Alejandro Romualdo: El estilo de todos

La exposición sobre Alejandro Romualdo reúne parte del archivo personal del poeta que conserva la Casa de la Literatura gracias a la confianza de sus herederos. (Fotos: Diego Díaz)
La exposición sobre Alejandro Romualdo reúne parte del archivo personal del poeta que conserva la Casa de la Literatura gracias a la confianza de sus herederos. (Fotos: Diego Díaz)

Presentamos estas impresiones, desde la mirada de un visitante, de la exposición Alejandro Romualdo. En la extensión de la palabra. La muestra puede recorrerse de martes a domingo de 10:00 a.m. a 7:00 p.m., en la Sala 1 de la Casa de la Literatura Peruana (jirón Áncash 207, Centro Histórico de Lima). Ingreso libre.

 

Por Luis Waman Malasquez

I

En medio de la sala, segunda sección, destaca la imagen de un hombre que observa la cámara: el brazo, dirigido firmemente al lienzo, delata la pericia del profesional gráfico; pero el rostro —desprevenido, mirando hacia el lente— revela el gesto sensible de un poeta, a punto de crear. “Pues la rosa es la que arde en mis manos, no en mi mente” expresó algún tiempo atrás. Es Alejandro Romualdo, sosteniendo un pincel, en el centro de la exposición denominada En la extensión de la palabra. Esta imagen es de 1966, y él tiene 40 años.

Si el visitante se desplaza hacia la derecha y mira hacia el techo, sobre la sección Compro y compromiso, un poema flotante y revelador capturará su atención: Poética. Dicha elección no es arbitraria: pertenece al libro Cuarto mundo, escrito entre 1945 y 1970, y funge a modo de puente que unifica dos etapas cruciales en su vida. Son, por ello, dos los versos que, de reparar un instante sobre ellos —en la última estrofa— habrán de brindarle la pauta con que apreciar los dos rostros de Xanno, el poeta y el ilustrador: esencia de esta exposición.

Observemos: la Rosa misma es la que ve la gente manifestó aquel joven, cuyos primeros trazos, publicados desde los 14 años en los periódicos, aparecieron ante los ojos de los lectores. “Aquella que brilla por presente”, logró aquel adulto cuya producción, rodeada de ilustraciones y avisos publicitarios —a mitad de camino entre lo comercial y lo político—, pero sin nunca excluir lo poético, resplandeció en el imaginario popular como alguna estrella en el firmamento, o en la galaxia. 

Tal es el acertado título de la tercera sección: Revolución y galaxias, a la que el visitante llegará tras desplazarse hacia la izquierda, aterrizando en una sala azul, el color del espacio. Allí, donde los vaivenes de la época y los avances tecnológicos vuelan con la rapidez de una nave, los emergentes movimientos sociales encuentran novedosas maneras de llegar al público. Además del estallido de la cultura audiovisual —abarcando la televisión y la fotografía—, supone un nuevo capítulo para la prensa y la gráfica. Y un atento y renovado Romualdo (entre sus 48 y 45 años) logra encauzar otros medios de expresión en el poder de su palabra: música, protesta y montaje audiovisual potenciaron sus versos, marcando así la memoria del observador como la primera huella del hombre en la Luna.

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II

Al volver al centro de la segunda sección, El espacio social de la gráfica, y mirar nuevamente el retrato, se advertirá un detalle significativo: hay una tela que Romualdo pronto colmará con sus trazos. Pues En la extensión de la palabra aúna las dos ramas de una misma pasión, las dos secciones nacientes de un centro: la comunicación humana. Si el visitante retrocede unos seis pasos, aparece otro poema colgante, íntimamente entrelazado con la fotografía. El poeta tiene 32 años; su poema es de 1958, pero nos habla directamente aún en 2025: “pero tú quieres que yo persista, que yo y el espejo seamos una sola imagen”.

Este no será el único cambio, pues algo en la mirada del visitante se habrá transformado: ahora sabe que la seguridad de Romualdo al sostener la brocha revela su convicción al embarcarse en múltiples proyectos. Por ejemplo, en los poemas de La torre de los alucinados, publicados en 1949, exploró temas como el amor, la pureza y la muerte. Esta visión no la perdió, puesto que en Revolución y galaxias la mirada infantil del poeta, mediante las caricaturas, se revitaliza con desenfado e ironía.

En el poemario Edición extraordinaria (1958) la palabra se alinea con la urgencia de los titulares periodísticos, denunciando las injusticias que golpeaban a campesinos, obreros y ciudadanos del Perú y del mundo. Esta obra, si bien polarizó a la crítica, reafirmó la inclinación de Romualdo a servir, informar y sensibilizar al hombre de a pie mediante un lenguaje directo y popular. No es coincidencia, pues, que Compro y compromiso revele en sus vitrinas las huellas tempranas de esta mano combativa: están allí los primeros ejemplares del libro, enmarcados como una protesta congelada en el tiempo, recordando que la contienda aún no termina. La muestra presenta, además, los artículos periodísticos en que Romualdo defiende un arte vinculado a la vida, a la altura de las circunstancias históricas que nos urgen a tomar partido.

