Libro de la semana: Cartas a un joven novelista de Mario Vargas Llosa

Foto: Eduardo Vásquez.
Foto: Eduardo Vásquez.

 

Con motivo del cumpleaños número ochenta y uno de Mario Vargas Llosa (Arequipa, 1936), la biblioteca de la Casa de la Literatura Peruana que lleva su nombre, destaca como publicación de la semana su ensayo Cartas a un joven novelista (1997).

 

Por Manuel Barrós, Biblioteca Mario Vargas Llosa

Cartas a un joven novelista es un libro sobre el oficio de escribir. A través de doce cartas dirigidas a un hipotético lector interesado en ser escritor, Mario Vargas Llosa expone las implicas técnicas en la creación de una ficción. Nos comparte anécdotas, ejemplos y pasajes de vida de las distintas certezas literarias que fue adquiriendo a lo largo de sus años como narrador. Tal como lo señala, la exposición personal de lo que concibe como novela y ficción no debe ser vista como un mandato o ‘receta’ literaria sobre cómo escribir, pues su experiencia no tendría por qué parecerse a la de otros. Vargas Llosa bien sabe que la escritura es un camino muy personal, eminentemente íntimo, siempre enmarcado por la relación con las palabras. Esta es una crítica de la literatura: un ensayo personal sobre los rudimentos mínimos con los cuales se erigen las historias.

Antes de entrar en los aspectos de la creación, el autor nos habla de la vocación del escritor y la incertidumbre de su devenir. Para Vargas Llosa, un(a) novelista nace con vocación. Él no cree en el ideal romántico de que por una determinación del efluvio divino se empieza a escribir. Para él, todo comienza con la inclinación personal a la imaginación, una tendencia a la fabulación en la infancia o primera juventud que —de persistir— debe ser reforzada por la voluntad y el esfuerzo. El autor sitúa la vocación literaria desde una primera condición fatídica. Además de ser poco reconocida en países como el Perú, ella plantea y exige una relación de entrega total. A diferencia de algunos casos de poetas o músicos, no existen los novelistas precoces y sí, por el contrario, el esfuerzo y la dedicación para llegar a ser un narrador. Así, no existe el talento innato y sí la (re)lectura, el trabajo y la perseverancia. Por eso mismo, no se puede tener certeza sobre el éxito en la trayectoria de alguien que escribe, pues su éxito muchas veces se explica por razones ajenas y circunstanciales.

Al mismo tiempo, para Vargas Llosa la literatura es una respuesta a los infortunios e incordios de la existencia. ¿Cuál es el origen de la ficción? ¿Por qué se escriben historias? Por insatisfacción, por descontento, por rebeldía frente a la realidad. La novela no es más que la expresión de un anhelo. Hablamos de la necesidad de fabular: de figurarse un otro aspecto de lo real, o, al menos, un otro aspecto a experimentar como tal. Escribir es, así, un ejercicio de libertad. De ahí que el autor nos recuerde que esta actividad de la imaginación resulta muy sospechosa para ciertos regímenes políticos. No es casualidad que a lo largo de la historia los regímenes dictatoriales hayan prohibido, censurado la creatividad literaria. ¿Y de dónde surgen las historias que un narrador cuenta? ¿A qué procesos responde la elección y desarrollo de los temas? La elección de un tema para el escritor es casi nulo, casi inexistente. Según el autor, son los temas los que terminan eligiendo al autor, pues este escribe a partir de sus propias vivencias y no puede abstraerse totalmente del mundo social. Dada esta circunstancia, quien escribe hace un ‘striptease invertido’: al estar su vida tan expuesta, debe cubrirse de ficción al momento de contar una historia.

 

LAS TÉCNICAS

Ya en lo referido a la creación, los aspectos técnicos que Vargas Llosa desarrolla en las cartas son: el poder de persuasión, el estilo —coherencia interna y orden—, la estructura —narrador, espacio, tiempo y nivel de realidad— y algunas estrategias narrativas —el dato escondido, las cajas chinas y los vasos comunicantes—. Con ellos se escribe una buena novela; pero no el simple hecho de emplearlos, sino por su utilización consciente y adecuada que cumpla con las complejidades y méritos estéticos que el autor se autoimpone. A partir de esos elementos se da la conjugación entre lo real y lo imaginario, de cómo se transmutan una a otra. Y ello empieza con la sensación de realidad, la suficiente verosimilitud que todo relato debe tener para persuadir al lector, lo que hace de la novela algo más que un engaño. Parte de dicho efecto depende de la forma que adquiera la escritura del relato, el estilo. Aquí importa la coherencia interna y la sensación de necesidad en lo que se cuenta; que nos transmita la idea de que la historia que se cuenta no podía hacerse de otra manera. Y todo eso parte de las opciones de lenguaje por las que se opta al momento de escribir.

