de Fernando Belaunde, bajo las órdenes del entonces ministro de Gobierno, Javier Alva Orlandini. Aquella denuncia tuvo consecuencias: en 1967, no dudó en devolver la Orden “El Sol del Perú”, que había recibido apenas dos años antes. Lo hizo con una carta: “Soy un ferviente amante de la libertad, en cualquier punto de la tierra. Y como tal, no creo en que ella, como todo lo sustantivo de la vida, se la debamos a los demás. La libertad se conquista y he reiniciado mi lucha por reconquistarla.”

Durante los cinco años después de la publicación de ese libro, la librería de la cuadra 7 del jirón Azángaro se fue desvaneciendo. Primero se fue reduciendo hasta que en 1985 bajó la reja por última vez. Pocos meses antes de ese día le confesó a Edmundo de los Ríos, con amargura y claridad: “El hombre se olvida de lo que no le interesa, y en el Perú la cultura está relegada. No basta con disposiciones y leyes de supuestas políticas culturales. Faltan hombres de buena voluntad. Falta amor por los libros.”

Escritorio de Juan Mejía Baca en su librería del jirón Azángaro. De fondo las míticas fotos que luego donaría a la Biblioteca Nacional del Perú. (Archivo Juan Mejía Baca)
Escritorio de Juan Mejía Baca en su librería del jirón Azángaro. De fondo las míticas fotos que luego donaría a la Biblioteca Nacional del Perú. (Archivo Juan Mejía Baca)

En 1986 asumió la dirección de la Biblioteca Nacional del Perú. Tenía entonces 74 años y el ímpetu intacto. Desde esa nueva trinchera logró la donación del terreno donde se levantaría —años más tarde— la nueva sede en San Borja, concretó la adquisición de 150,000 placas del archivo fotográfico Courret (hoy parte del programa Memoria del Mundo de la UNESCO) y modernizó el sistema de acervo y catalogación bibliográfica.

“De lector pasé a librero, y de librero, a editor. Es casi lo mismo, es solo como subir una grada; luego pasé a la Biblioteca Nacional. No quiero decir que esto sea una carrera o un camino: ha sido solo mi vida.”, le confesó a la periodista Fietta Jarque en 1988.

Kristel Best, investigadora y curadora, lo resume con justicia: “Definitivamente se le puede considerar como uno de los principales promotores culturales del siglo XX. Su legado aún no ha sido lo suficientemente estudiado ni valorado. Como editor, publicó a grandes escritores e intelectuales; como librero, creó un espacio plural y dinámico en torno al libro”. Su labor fue sostenida durante cuatro décadas.

La madrugada del 28 de mayo de 1991, a las 5:45 a. m., en una habitación del Hospital Edgardo Rebagliati, Juan Mejía Baca cerró los ojos para siempre. Tenía 79 años. Alguna vez había dicho que quería vivir hasta los 130, pero su legado lo hizo eterno. Hoy, auditorios, plazas, bibliotecas, premios literarios, calles y colegios llevan su nombre. No como homenaje forzado, sino como memoria viva.

Como último deseo, pidió ser cremado. Sus cenizas viajaron de regreso al punto de origen: Puerto Eten. En los primeros días de junio de 1991, recorrieron las calles de su infancia. Se alzó una pirámide de libros. Sobre ella, el cofre con sus restos, encima una banderola que llevaba impresos los versos de Jorge Manrique: “Nuestras vidas son los ríos / que van a dar en la mar, / que es el morir.” Luego, en silencio, sus cenizas fueron esparcidas en el mar. En el puerto que lo vio nacer, se cerró el ciclo de una vida consagrada a los libros, a la cultura. Han pasado más de treinta años desde su partida, y aunque su obra parece haberse diluido en la memoria colectiva, su legado permanece latente. En cada libro que ayudó a nacer, en cada lector que encontró un camino entre sus estantes, en cada archivo que conservó con paciencia, sigue hablando Juan Mejía Baca.

 

Agenda de la Casa: junio 2025

Imagen web_Agenda junioEn la Casa de la Literatura Peruana realizamos diversas actividades de acceso gratuito, tales como exposiciones literarias, proyecciones de cine, actividades infantiles, funciones de teatro, recitales de poesía, lecturas animadas, espectáculos musicales, conferencias, congresos, seminarios, préstamo de libros para lectura en sala y mucho más.

Visítanos de martes a domingo, de 10:00 a.m. a 7:00 p.m. El ingreso y nuestros servicios son gratuitos. Nuestra dirección es jirón Áncash 207, Centro Histórico de Lima.

Ven y participa.

Aquí descarga el programa de actividades de junio 2025

 

“El yo hecho prosa”: taller virtual de ensayos literarios

taller virtualLos viernes 27 de junio, 4, 11, 18 y 25 de julio de 2025, de 6:00 p. m. a 8:00 p. m. se realizará de manera virtual el taller de ensayos literarios El yo hecho prosa, a cargo del investigador literario Paulo César Peña. La participación es libre previa postulación. 

Sumilla

El taller de ensayos literarios se propone como un espacio de formación y reflexión para docentes en torno a ciertas prácticas didácticas, con base en el enfoque de mediación de lectura literaria y la conversación como estrategia básica, para así incentivar la lectura y la escritura de ensayos en la escuela.

