Los exilios del poeta Juan Gonzalo Rose

Juan Gonzalo Rose en la década de 1950 en México, disfrazado de vaquero mexicano. (Foto: Archivo familia Rose Gros)
Juan Gonzalo Rose en la década de 1950 en México, disfrazado de vaquero mexicano. (Foto: Archivo familia Rose Gros)

Este texto es una indagación sobre la vida y obra del poeta peruano Juan Gonzalo Rose (1927-1983), de quien la Casa de la Literatura trabaja un proyecto de reportaje audiovisual gracias a la colaboración de la familia de dicho autor. Una versión ligeramente editada de este perfil fue publicado en el número 19 de la revista literaria Buensalvaje. Presentamos aquí la versión extendida con motivo de la celebración de un nuevo natalicio.

 

Por Jaime Cabrera Junco*

En su poesía hay profundos hallazgos, mientras que en su biografía, algunos extravíos. Juguetón y ocurrente con sus amigos y familiares, era más bien huraño con los desconocidos y de una expresión melancólica mientras bebía un café o una copa en alguna mesa solitaria. Sus versos, en papel y en las melodías de sus valses, encierran sabiduría en palabras simples. Le tomó la posta a Felipe Pinglo aunque primero fue discípulo de Vallejo. De una generación de poetas virtuosos –la del 50–, su voz era la más sencilla. Su mirada se posaba sobre el vaso que contiene el agua de la infancia y añoraba aquello que se ha alejado acaso para siempre. Reconcilió en nuevo matrimonio a la palabra y a la música. Prueba de que lo logró es el vigente vals Tu voz, como también sus poemas de melodía incorporada. Retornar a Juan Gonzalo Rose es volver a las canciones, conectarse con el autodenominado “cartero de los tristes” y el artífice de la ironía como aquella de para comerse un hombre en el Perú hay que sacarle primero las espinas y las vísceras heridas. Los misterios de su vida se desprenden de su espíritu burlón que en su momento más triste le llevó a decir: “estoy muy gordo, pero aún puedo entrar por la puerta de la felicidad”.

 

POESÍA, LUZ ARMADA

“Parece que nací bajo el signo del exilio”, pronunció en una conferencia organizada por la Biblioteca Nacional en febrero de 1976. El primer exilio fue gozoso. Nació el 10 de enero de 1927, en Barrios Altos, muy cerca de la actual Maternidad de Lima. Él mismo se encargó de hacer creer que había nacido en Tacna, en 1928, pero en realidad viajó recién a la Ciudad Heroica cuando tenía un año y medio. Sus padres se habían sumado voluntariamente al contingente de profesores que se encargarían de la educación de los escolares de una Tacna que volvía al Perú luego de casi 50 años de cautiverio chileno. La infancia en el sur fue de descubrimiento pleno. Junto a su hermano Francisco conseguían los cancioneros de valses y boleros para ensayar en casa, esto a escondidas de su padre, quien era un hombre callado y de costumbres frugales. “De mi mamá viene lo de la música”, recuerda Francisco Rose, psiquiatra y compositor aficionado. Doña Jesús Gros cantaba tangos y cambiaba las letras de los boleros mexicanos adaptándolos a temas educativos para sus estudiantes de primaria. Juan Gonzalo se perfilaba como cantante e iba a la radio a cantar valses. Además, destacaba como deportista. “Fue campeón de vallas y de 50 metros planos”, señala don Paco, de quien en YouTube puede escucharse una polka en homenaje al futbolista Paolo Guerrero.

