Lectura de la semana en el Café Literario: Lima la horrible

Esta adaptación gráfica la realizó el dibujante Miguel Det para la exposición de homenaje sobre Sebastián Salazar Bondy que se realizó en la Casa de la Literatura de noviembre de 2014 a mayo de 2015. (Foto: Tom Quiroz)
Esta adaptación gráfica la realizó el dibujante Miguel Det para la exposición de homenaje sobre Sebastián Salazar Bondy que se realizó en la Casa de la Literatura de noviembre de 2014 a mayo de 2015. (Foto: Tom Quiroz)

En nuestro Café Literario también puedes encontrar diversos libros y revistas para la lectura casual al aire libre. Te invitamos a visitar este dinámico espacio y a disfrutar de la adaptación gráfica de Lima la horrible de Sebastián Salazar Bondy, con las ilustraciones del reconocido historietista Miguel Det.  Además, te comentamos que el viernes 28 de junio a las 5:00 p.m. tendremos una lectura y conversación de esta publicación en el Café Literario.

 

Por Jorge De La Cruz Almerco

El año 2014 la Casa de la Literatura Peruana publicó una historieta basada en Lima la horrible de Sebastián Salazar Bondy, bajo la adaptación e ilustración de Miguel Det. La publicación acompañó a la exposición Sebastián Salazar Bondy. El señor gallinazo vuelve a Lima que se realizó el mismo año. En 1 prólogo y 11 apartados, Det busca un constante diálogo de imágenes entre el contexto de 1964 (año de la publicación del texto en México) y nuestro presente, respetando, en su mayor parte, el texto original. Para esto se vale de diversas personalidades de nuestra actualidad política e incluso de nuestra farándula, mezcladas de una manera muy creativa y crítica con situaciones y personajes que el mismo Salazar Bondy cita y parafrasea en su libro.

Entre los perfiles de un gallinazo y de Salazar Bondy, Miguel Det enmarca el prólogo donde el autor nos presenta dos bandos que serán constantes en este recorrido crítico a través de la realidad limeña: “La Arcadia Colonial” y “las provincias”.

Aquí puedes descargar la historieta en línea

El primero de los once apartados se refiere a cierta nostalgia que se muestra como una marca propia de nuestra ciudad, ya que vivimos de un pasado que se nos ha hecho creer como idílico y abundante, en vez de mostrarnos lo que en verdad fue desde la Colonia: un espacio de constante tensión entre amos, siervos y luchas de castas que terminaron en las victorias de unos pocos en desmedro de “todo el inmenso resto”. ¿Quién fue el principal difusor de toda esta mentira de la Arcadia Colonial? El texto nos señala a Ricardo Palma, ya que sus personajes falsificaron la realidad violenta de esas épocas, dulcificándola. Esta recurrente remembranza al pasado es lo que hace germinar en el limeño las ansias por querer llegar a como dé lugar hasta esa cúspide de la sociedad sacrificando ideas y principios (aquí Miguel Det nos recuerda al congresista que alguna vez juró “por dios y por la plata”). Este colonialismo o perricholismo -como lo llamaron Mariátegui y Luis Alberto Sánchez, respectivamente- está presente en todas partes: el hogar, la escuela, la prensa, la literatura, etc (en nuestra época también se encontraría en varios programas de televisión). Sin embargo, hace ya bastante tiempo que Lima dejó de ser aquella aldea tranquila y palaciega que se nos pretende mostrar, y es que ya desde la primera mitad de los años 60 (años de gestación de este ensayo) Lima ya era una urbe de millones de personas dándose “de manotazos”.

En el segundo apartado se puede empezar por una pregunta: ¿cómo se popularizó esta nostalgia? Sebastián Salazar Bondy señala que fue mediante el criollismo. Al margen de sus primeros conceptos de filiación geográfica, el criollismo vendría a ser la actitud del vivo, del que hace todo para obtener lo que la Arcadia Colonial le prometió, así no le pertenezca o le esté vedado por las leyes. Bajo esta modalidad resultan merecedores de indulgencia los vivos y son catalogados de “tontos” los que proceden por vía lícita para sus lograr sus metas. Esta viveza aún parece ser santo y seña de nuestro imaginario ya que aún puede encontrarse diseminada entre las autoridades políticas y los ciudadanos comunes. Es precisamente debido a esta “falsificación criollista” que, para Sebastián Salazar Bondy, Lima es horrible.