El taller estará dividido en cinco sesiones. En la primera, se presentarán las características básicas del género argumentativo, así como lo que distingue al ensayo literario de otros tipos de textos argumentativos. Desde la segunda hasta la quinta, a partir de la lectura de una serie de ejemplos locales, se propicia la participación de los asistentes para la construcción colectiva de sentidos, empleando para ello la estrategia de la conversación literaria. También se formularán actividades de escritura que se realizarán durante el desarrollo del taller. En la última sesión, se comparten algunas reflexiones sobre la didáctica del texto argumentativo y, sobre todo, del ensayo literario.

En ese sentido, los postulantes deben mostrar su pleno compromiso para asistir a todas las sesiones del taller.

 

Objetivos

  • Afianzar el criterio de los participantes para apreciar e interpretar textos ensayísticos
  • Profundizar en el manejo de las operaciones para producir un texto ensayístico
  • Conocer y aplicar actividades de mediación para promover la lectura y escritura de textos ensayísticos

 

Programa

Semana 1: La argumentación escrita
Semana 2:
Escrituras del yo 1
Semana 3:
Escrituras del yo 2
Semana 4:
Escrituras del yo 3
Semana 5:
El ensayo literario en la escuela

 

Dirigido a

Docentes del nivel secundario. Para participar del laboratorio es necesario completar el siguiente formulario virtual (hacer click en el enlace), prestando especial atención a las preguntas incluidas en él, dado que son filtros importantes para la selección. Se podrá postular hasta el mediodía del jueves 19 de junio de 2025. La lista de personas seleccionadas se publicará el lunes 23 de junio en esta misma nota web. Hay en total 40 vacantes.

 

Sobre el tallerista

Paulo César Peña (Lima, 1986). Bachiller en Literatura por la UNMSM y Magíster en Didáctica de la lengua y la literatura por la UNIR (España). Cursó el programa de mediación Cátedra de lectura, escritura y bibliotecas del Perú. Ha dictado talleres de escritura creativa en instituciones públicas y privadas. Es autor de los ensayos 1945. Jorge Eduardo Eielson, vida y canción en Lima (2015) y Peregrinación a Santa Beatriz (2016). Es uno de los editores de la muestra de crónicas, Andanzas y reescrituras. Apuntes para perderse en Lima (2022). Actualmente, forma parte del equipo de Educación de la Casa de la Literatura Peruana.

 

«La literatura es fuego»: muestra de homenaje a Mario Vargas Llosa

La muestra La literatura es fuego se podrá visitar hasta el domingo 1 de junio. (Foto: Diego Díaz)
La muestra La literatura es fuego se podrá visitar hasta el domingo 1 de junio. (Foto: Diego Díaz)

Al conmemorarse el primer mes del fallecimiento de Mario Vargas Llosa, la Casa de la Literatura Peruana presenta la muestra La literatura es fuego, la cual tiene como eje principal el reconocimiento de la faceta de lector del nobel peruano, quien además de escritor de novelas y cuentos destacó como ensayista. La exposición estará abierta hasta el domingo 1 de junio en el Hall de la institución y puede visitarse de martes a domingo de 10:00 a.m. a 7:00 p.m. El ingreso es libre.

El encuentro de Mario Vargas Llosa con la ficción desde temprana edad le permitió reconocer los contrastes entre los mundos que se pueden crear en la literatura y la realidad en la que vivía. En la muestra, a través de tres breves secciones y una vitrina, se presenta su admiración por autores como los novelistas Gustave Flaubert (1821–1880), Victor Hugo (1802–1885), entre otros.

También está presente su faceta como ensayista en la que se evidencia el análisis, la investigación y la dedicación que le entrega a cada relato estudiado. La orgía perpetua, La tentación de lo imposible, Carta de batalla por Tirant lo Blanc, son algunos ejemplos de las lecturas.

Esta muestra rememora al lector apasionado que fue Vargas Llosa e invita a explorar su universo literario íntimo, que deja un legado en la literatura peruana.

Conferencia «Thomas Mann: un gran maestro de relatos»

Story_Thomas Mann1El jueves 5 de junio de 2025, a las 7:00 p.m., en el auditorio de la Casa de la Literatura Peruana (Jr. Áncash 207, Centro Histórico de Lima) se realizará la conferencia Thomas Mann: un gran maestro de relatos, a cargo del Dr. Enrique Banús Irusta. La actividad se da el marco de los 150 años del natalicio de Thomas Mann y es coorganizada con la Embajada de Alemania en Perú. El ingreso es libre.

Durante el evento participarán la embajadora de Alemania en Perú, Sabine Bloch y Gary Marroquín, director de la Casa de la Literatura Peruana

Sobre el evento

En una edición de las obras autobiográficas de Thomas Mann se dice que se vio a sí mismo como “representante cultural de su época”. Y realmente lo fue. Pero, como todos los grandes en la literatura, trasciende también esa época. Ante la preocupante crisis de la narración de nuestra época (Byung-Chul Han), la conferencia quiere mirar a Thomas Mann como gran maestro de grandes relatos: en las grandes novelas, en las novelas cortas, en su autobiografía. Y qué significa en ellos la ironía. Y cómo, cuando lo exige su época oscura, deja de lado relato e ironía, y se convierte en representante de la conciencia de toda época.