Sobre la estructura, Vargas Llosa la analiza a partir de cuatro subdivisiones. A) El narrador es el personaje más importante de una historia, pues es aquel que la cuenta. Para el autor, las decisiones técnicas que se tomen en torno a quién(es) narra(n) y cómo narra(n) plantean el mayor desafío para el novelista. A partir de dicha decisión, se desprenden las relaciones entre B) el tiempo y C) el espacio. Las distintas locaciones, temporalidades y puntos de encuentro en los que se entrecruzan ambos son dos elementos fundamentales para la realización de una historia. Por ejemplo, frente al tiempo cronológico, el más fáctico para la vida de la mayoría de personas, las ficciones se escriben en un tiempo psicológico, donde el punto de vista del tiempo interior abre sus propias posibilidades. D) El nivel de realidad refiere al plano de realidad en el que se sitúa el narrador y el nivel o plano de realidad en que transcurre lo narrado. Vargas Llosa nos cuenta el gran potencial del efecto bien logrado que los distintos recursos de los que dispone un narrador para armar la certera conjetura de una buena ficción. “Si las palabras y el orden de una novela son eficientes, adecuados a la historia que ella pretende hacer persuasiva a los lectores, quiere que decir que hay en su texto un ajuste tan perfecto […] que el lector […] quedará tan sugestionado y absorbido por lo que ella cuenta que olvidará por completo la manera como se lo cuenta, y tendrá la sensación que ella carece de técnica […]. Ése es el gran triunfo de la técnica novelesca: alcanzar la invisibilidad”.

En cuanto a las estrategias narrativas que explica, Vargas Llosa habla de tres de las más usadas en sus propias ficciones. A) El dato escondido refiere al criterio de saber elegir estratégicamente el dato a omitir en el relato. B) Las cajas chinas es la técnica por la cual se insertan historias dentro de una historia. C) Los vasos comunicantes son dos o más episodios que ocurren en distintos tiempos, espacios o niveles de realidad que están adecuadamente articulados y entretejidos en vivencias. Se trata de fundir las historias en una sola, de dotarla de un rasgo unitivo, haciendo que se influyan o modifiquen mutuamente. Después de la última carta, el libro termina con una pequeña posdata que pide al lector que olvide todo lo dicho y se ponga a escribir: a saberse hacedor de su propio estilo e imaginación.

En el fondo, lo que Vargas Llosa hace es mostrarnos una antropología de la novela. En sus cartas, nos habla de esas distintas y tan variadas realidades humanas que se traslucen en la creación de una historia. Para escribir no basta la vida fantasiosa, ávida de historias, sino, sobre todo, mucho trabajo y dedicación para aprender a narrar una historia, para otorgarle una realidad a la ficción. Más de una vez Vargas Llosa ha dicho que él “no tiene talento”; que su capacidad y alcances narrativos son producto de sus horas de esfuerzo. Desde su condición de escribidor, lo que lo ha caracterizado es el estudio y, sobre todo, la terquedad. Como bien dice al final del libro, “nadie puede enseñar a otro a crear; a lo más, a escribir y leer”. Acaso él mismo, de haber leído en su juventud un libro semejante a este, emprendería el mismo camino, dispuesto a saberse escribidor y —en el transcurso del tiempo— a saberse el escritor que desde hace años ha sabido ser. De ahí que este libro antes que un ‘manual del buen novelista’ es un ensayo del escritor atento y dispuesto a la ficción como un hecho siempre por descubrir y conquistar.

 

Los invitamos a leer el libro en nuestra Biblioteca Mario Vargas Llosa. El horario de atención es de martes a domingo de 10:00 a.m. a 7:00 p.m. El préstamo en sala es gratuito presentando su DNI.