El segundo exilio de Juan Gonzalo fue su primer gesto político. Tenía 14 años, cursaba la secundaria en el Colegio Nacional Francisco Bolognesi, cuando fue expulsado por haberse opuesto al maltrato físico de uno de sus compañeros. “Agarré a patadas al inspector de disciplina porque golpeó a mi amigo ‘Sapito Aguirre’”, diría en aquella conferencia en la Biblioteca Nacional. La acción inmediata del padre fue enviarlo a Lima para que complete sus estudios. Juan Gonzalo se alojó en casa de su abuela paterna y fue matriculado en el Colegio Claretiano de Magdalena. Este cambio de ambiente lo alejó momentáneamente de su afición musical y lo perfiló como deportista. A pesar de no ser muy alto integró la selección de baloncesto y destacó en el fútbol. La música se alejaba al compás de los dribles y zancadas con el balón, pero volvería más adelante envuelta de poesía. Un año después llegaría un nuevo exilio también por convicciones políticas. “En el Claretiano encontró unos curas fascistas españoles, que hablaban mal de la República, y por rebelde lo amenazaron con no tomarle los exámenes de fin de año”, señaló su amigo César Lévano. Fue trasladado al colegio José María Eguren de Barranco. Lo que más le ardía del franquismo era la muerte de uno de sus poetas favoritos: Federico García Lorca. En el colegio barranquino descubrió a su primera gran influencia: César Vallejo. Gustavo Gutiérrez, sacerdote peruano e impulsor de la teología de la liberación, fue compañero de Rose y en un testimonio en la revista Múltiple recuerda una experiencia poética: “Un buen día estando yo en silla de ruedas, se apareció en mi casa un joven desconocido. ‘Soy Gonzalo Rose’, me dijo. Te he traído algo, añadió, y me entregó un poema escrito a mano, con una cuidadosa caligrafía, en una hoja de cuaderno escolar; se llamaba ‘Niños azules comulgan’, lo firmaba con un seudónimo: César Vélez”. El poema, según el relato del religioso, insinuaba ya un estilo que se afirmaría después y que tendría inicialmente una impronta vallejiana. Su primer poema, sin embargo, se llamaría “Calama”, y lo escribiría al poco tiempo de mudarse a Lima. De este y otros escritos adolescentes no hay rastros.

El próximo exilio será voluntario y a la larga doloroso. Decidido a ser docente como sus padres, el poeta de la ternura ingresó a la Facultad de Letras de San Marcos en 1945. El Perú vivía una fugaz primavera democrática y hacer política era inevitable en aquellos tiempos recios. Como dirigente estudiantil fue seducido por el discurso del Apra, pero se desvincularía decepcionado cuando, en una convención, los militantes de la estrella pifiaron a dirigentes puertorriqueños que buscaban respaldo a su anhelo independentista. “Me alejé del partido, desconcertado y dolorido, con mis dieciocho meses de fanática militancia”, dirá después. Abrazó el comunismo y fue secretario del Movimiento por la Paz. En 1948 el golpe del general Odría se tradujo en persecución contra apristas y comunistas, muchos de ellos estuvieron en la cárcel y otros optaron por el destierro. “Somos los constructores de días esplendentes/¡constructores!/sentad esta palabra en la conciencia/para que ella presida /el diario acaecer del movimiento”. Así inicia el poema “Los jóvenes que luchan por la paz”, escrito por Rose a los 24 años y recientemente incluido en edición facsimilar junto a otros siete poemas en Tu voz. Antología de poemas y canciones. El Vallejo de España aparta de mí este cáliz refulge en estos poemas firmados por los nombres como se le conocerá literariamente: Juan Gonzalo. Dos años después, en 1953, Rose viaja a México y es recibido por el poeta Gustavo Valcárcel, quien permanecía en el exilio por su filiación comunista. En la casa de este fueron llegando, entre otros, Manuel Scorza y Luis de la Puente Uceda, disidente del Apra y futuro guerrillero. En la capital mexicana conocería a Fidel Castro y a Ernesto ‘Che’ Guevara, quienes preparaban su primera y fallida incursión a Cuba. Aunque la política lo encandilaba, la poesía no lo dejó, pues bajo el auspicio del poeta español León Felipe saldría su primer libro: La luz armada (1954). Los nueve poemas de esta plaqueta eran también de corte vallejista y de marcado compromiso político.

 

VIVENCIAS Y EXTRAVÍOS 

A diferencia de los poemas y canciones escritas, hay un relato por editar que es el de la vida de Juan Gonzalo Rose. Sus amistades y familiares coinciden en algo: nuestro poeta vivió intensamente. Las incontables anécdotas sazonarían cualquier remembranza y faltaría espacio para dar cuenta de las muchas que han quedado. La más célebre de ellas es la de su encuentro en un evento social con Víctor Raúl Haya de la Torre, quien al verlo le dijo: “¡Usted fue aprista!”, y Rose contestó: “¡Usted también!”. César Calvo le preguntó en una ocasión al líder político si tal diálogo fue real y él simplemente le contestó: “ahora ya lo es”. Alimentados por su ingenio y convertidos en leyenda con el tiempo, encontramos otros hechos curiosos: en 1956 estuvo a punto de embarcarse en el Granma junto a los barbudos cubanos, pero una noche de bohemia hizo que se quedara dormido. En diversas entrevistas afirmó que tenía una hija de nombre Mafalda que si bien no llevaba su apellido fue producto de un romance en México poco antes de retornar al Perú. Lo cierto y verificable es que Rose buscaba llenar de humor la pena que le causaba el destierro. Le enviaba cartas y fotografías a su madre, una de ellas vestido de vaquero mexicano y con una pistola de juguete apuntando a la cámara. De aquella época de añoranza surgió uno de sus poemas más sentidos: “Carta a María Teresa”.