Sobre el ponente 

Prof. Dr. Enrique Banús Irusta, M.A., Dr. phil., Dr. h.c., Dr. h.c. Estudió Vergleichende Literaturwissenschaft, Germanistik, Romanistik en las Universidades de Bonn y Aachen. Ha sido profesor asistente en la RWTH Aachen, adjunto en la Universidad de Navarra, ordinario en la Universitat Internacional de Catalunya em Barcelona. Actualmente es Profesor Ordinario Principal en la Universidad de Piura (Facultad de Humanidades), Director del Centro Cultural y de la Maestría en Gestión Cultural. Profesor Visitante en la Universidades: Pontificia de la Santa Cruz (Roma), Panamericana (Ciudad de México), Villanueva (Madrid). Ha realizado más de 175 publicaciones académicas.

El Quipu Enredado presenta la obra foliostudio_oficial

Una escena de la obra que se presenta cada semana en nuestro auditorio. (Foto: Tom Quiroz)
Una escena de la obra que se presenta cada semana en nuestro auditorio. (Foto: Tom Quiroz)

Los sábados 3 y 17 de mayo, 14 y 21 de junio y 5 de julio, a las 7:00 p. m., y los domingos 4, 11, 18 y 25 de mayo, 1, 8, 15 y 22 de junio y 6 de julio, a las 7:00 p. m., el colectivo de artes vivas El Quipu Enredado presentará la obra “foliostudio_oficial”, para público en general, de 8 años en adelante. La cita es en el auditorio de la Casa de la Literatura Peruana (Jr. Ancash 207, Centro Histórico de Lima). Ingreso libre por estricto orden de llegada. Aforo limitado.

 

Sobre la obra

¿Quién no quiere un terreno? Un espacio para habitar, para echar raíces, para construir un proyecto. ¿Cómo encontrar el adecuado? ¿Qué tan lejos hay que ir?

En las ciudades abarrotadas, sólo queda espacio para habitar holgadamente los terrenos imaginados. ¿Cómo acceder a ellos? ¿Se requiere alguna preparación?

En efecto, no es tan sencillo instalarse en estos territorios: hay que tener cierta disposición de espíritu, fuerza para mover el ancla, ritmo para sacar los pies. No son de acceso libre. Los corredores que los ofrecen requieren la verificación de un conjunto de condiciones en los potenciales ocupantes, certificadas en dispositivos conocidos como nubes de acceso.

Por ello, el público cuenta ahora con el atelier “foliostudio_oficial”, que se especializa en brindar los más completos procesos inmersivos de acondicionamiento para habitar terrenos imaginados.

Gracias a sus folios de última generación, que combinan métodos tradicionales con tecnología de punta, esta startup lo hace posible, brindando al usuario una experiencia de calidad, que culmina con la obtención de una nube de acceso para quienes logren superar el proceso. Bajo la conducción de personal altamente calificado, un simpático bot casero especialmente ensamblado canaliza los procedimientos, asegurando un amigable acompañamiento paso a paso para los postulantes.

En esta nueva experiencia participativa, El Quipu Enredado nos vuelve a invitar a colocarnos de otro modo frente a la realidad. Como respuesta a la obra dramática La Mazorca, de Enrique Solari Swayne, el colectivo abre la pregunta por aquello que se necesita para conquistar un territorio. ¿Cómo ganarse un espacio? ¿Cómo imaginar un mundo? ¿Será que hay que escuchar el silencio en el vuelo de las aves, filtrar los tiempos desencajados que nos tocan, rasgar las cargas que nos lastran, comerse los apetitos, tomar la decisión? Todos son bienvenidos a intentarlo.

 

Sobre El Quipu Enredado

Proyecto orientado a la difusión de nuestras letras por medio de experiencias artísticas vivenciales. Este colectivo, que explora posibles nudos de encuentro entre los registros verbales del bagaje cultural nacional, alcanza la madurez con su décimo primera creación original, que llega luego de “El hábito salvaje”, un particular estudio que dialoga con la poesía de Blanca Varela, y Centro de Avivamiento”, un evento dedicado al reencuentro con el tiempo presente, que parte de la poesía de Alejandro Romualdo. Previamente, el colectivo presentó “Buen gobierno”, un recorrido interactivo que aborda la vigencia de Guaman Poma y su crónica en nuestros días, precedido de “Lo mismo lo distinto”, un mosaico delirante en que trece obras de distintos géneros de literatura peruana contemporánea se encuentran y dialogan. Anteriormente, El Quipu Enredado realizó un oportuno homenaje a Trilce con “Quién hace tánta bulla”, una experiencia acústica para celebrar los cien años del poemario de César Vallejo, y cerró el ciclo dedicado a los géneros literarios en nuestro medio con “Tu wonderful country”, abordando la narrativa de largo alcance a partir de dos novelas imprescindibles de José María Arguedas y Mario Vargas Llosa. Dicho ciclo se inició abordando la literatura dramática con “No existe sueño que no choque con la vida”, una propuesta interactiva a partir de las obras del dramaturgo Juan Ríos, luego la narrativa breve con “El fin del cuento”, una comedia negra a partir de cuentos peruanos contemporáneos, la lírica con “Eso que nos altera”, una experiencia multimedia en diversas plataformas a partir de poesía peruana contemporánea, y el ensayo con “Divina lectura”, una serie de podcasts satíricos que parten de la obra de Manuel González Prada. El equipo creativo en esta ocasión está conformado por Pilar Medina y Helannie Olórtegui, siempre bajo la dirección de Roberto Sánchez-Piérola.

