Libro de la semana: Don Antonio y el albatros de José Watanabe y Micaela Chirif

En este libro, la elección de los personajes es una pieza fundamental para la construcción de la historia. (Foto: Eduardo Vásquez)
En este libro, la elección de los personajes es una pieza fundamental para la construcción de la historia. (Foto: Eduardo Vásquez)

Por ser marzo el mes de su nacimiento, reseñamos a José Watanabe (1945-2007), uno de nuestros escritores más notables y recordados, no solo por su importancia en la poesía peruana sino también por su incursión en la literatura para niños. La Sala de Literatura Infantil Cota Carvallo de la Casa de la Literatura Peruana destaca como publicación de la semana uno de sus libros para niños, publicado de manera póstuma en coautoría con Micaela Chirif, Don Antonio y el albatros (2008).

Por Rebeca Urbina, Sala de Literatura Infantil Cota Carvallo

Según refiere Micaela Chirif en una entrevista realizada por Carlos Sotomayor, la idea original de Don Antonio y el albatros fue concebida por José Watanabe, quien quería escribir la historia de un ave que no quiere aprender a volar y de un hombre que empieza a enseñarle, hasta que finalmente quien salía volando era el hombre. Decidió también que el ave fuera un albatros por su gran tamaño, que no lo haría ver demasiado pequeño al lado del hombre. Pero lamentablemente cuando todavía estaba dándole forma a la idea, Watanabe enfermó y murió poco después. Así Micaela Chirif decidió escribir esta historia que había quedado en camino, intentando serle fiel a la idea original y definiendo algunos aspectos importantes, por ejemplo que el personaje del hombre fuera un farero.

En este libro, la elección de los personajes es una pieza fundamental para la construcción de la historia, o podríamos decir incluso de la metáfora ya que, tal como en su poesía, Watanabe parte del relato de hechos aparentemente sencillos para alcanzar un trasfondo de belleza y sabiduría. Chirif logra mantener esa poética en este libro que nos lleva a pensar en el sentido de lo natural, lo acostumbrado y la vocación en nuestras vidas.

La figura del albatros tiene una fuerte carga de significado no solo por ser considerada una legendaria ave de mar, sino también por sus varias apariciones en la literatura. Específicamente en poesía lo encontramos en el conocido poema de Charles Baudelaire que lleva el nombre de dicha ave, en la “Balada del viejo marinero” de Samuel Taylor Coleridge, así como en el poema “Oda a un albatros viajero” de Pablo Neruda, por mencionar algunos. En el estudiado poema de Baudelaire, un albatros es ridiculizado al ser capturado por marineros, se le ve arrastrar sus grandes alas blancas que estando en tierra le dificultan caminar; se le compara también con el poeta, el primero muestra gracia y elegancia con su vuelo y el segundo intenta alcanzar la belleza con su escritura, pero ambos en tierra son igual de incomprendidos. Algo en común entre estos tres poemas es que el albatros, ya sea por haber sido atacado por marineros o por haber muerto en altamar o en la costa de alguna playa, es privado de su naturaleza, de su razón de ser, de aquello que lo define: el vuelo. El albatros es un ave de gran tamaño y sus largas y rígidas alas le dan la capacidad de volar sin necesidad de mayor esfuerzo, solo necesita batir las alas al momento del despegue y durante el vuelo le basta con mantener las alas extendidas. Tomando en cuenta que el albatros tiene todo a su favor para volar, sería incomprensible para muchos que haya un albatros que no quiera hacerlo. Uno de los personajes de este libro es ese albatros.

Pasando a la figura del farero, al igual que el albatros vive cerca del mar, pero a diferencia de él, debe permanecer en su faro para cumplir su labor orientando a los navegantes, mientras ve cómo los barcos van de un lado a otro y las aves migran hacia nuevos destinos. Los fareros tradicionales están desapareciendo en la actualidad por las nuevas tecnologías, pero ser farero se solía considerar una profesión de por vida, que podría realizar alguien que no le rehúya al aislamiento y a la vida sedentaria. Pero, qué tal si un farero de tanto ver a otros ir de un lado a otro, de tanto imaginar cómo será la vida lejos de su islote, un día decide viajar a recorrer el mundo, pero no en barco sino volando con sus propias alas.

De estos roles supuestamente trastocados nace esta historia. Don Antonio es un farero que lleva muchos años viviendo a solas en un islote, pensando qué hacen las personas del pueblo y leyendo enciclopedias y libros de viajes para imaginar que recorre el mundo. Cuando ve a las aves partir en periodo de migración, siente un poco de envidia porque él también quisiera viajar y ver la tierra desde arriba. Una tarde se encuentra a un albatros que le pide quedarse a dormir en su casa esa noche. Don Antonio acepta, ya que hace mucho frío, pero le extraña que el albatros no esté viajando con los demás. Día tras día, el albatros deja entrever que no tiene intenciones de ir con su bandada y que además no sabe volar. Así, don Antonio decide darle lecciones de vuelo.

Durante la convivencia de don Antonio y el albatros, se percibe un mutuo asombro y desconcierto porque ninguno de los dos se explica cómo el otro no hace lo que “debería” hacer. El albatros no tiene ningún interés en volar y el farero, teniéndolo todo en su faro no se preocupa por ordenarlo un poco. Así, cada uno empieza a asumir el rol del otro. El albatros mantiene limpia y ordenada la casa en la que disfruta descansar cómodamente. Don Antonio aprende cómo volar por medio de sus enciclopedias y confecciona un par de alas de tela para poder enseñarle mejor al albatros. Esta escena nos lleva a pensar en lo mucho que uno se puede esforzar por lograr lo que desea, aun cuando aparentemente escapa de sus posibilidades. Don Antonio no tenía alas para enseñarle a volar al albatros, no estaba aparentemente capacitado para hacerlo, no estaba en su “naturaleza”, pero construyó esas alas para poder demostrar lo contrario.

Don Antonio continúa con las prácticas de vuelo sin darse cuenta de que su alumno no lo está acompañando sino que descansa tranquilo dentro de la casa, hasta que una tarde de mucho viento, batiendo sus alas de tela consigue elevarse. Feliz y emocionado, no puede creer que ha aprendido a volar, le encarga al albatros cuidar el faro y guiar a los barcos hasta que regrese de su viaje. El albatros accede y cada uno sigue con lo realmente suyo.

Vuela feliz el que quería volar y se queda en casa contento el que no quería irse a ninguna parte.

Invitamos a grandes y chicos a leer Don Antonio y el albatros y muchos libros más en la Sala de Literatura Infantil Cota Carvallo, la cual atiende de martes a viernes de 10 a.m. a 5 p.m. y los sábados y domingos de 10 a.m. a 6 p.m. Todos nuestros servicios son gratuitos.