Para ti debo ser, pequeña hermana,/el hombre malo que hace llorar a mamá”. Esta misiva hecha poema tuvo un trasfondo y destinatario real: su hermana. “El poema llegó cuando tenía 15 años. Cuando lo leí me sorprendió ver cómo es que mi hermano entendía lo que sentía adentro”, recuerda Teruca, como la conocen de cariño. Si bien estaba dirigido a ella, el poema evidencia el fuerte lazo del poeta con su madre. Un vínculo que se intensificaría en los últimos años de vida de ambos: Jesús Gros falleció en 1981; Juan Gonzalo, en 1983. Luego de tres años y poco más de exilio, volvió a Lima en 1956 con un poemario bajo el brazo: Cantos desde lejos. Publicado un año después de su retorno, incluía los nueve poemas de La luz armada, además de otros de índole social pero que serían el embrión de su propia voz: poemas como “La pregunta” y “El vaso”. “En Cantos desde lejos, Rose supo asimilar los recursos de los poetas españoles León Felipe y Miguel Hernández”, afirma Ricardo González Vigil. Con Simple canción (1960) emergería su dimensión más melancólica y también más musical. Se desprende un tanto de la sombra de Vallejo y adopta un camino propio. “Cada tarde te pierdo/como se pierde el tiempo/o la esperanza”, dice en “Letanía del solitario”. “Exacta dimensión” es el poema paradigmático del libro, donde la expectativa del lector aumenta línea tras línea de cada verso hasta que concluye de manera contundente: “me gustas porque te amo”.

Sus definiciones de poesía quedaron registradas en diversas entrevistas. En la más solemne indica que la poesía es el camino más corto entre la palabra y la emoción. En la más desconcertante dice que la poesía es el camino más corto para llegar a ninguna parte. Y su definición más gráfica: la poesía es la vía expresa de la literatura. En una de sus últimas charlas, en 1982, le diría a su amigo y poeta Julio Heredia que a través de la poesía “uno se libra de ciertos recuerdos enquistados que no se manifiestan en una comunicación normal”. Las descripciones sobre su personalidad son también diversas, sin embargo el poeta Gustavo Valcárcel es quien resumió mejor todas ellas: “El espíritu de Gonzalo tenía dos leit motiv inmanentes. A veces se burlaba de las cosas más serias con espontáneas picardías infantiles. Y otras, se sentaba cabizbajo y actuaba como medium de una tristeza venida de otro mundo”, escribió en una columna de 1984 al conmemorarse el primer año del fallecimiento de su amigo.

La capacidad para sorprender con sus afilados juegos de palabras la trasladó en su poesía a través de su libro más complejo y del que se desprendió definitivamente de Vallejo: Las comarcas (1964). “Incapaz de ser héroe, me hice peregrino”, así resumió Rose el periplo que lo llevó por más de seis meses por Latinoamérica y el Caribe. “Este pudo ser uno de sus viajes más importantes porque no estaba impregnado de las connotaciones políticas de sus otros peregrinajes”, señala Yvo Pérez Barreto, quien realizó esa travesía junto al poeta. En sus poemas en prosa concentra una mirada desde la mitología sobre cada uno de los lugares citados, tales como Jamaica, Río de Janeiro, Trinidad y Tobago o Martinica. El poemario fue incomprendido en su momento. Sebastián Salazar Bondy lo denominó “libro de transición” y le echó en cara las influencias de André Gide y Saint-John Perse. Para el poeta Marco Martos en este libro están integrados lo lírico, lo narrativo y lo dramático, pero “sustancialmente significa el cultivo de una de las posibilidades que solo habían sido enunciadas tímidamente: la esfera de la sensualidad”. Los versos de Las comarcas fueron leídos entre líneas y se los relacionó con un interés homoerótico del poeta. “Juan Gonzalo estaba muy dolido por las críticas”, recuerda su amigo Germán Carnero Roqué, quien lo recibió en París aquel año y le hizo recorrer la Ciudad Luz durante un mes festivo.