 

 

Arte y poesía: archivo en la muestra sobre Alejandro Romualdo

Mural ubicado en la sección Compro y Compromiso de la exposición Alejandro Romualdo. En la extensión de la palabra. Se aprecian piezas de arte Katawa. (Foto: Diego Díaz / Casa de la Literatura Peruana)
Mural ubicado en la sección Compro y Compromiso de la exposición Alejandro Romualdo. En la extensión de la palabra. Se aprecian piezas de arte Katawa. (Foto: Diego Díaz / Casa de la Literatura Peruana)

La exposición Alejandro Romualdo. En la extensión de la palabra presenta a uno de los poetas más representativos de la generación del 50, así como sus diferentes facetas a través de una selección de su archivo personal, custodiado por la Casa de la Literatura Peruana desde el año 2018.

Visita la muestra de martes a domingo de 10:00 a.m. a 7:00 p.m., en la Sala 1 de la Casa de la Literatura Peruana (jirón Áncash 207, Centro Histórico de Lima). El ingreso es libre.

Por Luis Waman Malasquez

 

 

I

Tarde o temprano, quienes se adentran a la exposición Alejandro Romualdo. En la extensión de la palabra se detienen ante el mismo lugar. Atraídos por el contraste entre la suavidad del rosa y la extravagancia del negro, visitantes, solos o en compañía permanecen allí, quietos, con asombro, inspeccionando atentamente cada uno de los trazos del mural ubicado en la sección Compro y Compromiso. ¿Qué los detiene? ¿Qué despierta en ellos tanto interés y desconcierto? A medida que sus ojos examinan las cuatro pinturas, desplazándose de izquierda a derecha, una pregunta comienza a tomar forma, silenciosa e insistente: ¿No era Romualdo únicamente un poeta? ¿Será ésta una más de las numerosas caras desconocidas de Xanno? En medio de este enigma aún inconcluso, surge la imagen final: un joven de 25 años, en cuya cabeza un papel deletrea GENIAL, expone en la galería Negro Negro. Cuidadosamente situado al término del recorrido, este retrato no despeja la duda, sino que la amplifica. Y es allí, frente a esta última escena, donde la pregunta asoma —persistente e irremediable— en la mente del visitante: ¿Quién es ese otro Romualdo —el del trazo, el del gesto, el de la sonrisa— y por qué no cabe enteramente en los libros?

Tres años antes de que estas pinturas fueran dispuestas en la sala, el asombro había tenido lugar en otro espacio, mucho más silencioso e íntimo, sin vitrinas: un pequeño recinto en los ambientes del Archivo y Conservación de la Casa de la Literatura Peruana. Durante los meses más inciertos de la pandemia, nuevas cajas fueron entregadas al equipo por Laura Valle Pereira, hija del poeta. La primera entrega se había realizado en 2018. El nuevo grupo no eran cajas comunes. Además de resguardar la mayor cantidad de arte gráfico realizada por Alejandro Romualdo a lo largo de su vida, trajeron consigo una inesperada travesía que, desde entonces, tanto el equipo como los visitantes han transitado juntos, a pesar del tiempo. Como si el poeta y artista hubiera querido dejar un rastro, pero no un mapa: manuscritos inéditos, collages sin fecha, dibujos sin título, manchas sin contexto. 147 de esos bienes se encuentran en exposición. En el momento de la investigación, todo parecía hablar, aunque aún no se sabía en qué idioma. Pero de algo se tenía la certeza: el lenguaje con que esta obra había sido compuesta ya no eran las palabras. Archiveros, conservadoras y curadores, al igual que el visitante de hoy, se encontraron formulando aquella misma controversial pregunta: ¿cómo se vincula esto al autor de Canto coral a Túpac Amaru?Romualdo_9