Ahora bien, ¿de qué manera las “Grandes Familias” formaron estos núcleos criollos? El texto de Salazar Bondy nos señala que se recurrieron a uniones endogámicas y racistas que van a formar un conglomerado mosaico que será la base de la aristocracia limeña que, mal que bien, aún pretende perdurar. Estas Grandes Familias supieron cimentar su mayor fortaleza en la segregación de la mayoría india y mestiza. No obstante, para mantener medianamente conforme a esta masa, las Grandes Familias han tenido que incorporar costumbres y comportamientos populares a sus salones nobiliarios (Miguel Det ilustra esta parte con los políticos tradicionales que se juntan a figuras de la farándula para estar más “cerca” al pueblo). Por supuesto, se trató de una incorporación superficial ya que la relaciones de poder y opresión no cambian sustancialmente.

El cuarto apartado parte de la idea de que Lima se fundó por azar. Jauja no convenció a los españoles así que salieron de esas tierras y llegaron, por casualidad, al valle del Rímac. El clima, para Salazar Bondy (y aquí se desliga de cualquier determinismo) se parece al comportamiento del limeño: parco, sin grandes pasiones, sin los dotes de la revolución, de la rebeldía, que acepta sin chistar los abusos, la corrupción. Sin embargo, el limeño que vive en callejones y barriadas acaricia la esperanza de ascender socialmente y estar más cerca de las Grandes Familias. Sin embargo, en esta lucha se va a considerar el trabajo sumiso y el individualismo como la única herramienta posible. El pueblo, al creer esto, está dejando destruir su tendencia a la unión de clases, alejándose de toda afinidad con el socialismo, según señala el autor.

Pero Lima también es devota y voluptuosa. El poder religioso, concentrado principalmente en la Inquisición (Miguel Det ilustra aquí a las autoridades religiosas a partir de los textos de Guamán Poma), no fue contenido por el gobierno civil ni en las épocas del Enciclopedismo ni del Liberalismo. Con los años, este poder ha sabido “instrumentar” o usar varias expresiones y personajes según sus intereses. Ejemplos claros son los de Santa Rosa y San Martín de Porres, quienes han sido incorporados al “folklore criollista” (adulterando sus imágenes y físicos) para que sumen prestigio a la ilusión de la Arcadia Colonial. De este modo se naturaliza la idea de que “siempre hubo ricos y pobres”, instalando en el imaginario religioso no la justicia sino el “placer compartido” que mitigará las almas del pueblo ante cualquier acto de sublevación.

¿Y cuál es el papel de la mujer en todo esto? Según Lima la horrible, desde los primeros años de la Colonia, las crónicas y toda suerte de escritos y refranes hacen mención del influjo de las damas limeñas sobre la voluntad de sus maridos con poder. Sin embargo, con los tiempos del capitalismo industrial llegaron también nuevas costumbres para esta mujer que dejó las sayas y los mantos para pasar al tuteo, el flirt y el coctel. La casta oligárquica sabía que tolerar lo novedoso era sinónimo de consumo, pero a su vez implicaba delimitar qué era lo que se podía omitir del régimen colonial y qué no, ya que esta novedad en la mujer incitaba una suerte de “liberación femenina” que podía dejar de lado siglos y siglos del clásico orden aristocrático. Entonces, se puso freno a esta liberación apelando a las ideas moralistas-señoriales de las “altas virtudes” que la mujer limeña debía mantener. Estas limeñas, al igual que sus antepasadas, según Salazar Bondy, siguen buscando popularidad y vanidad para unirse a un marido pudiente, con la diferencia de que, si antes se tapaba con saya y manto y coqueteaba con apenas unos ojos, hoy aparece casi desnuda en los concursos de Miss Perú. En ambos casos, la opresión de la Arcadia sigue operando.

Pero Lima, pese a que la Arcadia Colonial quiere revestir de magnanimidad la arquitectura que aquí se edificó, fue y es “una tregua en el arenal”. Desde los inicios de la fundación, los ensoberbecidos limeños siempre quisieron burlar los terrenos del desierto con un gusto de cortesano triunfante en la edificación de sus viviendas; deseos que cayeron en el vacío de un barroco “de utilería”, “escenográfico”, endeble ante cualquier remezón o polilla (en esta parte Miguel Det contrasta de una manera muy ilustrativa la arquitectura de la Torre Tagle y las descascaradas barriadas limeñas). Sin embargo. ¿debido a qué se da este esfuerzo por salvar las formas arquitectónicas del pasado señorial? Bondy nos dice que la Arcadia Colonial no desea, pues, perseguir su razón histórica ni su destino, sino más bien actualizar el ayer con un solo fin: anular el presente entendido como “apuesta por la esperanza”.