Con Informe al rey y otros libros secretos (1969) apeló a la ironía para hacer una crítica al poder y a la sociedad. Además, en un juego de espejos con el cronista Guamán Poma de Ayala, cuestiona también el rol del escritor. La recepción fue mucho más favorable, pero una convicción mayor lo llevó a reencontrarse con su antigua pasión. Para él la poesía era música de pocos y la música, poesía de muchos. Motivado por esa idea incursionó en la composición de valses y alcanzó gran prestigio como escritor de canciones. El punto de partida fue Tu voz, tema que en el Festival de la Canción de Chiclayo, de 1970, se impuso a Y…siempre aquí, de Armando Manzanero. Aunque la elegida para interpretar el tema fue Lucha Reyes, la Morena de oro no pudo viajar al festival. De emergencia fue elegida Tania Libertad, joven cantante aún desconocida que había sido descalificada del certamen el día previo en una performance poco feliz debido a una afonía. Debía cantar Tu voz y la suya casi no existía. “La noche anterior me habían abucheado y cuando salí empecé a cantar llorando, entonces me salió una voz con mucho sentimiento y la gente se conmovió”, recuerda desde México la hoy consagrada intérprete, quien luego sería muy cercana a Rose y, junto al músico Víctor Merino, grabarán los poemas y composiciones del artista. “Antes de conocer a Juan Gonzalo no había cantado poesía. Le estoy tan agradecida por haberme abierto camino en ese mundo. Fue un parteaguas en mi carrera”, añade Tania Libertad. Si un rosal se muere y Pescador de luz, tema este dedicado a José Olaya, fueron los otros dos éxitos. El nuevo matrimonio entre poesía y música había quedado consumado.

La dramaturgia estuvo también en su campo de interés. En 1966, en el teatro La Cabaña, estrenó Carnet de identidad, un unipersonal interpretado por Edgard Guillén, en quien Rose pensó al momento de escribir dicha puesta de ciencia-ficción sobre un reflexivo sobreviviente de la Tercera Guerra Mundial. En 1974, en el Teatro de San Marcos, estrenó una breve pieza teatral llamada Un momento con Javier, en homenaje al poeta Javier Heraud, muerto acribillado en Madre de Dios en 1963. Como proyecto trunco quedó una obra de teatro inspirada en la rebelión de Juan Santos Atahualpa, iniciada en 1742 en la selva central con el propósito de restaurar el incanato.

 

DESPEDIDA

Algunos extravíos en la vida del poeta. Se ha hablado mucho y se ha escrito poco menos sobre la depresión que lo aquejaba, de su adicción al alcohol y de su vida sentimental, más precisamente si fue o no homosexual. Una señal de su colapso anímico fueron sus declaraciones en la entrevista que le concedió a César Hildebrandt para la revista Caretas, en marzo de 1980. “Esta depresión me conduce a encerrarme en mi cuarto, y pasan semanas y semanas y no converso con nadie”, le dirá. Su sobrina y albacea literaria, Gryzel Matallana Rose, tiene la imagen de su tío acostado en cama largas horas pensativo y con un cigarro en los labios. Ese ensimismamiento representaba acaso otra forma de exilio, un asilo dentro de sí mismo. “La primera impresión que daba Juan Gonzalo era la de un hombre melancólico, alejado y distante. Y como hacía reír sin cambiar de gesto, solo sus ojos brillaban, su apariencia seguía siendo nostálgica”, rememoraba César Calvo. La presencia del padre Gutiérrez, su compañero del colegio, influiría en su declarada conversión al cristianismo: “de modo trascendental, soy, o creo ser, un socialista cristiano”, dirá en su momento. La dependencia del alcohol le causaría la cirrosis que acabó con su vida. Durante el tiempo que estuvo internado en el hospital Rebagliati escribió algunos poemas que la familia espera publicar próximamente.

“Mi alcoholismo constituía una especie de suicidio absolutamente consciente. Pero siempre rechacé la idea de la eliminación directa”, revelará en otra entrevista, donde remite a su interlocutor a encontrar una respuesta en su poema “Despedida”: “Quédate dormido sobre los helechos/de una antigua/breve/solitaria infancia…Muérete en las tierras,/muérete en los mares…muérete viviendo/muere enamorado de tu propia muerte”. En la poesía de Rose encontramos las claves que resumen su actitud ante la vida: la sensibilidad política, la nostalgia, el amor en estado puro, la sensualidad sutil y la ironía para criticar el mundo que nos rodea. En todo caso, es mejor sumergirse en el mar de su poesía que intentar descifrar los secretos de una persona que eligió siempre vivir intensamente.

 

 

*Jaime Cabrera Junco es coordinador del Área de Promoción Literaria de la Casa de la Literatura.