 II

Complementando la entrega inicial del 2018, compuesta por cerca de treinta cajas equivalentes al 90% del archivo, esta segunda contenía, además de grandes sorpresas, un arduo desafío. Cada pieza deslumbraba; cada recorte, cada trazo, cada combinación de técnicas (collage, témperas, lápices, tintas, papel periódico) anunciaba no sólo al creador plural y multifacético; sino además, en palabras del equipo, a un taller en movimiento, vertiginoso, rebosante de vida. Ninguno de los especialistas —ni restauradores ni investigadores— había imaginado tal riqueza. Mientras se clasificaban los materiales, surgía un dilema: ¿cómo conservar y restaurar piezas tan espontáneas, hechas con lo que Romualdo tenía a la mano?, ¿cómo interpretar un conjunto en el que el gesto inacabado, los bocetos no descartados, las manchas de café y los pinceles con restos secos de color formaban parte esencial del relato? Por si fuera poco, a la vastedad de estilos le secundaba una personalidad versátil en emociones: el historietista Juan Acevedo, en una de sus visitas a la muestra, reconoció con entusiasmo el humor latente en las caricaturas. Aquella chispa capaz de convivir, como en su poesía, al lado de una profunda seriedad. Y es que, quizás, la clave para el visitante curioso no radique en buscar frontalmente una respuesta, sino en disfrutar de la extensa aventura de autodescubrimiento que Romualdo ejerció a través de todas las obras dispuestas en la muestra En la extensión de la palabra. Pese a los tres años de distancia, continúan conservándose como la huella fresca de un proceso, tal cual la encontró el equipo, al abrir por primera vez las cajas: un poeta que no descartaba bocetos, que conservaba paletas con pintura seca, que trabajaba sobre recortes de periódico… como si cada fragmento del día pudiera ser arte. Que se permitía, como pocos, la travesura y la mezcla.

Detenerse, comparar, buscar indicios, hallar pistas, desencasillar al artista, ¿no son aquellos los mismos gestos de los visitantes al ingresar a la muestra? Gracias al trabajo articulado del equipo de Archivo y Conservación con el área de Investigación y Curaduría, diferentes tiempos se unifican a partir de un sólo vistazo, o brochazo: sobreponiéndose como los trazos de aquello que Romualdo, en su último período, denomino arte Katawa. La gran novedad de la exposición En la extensión de la palabra.

Piezas de arte Katawa en la exposición «Alejandro Romualdo. En la extensión de la palabra».  (Foto: Diego Díaz / Casa de la Literatura Peruana)
Piezas de arte Katawa en la exposición «Alejandro Romualdo. En la extensión de la palabra». (Foto: Diego Díaz / Casa de la Literatura Peruana)

III

Algunas copias en el archivo tienen escrito al pie “Arte Katawa”. Otras tantas lo llevaban en el reverso, a veces con indicaciones vagas, otras con insistencia casi pedagógica. Como si Romualdo, al final de su vida, hubiese sentido la urgencia de dejar una clave, un indicio para el porvenir. Lo cierto es que, más allá del nombre, no existía registro alguno de este concepto fuera de su archivo, asegura el historiador Óscar Valdivia, de Archivo y Conservación. Ningún referente externo, ninguna teoría, ningún manifiesto. Fue entonces tarea del equipo reconstruir el horizonte simbólico de este enigmático conjunto. Mediante entrevistas, sesiones de trabajo y conferencias internas, el equipo —conformado por especialistas como María Rodríguez, Óscar Valdivia, Natalia Sapo y Rodrigo Vera— fue articulando ejes temáticos, líneas de lectura, conjeturas. Basados en anotaciones sueltas y cuadernos personales, asumieron el desafío de reconstruir el horizonte simbólico de este enigmático conjunto. El arte Katawa, lejos de un estilo cerrado, parecía ser una actitud, una práctica final, casi testamentaria. El poeta, ahora consolidado como artista, ensayaba una nueva forma de percepción: imágenes intervenidas, texturas yuxtapuestas, gestos que bordean lo abstracto sin perder del todo la figura. Algunas piezas, fechadas entre el 2002 y el 2005, parecen los vestigios de un impulso secreto, como si en sus últimos años Romualdo hubiese estado formulando, silenciosamente, un arte que sorteará la conclusión inevitable de su vida.

El equipo, en esta etapa, detectó una continuidad con aquella muestra de Negro Negro, donde ciertos trazos ya anunciaban la aparición de este estilo. En su forma, el arte Katawa se alía a las derivas del pop art —como en Warhol o Rauschenberg—, pero en su fondo late otra pulsión: una conciencia de finitud, de lo irrepetible. Y, por supuesto, cierta afinidad y predilección por la iconografía shipibo-konibo, de la cual parece beber en gran medida. No es extraño, entonces, que las pinturas no estén todas fechadas, ni que muchas de ellas aún no se encuentren disponibles en el archivo digital. Hay algo aquí que se resiste a la clausura. Como si el propio artista supiera que estas obras no habían sido hechas para concluir, anunciando perennemente una próxima etapa, a la que habremos de aguardar por siempre. Frente a ellas, hoy, el visitante intuye —igual que los investigadores tiempo atrás— que está ante un umbral: no el de una obra cerrada, sino el de una pregunta que se abre. Romualdo no se agota en lo dicho, ni se contiene en su época. Su arte, incluso ahora, exige ser descubierto. Y esa exigencia —tan viva, tan presente— convierte cada encuentro en una primera vez.