Y también hirió, con suma mordacidad, cuando el poeta devino en satirista. Lo hizo mediante Diálogos de Inga y Mandinga, cuyas voces costumbristas desmontaban la escena nacional con humor agrio, y a través de criaturas híbridas y estridentes que encarnaban las alianzas y disputas del poder circunstancial de su época: militares, caudillos y líderes de partido, todos parodiados en hilarantes escenas aparecidas en diarios como La PrensaExpreso o La Crónica.

Símbolos de la controversia, los trazos de Romualdo resaltan, entre el tenue y apacible azul de Revolución y galaxias, como un punzante y coloquial meteorito, producto de una sociedad sacudida por contradicciones y desigualdades. Este pequeño cosmos de dibujos y sátiras, nacida del mismo pulso que antaño delineaba versos e imprimía tinta, completa el circuito. Desde la sensibilidad lírica hasta la crítica social, desde la palabra escrita hasta el trazo gráfico, toda la obra de Romualdo orbita en torno a una misma convicción: que el arte, como la mano, debe estar siempre dispuesta a tocar, a alzar, a señalar.

 

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III

En la sección El espacio social de la gráfica, el visitante encontrará una condensación perfecta: el vórtice de esta galaxia hecha exposición. Porque en el corazón de esta muestra, alrededor del retrato, girando en torno suyo, habita un campo expandido de estrellas, todas cargadas de sentido.

Junto a la mano de Romualdo, cuyo pincel extendido remite a la varita de un mago, una pequeña publicidad de Inca Kola asoma transformada en retablo: lo popular elevado a ícono de masas, la tradición robustecida por la modernidad. Su arte gráfico capta, reproduce y transforma muchas de estas nuevas sensibilidades, leemos en el texto curatorial. Así, pues, ni decorado ni folclor, este boceto apunta hacia el diseño de una identidad colectiva, fácilmente encontrable en la mesa del pueblo: un símbolo forjado en el pasado, adaptado a las urgencias de un presente en formación. La esencia, al fin y al cabo, de toda buena poesía. En El arte publicitario, un Romualdo de 29 años manifiesta la integridad y el compromiso de su labor como ilustrador. Hay una metáfora sutil en esta disposición espacial: la cabeza en las letras, y la mano en el lienzo; arriba, la escritura, abajo, la gráfica. Xanno, como Jano, el dios de las dos caras, se nos revela como un cuerpo que piensa en páginas y actúa en afiches, que teoriza y dibuja, que lee y traza. Adyacente al lado izquierdo, la cubierta de La vela verde, una de sus numerosas portadas ilustradas. Más hacia el borde, una caricatura amarilla y un poema escrito con tinta densa reafirman la dimensión política de su vocación: “el precio del hombre puede bajar más aún”. No es coincidencia que este verso pertenezca al libro titulado Avisos luminosos: los ocho objetos aquí descritos son, todos, alertas de lo urgente, anuncios de la resistencia y recordatorios de la dignidad.

Y al otro lado, completamente a la derecha —ligeros, casi invisibles—, aparecen un torito de Pucará y un dibujo sin terminar. Son los vestigios menores de una sensibilidad mayor: fragmentos de una nación que busca expresarse también desde los márgenes: tal es su ubicación exacta. Pues Romualdo entendió, anticipándose a su generación, que la gráfica popular no es un simple entretenimiento, sino otra forma de comunicarse con él. Y que un poema puede comenzar en un cartel, como un gesto puede transformarse en símbolo, y una imagen fugaz, si se afinca en la memoria, devenir patria.

Estos elementos, a primera vista dispersos, conforman en realidad una tríada crítica, en consonancia y complemento de las tres secciones anteriormente descritas: tradición, humor popular y reflexión sobre los lenguajes de lo visible. Bajo esta superficie, como cimiento secreto, se despliega un mapa mental: un diagrama donde términos vinculados a la escritura —“retórica”, “polisemia”, “tropos”, “chiste”— conviven con signos del dibujo —“punto”, “raya”, “color”— en un diseño pleno de personalidad y extravagancia. La poesía y la publicidad, en manos de Xanno, conviven afines.

 

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IV

 

Es a través de El espacio social de la gráfica, por tanto, donde el visitante encuentra articulada la apuesta más radical de Romualdo: fundir arte y existencia, gesto y pensamiento, signo y cuerpo. Las otras dos secciones giran a su alrededor: una irrumpe como un puño, la otra desestabiliza como una sonrisa, y de ambas se desprende el aroma de una poesía constantemente reelaborada.

Tanto Compro y compromiso como Revolución y galaxias orbitan este centro invisible, a semejanza de constelaciones movidas por una misma fuerza. Porque En la extensión de la palabra no se propone un recorrido lineal, sino una cartografía redonda, y en movimiento, rotando sobre sí: un firmamento de signos cuyo deleite y comprensión se amplifica tras cada nueva vuelta. La fotografía no se contempla: se habita. Los paneles no se observan: se protagonizan. Y con cada regreso, el visitante añade una capa más al retrato. Un revitalizante giro a la espiral.