Antología de narradoras peruanas es la publicación de la semana

(Foto: Tom Quiroz)
(Foto: Tom Quiroz)

A propósito de la próxima exposición La vida sin plazos. Escritoras en la ciudad de los 90, presentamos la antología Como si no bastase ya ser: 15 narradoras peruanas (Peisa, 2017), a cargo de Nataly Villena Vega, una selección de cuentos de narradoras peruanas contemporáneas. Sin duda, tenemos una gran oportunidad para conocer a las nuevas representantes de nuestra literatura y conocer sus motivaciones, intereses y temáticas.

Por Jean Paul Espinoza, Biblioteca Mario Vargas Llosa

Solo tres son las escritoras que han sido destacadas con mayor nitidez por el canon literario peruano del siglo XX: Magda Portal, Blanca Varela y Carmen Ollé. Cada una de ellas ha sido leída, analizada y homenajeada en diversos circuitos culturales, académicos y comerciales. Detrás de ellas, sin embargo, existe un numeroso grupo de autoras que, por factores de distinta índole, no ha recibido la atención que merecen. Aun cuando algunas pocas son conocidas por referencias o comentarios, lamentablemente, no han gozado de popularidad masiva ni el asedio constante de la crítica. Frente a esta circunstancia, desde hace algunos años se han sumado esfuerzos para visibilizar la producción literaria de nuestras creadoras más destacadas. Puede mencionarse, a manera de ejemplo, Cuentan las mujeres (Instituto Goethe, 1986) y Cuentas: narradoras peruanas del siglo XX (Flora Tristán & El Santo oficio, 2000).

 Ya en el siglo XXI, pese a no concretarse todavía un canon definitivo, sobresalen tres publicaciones valiosas: Disidentes 1: antología de nuevas narradoras peruanas (Altazor, 2007), Matadoras: nuevas narradoras peruanas (Estruendomudo, 2008) y la más reciente Como si no bastase ya ser: 15 narradoras peruanas (Peisa, 2017). Respecto a esta última nos ocuparemos en las siguientes líneas.

La responsable de la compilación, Nataly Villena Vega, ofrece un prólogo que intenta esclarecer los criterios de su selección. Desde su punto de vista, las narradoras reunidas no solo comparten un vínculo generacional (salvo una, todas han nacido entre 1966 y 1979) sino también una misma inquietud crítica ante tres temas complejos: las relaciones amorosas, la familia y la emancipación. Una lectura prejuiciosa podría suponer que el primer tópico (y tal vez el segundo) corresponde a una sensibilidad trivial y extremadamente intimista. Nada más errado, por supuesto. La mirada que las narradoras actuales ciernen sobre los lazos afectivos de pareja se caracteriza por una profunda voluntad de cuestionamiento y problematización. De ahí, pues, que en algunos cuentos se perciba que es justamente en esos territorios privados (en apariencia, despolitizados) donde se manifiestan de manera más cotidiana las relaciones de poder.

Una muestra útil de esta observación puede hallarse en “Documental”, de Claudia Ulloa Donoso. Aunque breve, este relato nos sitúa en una ambiente doméstico bastante tenso, donde una pareja parece agobiada por el hastío y el rechazo implícito. A tal punto es el desgaste de ambos que la comunicación verbal, por parte del joven, cobra signos de una brusquedad que se ha “normalizado”. Contra el idilio tradicional, “Documental” nos expone una agresión que, si bien no es física, se expresa en las dinámicas del trato. El final, no obstante, plantea la posibilidad de liberación y autorreconocimiento de la mujer.

Quien sí aborda directamente la violencia física hasta arribar en un desdichado desenlace es Ofelia Huamanchumo. En “Al canto del gallo” se narran las andanzas de un par de muchachos —Gabriela y Richi— en el centro de Lima. La autora se encarga de diseñar la imagen de una ciudad decadente y caótica que imposibilita concretar cualquier intento de lazo afectivo. Los personajes solo son impulsados por un deseo mecánico que poco a poco se deteriora y culmina en una separación no exenta de desdén mutuo. Cuando la joven decide andar para olvidar el mal rato, se convierte intempestivamente en víctima de la violencia generalizada.

Con relación a los relatos centrados en los núcleos familiares,  pueden señalarse dos de muy buena factura. El primero, “Nosotros, los náufragos”, describe el proceso de duelo de una joven, quien tras haber perdido a su padre, experimenta una zozobra permanente. Katya Adaui nos traslada así a la subjetividad de una mujer que constantemente se pregunta por el sentido de la existencia y la muerte. Con todo, lo más peculiar de este retrato melancólico es el uso del lenguaje, pues el estilo de su prosa se revela fragmentaria y sintética. Como si fuera compuesta por retazos de imágenes sueltas, la narración avanza sin la fluidez habitual de un cuento convencional: “Vuelvo a casa. La ciudad hace silencio. Apenas un perro. El mío. Las plantas salpicándose desde sus macetas. Todo lo que no quiero sigue vivo” (p. 105). Desde luego, este procedimiento formal no es gratuito. Su función es crear una atmósfera acorde al mundo interior de la protagonista, es decir, una atmósfera perpleja de fragmentariedad e inconexión

Ubicada en el otro extremo, el de la redención y la restauración de la familia, se encuentra “Pájaro de Fuego”, de Karina Pacheco. Si bien el cuento inicia con un marco desalentador, poco a poco se va desarrollando las condiciones precisas para una reconciliación entre la madre y el hijo. Para ese propósito, Pacheco emplea un motivo eficaz: el viaje. Es lejos de la urbe y la rutina, donde se puede desplegar una forma de reencuentro libre de resentimientos y culpas. Pero, además, en medio de esta situación hay un elemento que será decisivo para la aceptación sincera: el baile. Dado que la madre es coreógrafa profesional y el hijo gusta de ese arte, ambos sellan su lazo filial mediante una danza catártica y liberadora.

Ahora bien, si de presentar un balance final se trata, acaso sea “La pequeña compañía” el mejor relato de todo el volumen. Yeniva Fernández ha logrado crear un texto que, a un mismo tiempo, destaca por sus recursos formales como por sus potencialidades temáticas. La historia transcurre en la hacienda La Florida, localizada en una recóndita provincia de la sierra peruana. Hasta ahí ha llegado una familia de alto poder económico, pues el padre quiere pasar una temporada en el lugar donde sus abuelos, terratenientes explotadores del siglo XX, permanecieron toda su vida. Sin embargo, pronto serán testigos de sucesos perturbadores y enigmáticos, a medio camino entre el mito y lo fantástico, que tendrán como principal protagonista a la pequeña hija. Ella, con toda su inocencia y sencillez, será la mediadora entre la memoria histórica de una comunidad que no olvida su pasado y un presente que se niega a encarar los hechos atroces de los progenitores. Por si fuera poco, la trama se ve enriquecida por un solvente manejo de la intriga y el suspenso. De esa manera, Yeniva Fernández revitaliza acertadamente nuestra literatura fantástica, y demuestra que lejos de constituir una tendencia “escapista” o “evasiva” se posiciona como una corriente capaz de develar verdades que el realismo a menudo no puede expresar.

Como si no bastase ya ser forma parte de la Colección de Literatura Peruana de la Biblioteca Mario Vargas Llosa. Para mayor información del libro pueden consultar el catálogo en línea:  koha.minedu.gob.pe. El horario de atención de la biblioteca es de martes a domingo, de 10:00 a.m. a 7:00 p.m. El ingreso es gratuito con su DNI.