Alejandro Romualdo: El estilo de todos

La exposición sobre Alejandro Romualdo reúne parte del archivo personal del poeta que conserva la Casa de la Literatura gracias a la confianza de sus herederos. (Fotos: Diego Díaz)
La exposición sobre Alejandro Romualdo reúne parte del archivo personal del poeta que conserva la Casa de la Literatura gracias a la confianza de sus herederos. (Fotos: Diego Díaz)

Presentamos estas impresiones, desde la mirada de un visitante, de la exposición Alejandro Romualdo. En la extensión de la palabra. La muestra puede recorrerse de martes a domingo de 10:00 a.m. a 7:00 p.m., en la Sala 1 de la Casa de la Literatura Peruana (jirón Áncash 207, Centro Histórico de Lima). Ingreso libre.

 

Por Luis Waman Malasquez

I

En medio de la sala, segunda sección, destaca la imagen de un hombre que observa la cámara: el brazo, dirigido firmemente al lienzo, delata la pericia del profesional gráfico; pero el rostro —desprevenido, mirando hacia el lente— revela el gesto sensible de un poeta, a punto de crear. “Pues la rosa es la que arde en mis manos, no en mi mente” expresó algún tiempo atrás. Es Alejandro Romualdo, sosteniendo un pincel, en el centro de la exposición denominada En la extensión de la palabra. Esta imagen es de 1966, y él tiene 40 años.

Si el visitante se desplaza hacia la derecha y mira hacia el techo, sobre la sección Compro y compromiso, un poema flotante y revelador capturará su atención: Poética. Dicha elección no es arbitraria: pertenece al libro Cuarto mundo, escrito entre 1945 y 1970, y funge a modo de puente que unifica dos etapas cruciales en su vida. Son, por ello, dos los versos que, de reparar un instante sobre ellos —en la última estrofa— habrán de brindarle la pauta con que apreciar los dos rostros de Xanno, el poeta y el ilustrador: esencia de esta exposición.

Observemos: la Rosa misma es la que ve la gente manifestó aquel joven, cuyos primeros trazos, publicados desde los 14 años en los periódicos, aparecieron ante los ojos de los lectores. “Aquella que brilla por presente”, logró aquel adulto cuya producción, rodeada de ilustraciones y avisos publicitarios —a mitad de camino entre lo comercial y lo político—, pero sin nunca excluir lo poético, resplandeció en el imaginario popular como alguna estrella en el firmamento, o en la galaxia. 

Tal es el acertado título de la tercera sección: Revolución y galaxias, a la que el visitante llegará tras desplazarse hacia la izquierda, aterrizando en una sala azul, el color del espacio. Allí, donde los vaivenes de la época y los avances tecnológicos vuelan con la rapidez de una nave, los emergentes movimientos sociales encuentran novedosas maneras de llegar al público. Además del estallido de la cultura audiovisual —abarcando la televisión y la fotografía—, supone un nuevo capítulo para la prensa y la gráfica. Y un atento y renovado Romualdo (entre sus 48 y 45 años) logra encauzar otros medios de expresión en el poder de su palabra: música, protesta y montaje audiovisual potenciaron sus versos, marcando así la memoria del observador como la primera huella del hombre en la Luna.

2

II

Al volver al centro de la segunda sección, El espacio social de la gráfica, y mirar nuevamente el retrato, se advertirá un detalle significativo: hay una tela que Romualdo pronto colmará con sus trazos. Pues En la extensión de la palabra aúna las dos ramas de una misma pasión, las dos secciones nacientes de un centro: la comunicación humana. Si el visitante retrocede unos seis pasos, aparece otro poema colgante, íntimamente entrelazado con la fotografía. El poeta tiene 32 años; su poema es de 1958, pero nos habla directamente aún en 2025: “pero tú quieres que yo persista, que yo y el espejo seamos una sola imagen”.

Este no será el único cambio, pues algo en la mirada del visitante se habrá transformado: ahora sabe que la seguridad de Romualdo al sostener la brocha revela su convicción al embarcarse en múltiples proyectos. Por ejemplo, en los poemas de La torre de los alucinados, publicados en 1949, exploró temas como el amor, la pureza y la muerte. Esta visión no la perdió, puesto que en Revolución y galaxias la mirada infantil del poeta, mediante las caricaturas, se revitaliza con desenfado e ironía.

En el poemario Edición extraordinaria (1958) la palabra se alinea con la urgencia de los titulares periodísticos, denunciando las injusticias que golpeaban a campesinos, obreros y ciudadanos del Perú y del mundo. Esta obra, si bien polarizó a la crítica, reafirmó la inclinación de Romualdo a servir, informar y sensibilizar al hombre de a pie mediante un lenguaje directo y popular. No es coincidencia, pues, que Compro y compromiso revele en sus vitrinas las huellas tempranas de esta mano combativa: están allí los primeros ejemplares del libro, enmarcados como una protesta congelada en el tiempo, recordando que la contienda aún no termina. La muestra presenta, además, los artículos periodísticos en que Romualdo defiende un arte vinculado a la vida, a la altura de las circunstancias históricas que nos urgen a tomar partido.

Y también hirió, con suma mordacidad, cuando el poeta devino en satirista. Lo hizo mediante Diálogos de Inga y Mandinga, cuyas voces costumbristas desmontaban la escena nacional con humor agrio, y a través de criaturas híbridas y estridentes que encarnaban las alianzas y disputas del poder circunstancial de su época: militares, caudillos y líderes de partido, todos parodiados en hilarantes escenas aparecidas en diarios como La PrensaExpreso o La Crónica.

Símbolos de la controversia, los trazos de Romualdo resaltan, entre el tenue y apacible azul de Revolución y galaxias, como un punzante y coloquial meteorito, producto de una sociedad sacudida por contradicciones y desigualdades. Este pequeño cosmos de dibujos y sátiras, nacida del mismo pulso que antaño delineaba versos e imprimía tinta, completa el circuito. Desde la sensibilidad lírica hasta la crítica social, desde la palabra escrita hasta el trazo gráfico, toda la obra de Romualdo orbita en torno a una misma convicción: que el arte, como la mano, debe estar siempre dispuesta a tocar, a alzar, a señalar.

 

3

III

En la sección El espacio social de la gráfica, el visitante encontrará una condensación perfecta: el vórtice de esta galaxia hecha exposición. Porque en el corazón de esta muestra, alrededor del retrato, girando en torno suyo, habita un campo expandido de estrellas, todas cargadas de sentido.

Junto a la mano de Romualdo, cuyo pincel extendido remite a la varita de un mago, una pequeña publicidad de Inca Kola asoma transformada en retablo: lo popular elevado a ícono de masas, la tradición robustecida por la modernidad. Su arte gráfico capta, reproduce y transforma muchas de estas nuevas sensibilidades, leemos en el texto curatorial. Así, pues, ni decorado ni folclor, este boceto apunta hacia el diseño de una identidad colectiva, fácilmente encontrable en la mesa del pueblo: un símbolo forjado en el pasado, adaptado a las urgencias de un presente en formación. La esencia, al fin y al cabo, de toda buena poesía. En El arte publicitario, un Romualdo de 29 años manifiesta la integridad y el compromiso de su labor como ilustrador. Hay una metáfora sutil en esta disposición espacial: la cabeza en las letras, y la mano en el lienzo; arriba, la escritura, abajo, la gráfica. Xanno, como Jano, el dios de las dos caras, se nos revela como un cuerpo que piensa en páginas y actúa en afiches, que teoriza y dibuja, que lee y traza. Adyacente al lado izquierdo, la cubierta de La vela verde, una de sus numerosas portadas ilustradas. Más hacia el borde, una caricatura amarilla y un poema escrito con tinta densa reafirman la dimensión política de su vocación: “el precio del hombre puede bajar más aún”. No es coincidencia que este verso pertenezca al libro titulado Avisos luminosos: los ocho objetos aquí descritos son, todos, alertas de lo urgente, anuncios de la resistencia y recordatorios de la dignidad.

Y al otro lado, completamente a la derecha —ligeros, casi invisibles—, aparecen un torito de Pucará y un dibujo sin terminar. Son los vestigios menores de una sensibilidad mayor: fragmentos de una nación que busca expresarse también desde los márgenes: tal es su ubicación exacta. Pues Romualdo entendió, anticipándose a su generación, que la gráfica popular no es un simple entretenimiento, sino otra forma de comunicarse con él. Y que un poema puede comenzar en un cartel, como un gesto puede transformarse en símbolo, y una imagen fugaz, si se afinca en la memoria, devenir patria.

Estos elementos, a primera vista dispersos, conforman en realidad una tríada crítica, en consonancia y complemento de las tres secciones anteriormente descritas: tradición, humor popular y reflexión sobre los lenguajes de lo visible. Bajo esta superficie, como cimiento secreto, se despliega un mapa mental: un diagrama donde términos vinculados a la escritura —“retórica”, “polisemia”, “tropos”, “chiste”— conviven con signos del dibujo —“punto”, “raya”, “color”— en un diseño pleno de personalidad y extravagancia. La poesía y la publicidad, en manos de Xanno, conviven afines.

 

4

IV

 

Es a través de El espacio social de la gráfica, por tanto, donde el visitante encuentra articulada la apuesta más radical de Romualdo: fundir arte y existencia, gesto y pensamiento, signo y cuerpo. Las otras dos secciones giran a su alrededor: una irrumpe como un puño, la otra desestabiliza como una sonrisa, y de ambas se desprende el aroma de una poesía constantemente reelaborada.

Tanto Compro y compromiso como Revolución y galaxias orbitan este centro invisible, a semejanza de constelaciones movidas por una misma fuerza. Porque En la extensión de la palabra no se propone un recorrido lineal, sino una cartografía redonda, y en movimiento, rotando sobre sí: un firmamento de signos cuyo deleite y comprensión se amplifica tras cada nueva vuelta. La fotografía no se contempla: se habita. Los paneles no se observan: se protagonizan. Y con cada regreso, el visitante añade una capa más al retrato. Un revitalizante giro a la espiral.

 

 

Servicio de extensión bibliotecaria llegó a la provincia de Canta

Durante el viernes 16 y sábado 17 de mayo se visitaron diversas instituciones educativas en la provincia de Canta.
Durante el viernes 16 y sábado 17 de mayo se visitaron diversas instituciones educativas en la provincia de Canta.

La Casa de la Literatura Peruana llevó su servicio de Libros Visitantes y de extensión bibliotecaria a la provincia de Canta, en el departamento de Lima. Durante el viernes 16 y sábado 17 de mayo se realizaron actividades de lectura, préstamos de libros, talleres del libro cartonero y charlas, además de donaciones de libros. El equipo estuvo a cargo de Liliana Polo y Milagros Curi, del equipo de biblioteca la institución, así como de Milagros Vara, mediadora de lectura de la zona.

Estas actividades beneficiaron a estudiantes, padres de familia de diversas instituciones educativas y vecinos de la zona. Entre los espacios visitados el viernes 16 se encuentran la institución educativa de nivel inicial y primaria de la comunidad de San Miguel, la escuela multigrado de Acochaca y la institución educativa de secundaria Gabriel Moreno. En esta última se realizó una presentación de libros-objeto, la lectura de un mito de Dioses y hombres de Huarochirí y se finalizó con la elaboración de un minilibro cartonero desplegable. Además, se organizó una reunión con familias para una lectura conjunta con los niños en la biblioteca comunal de Obrajillo.

El sábado 17 de mayo se realizaron diversas actividades con los niños usuarios de la biblioteca comunal José Casquero Bao, en la comunidad de Obrajillo. Se leyeron y presentaron algunas publicaciones que forman parte de la biblioteca de la Casa de la Literatura Peruana, con la participación de algunas madres del Comité de Educación. Al final de la jornada, se compartieron relatos breves adaptados del libro Historias para compartir en familia, última publicación del MINEDU. También se narró un cuento utilizando el kamishibai y se concluyó la sesión con dibujos realizados por los niños a partir de lo leído y escuchado.

La Casa de la Literatura Peruana agradece el apoyo de los docentes y estudiantes de Canta, así como del Comité de Educación de Obrajillo, quienes acogieron con interés las actividades del servicio. Asimismo, se brindaron orientaciones básicas al Comité de Educación para la sostenibilidad de la biblioteca comunal de Obrajillo.

 

 

Bebetecas amplía sus acciones e inaugura sesiones en centro del INABIF

(Foto: Inabif)
(Foto: Inabif)

Desde su creación en 2016, el programa Bebetecas de la Casa de la Literatura Peruana ha beneficiado a más de 20 mil niños y familias, mediante actividades realizadas en maternidades, hospitales, centros de reclusión, escuelas, bibliotecas y ferias, así como en la sede de la institución. Actualmente, el programa amplía su alcance a los Centros de Acogida y suma nuevos colegios de educación inicial en la ciudad.

En sentido, se inauguraron las sesiones en el CAR Hogar Divino Jesús, del INABIF, en San Miguel. Durante la inauguración, estuvieron presentes Gary Marroquín Mendoza, director de la Casa de la Literatura Peruana, Carmen Rosa Oroz Bocangel, directora de la Unidad de Servicios de Protección de Niñas, Niños y Adolescente de INABIF y Maribel Calderón Ochoa, directora Del CAR HOGAR Divino Jesús.

 

Sobre el programa

El programa Bebetecas tiene como objetivo principal fortalecer el vínculo entre madres, padres y sus hijos, desde recién nacidos hasta los 6 año, a través de cantos, arrullos, poemas y cuentos provenientes de la tradición oral y la literatura infantil. En cada sesión, las especialistas de la Casa de la Literatura, junto con los integrantes del programa Abuelas y Abuelos Cuentacuentos, presentan un repertorio de canciones e invitan a las familias a interactuar cantando directamente a sus niños para de esta forma estimularlos a través de la voz y la interacción.

Una parte fundamental del trabajo de las Bebetecas es la participación de los voluntarios del programa Abuelas y Abuelos Cuentacuentos de la Casa de la Literatura Peruana. Su labor contribuye a crear las condiciones para el futuro acceso a la lectura y escritura. En el caso de los recién nacidos a través de la estimulación prenatal mediante la técnica auditiva.

Como parte de las estrategias para potenciar el programa, se han elaborado tres cancioneros que reúnen antologías de arrullos, juegos de palabras y canciones, con el objetivo de propiciar el primer vínculo musical de los bebés con el lenguaje. Esta nueva colección ofrece un repertorio de piezas de autores y cantautores de distintas regiones del Perú y del mundo.

En el año 2024, el programa Bebetecas  recibió el reconocimiento de Ciudadanos al Día (CAD), como una Buena Práctica en Gestión Pública 2024 en la categoría Inclusión Social del Premio BPG. Este reconocimiento nos impulsa a seguir trabajando en favor de la primera infancia y la lectura.

Taller

Como parte del programa, se ha desarrollado el taller formativo “Duerme negrito”, cuya nueva edición ya está abierta. Las sesiones se llevarán a cabo los días martes y jueves 3, 5, 10, 17 y 19 de junio, de 5:00 p.m. a 7:00 p.m. Este espacio está dirigido a educadoras de primera infancia, mediadores de lectura, estudiantes de educación inicial, obstetras y público interesado. La postulación puede realizarse a través del siguiente enlace: https://www.casadelaliteratura.gob.pe/taller-bebetecas-duerme-negrito-junio-2025/

Síguenos

400,285FansMe gusta
27,325SeguidoresSeguir
8,650SuscriptoresSuscribirte