En el octavo apartado Miguel Det retrata los rostros de Ricardo Palma, de Susy Díaz y algunos titulares de diarios. ¿Qué tiene que ver esto con lo expuesto por Salazar Bondy? En Lima, la crítica, la opinión y la adulación hacia las falsas ideas de ascenso y éxito tuvieron un ciclo que inició con la “sátira”, siguió con la “lisura” y concluyó con la “huachafería”. Del primero, el autor de Lima la horrible menciona que, salvo algunas excepciones, la sátira ha sido nuestro modo de crítica de medio pelo, tibia y enclenque. La lisura, en este caso, raspa mas no golpea. Esta tendencia tuvo su primera disidencia revolucionaria en la propuesta de Manuel González Prada. Sin embargo, esta media voz lamentablemente también se traduce en media acción. Para Salazar Bondy, el limeño ha sido llamado a tener siempre mesura en su conducta. No se escandaliza ni se busca la libertad mediante el inconformismo, de tal modo que si “lisura” es sinónimo de media voz, “huachafería” lo es de media acción. Por tratarse de un término excluyente, los satíricos advierten lo “huachafo” entre los pobres. En Lima la horrible se indica que el pobre bien puede aceptar su pobreza con aires de fatalismo (en este caso no habrá peligro de subversión contra el sistema ya que se quedará callado, rumiando sus carencias) o bien puede intentar salir de ella. Y para salir le quedan, a su vez, dos opciones: a) liberar una guerra contra los poderes y sus estamentos o b) querer ser como aquellos a quienes observa desde abajo para escalar en la cumbre social. Para esto último se aplica una imitación de manera postiza que devienen en lo “huachafo”. Estas maneras de ser (o parecer) del limeño no son sino una seguidilla de tuercas que maquina la Arcadia Colonial.

Por otro lado, nuestras historias de fantasmas, unidas a la incultura y al subdesarrollo, nos impele a rendirle un culto a los muertos para supeditarnos y no desligarnos del pasado. Sin embargo, a diferencia de otras latitudes, el difunto es relacionado en Lima con promesas de goces reales y concretos de dinero, el cual se cree fue abundante en la “edénica fábula colonialista”. Esta “trampa histórica”, manipulada a su antojo por la Arcadia Colonial, ya forma parte de nuestra tradición. Para Salazar Bondy, el limeño, por tanto, debe rehuir de este culto a los muertos para liberarse de las cadenas que lo atan al pasado, ya que estos difuntos no son pruebas de que los tiempos pasados fueron mejores o más felices. Curiosamente, este culto a los muertos también parece reconocerse en la letra de varios valses criollos. Aquí se cita como caso peculiar a Felipe Pinglo, el trovador no de la felicidad sino de las angustias de los limeños; un trovador que no rinde culto al pasado sino que canta a su presente, al presente del pueblo limeño simple, resignado y dulce. Si todo en nosotros es panteón, escribe Salazar Bondy, es momento, pues, de profanar tales tumbas.

De un modo similar, los engatusamientos de la Arcadia Colonial también se valieron de la pintura. La pintura, que llegó en el siglo XVI a estas tierras, de desatendió de la realidad. No hubo presencia de elementos autóctonos. Por lo demás, la pintura en el virreinato fue una suerte de arte “publicitario” para mostraba y/o ocultaba ciertos atributos según los intereses de la Colonia. El período republicano tuvo casi la misma impronta y aunque pareciese que Pancho Fierro al trasladar el pueblo (indios, negros) al lienzo logró cierto tono nacional, en última instancia ocurrió con su figura algo muy parecido a lo que sucedió con Ricardo Palma: su trabajo sirvió para exaltar el cuento edénico de la abundancia señorial.

En la última parte encontramos las figuras literarias de Manuel González Prada, José María Eguren, Martín Adán y demás personajes. Cada uno enfrentó con distinta actitud y distinto éxito la enajenación a la que nos empuja la Arcadia Colonial. Por ejemplo, Prada radicalizó su discurso mientras Eguren optó por la soledad y la melancolía limeña. Martín Adán, nacido de una antigua familia, sería uno de los pocos que reconoció la crisis de sus tradiciones para luego retratarla. Como conclusión final, Sebastián Salazar Bondy menciona que si queremos rechazar a esta Arcadia debemos cogerla por las astas, no evadirla ni tomarla a la broma, ya que esto es lo que quiere dicha Arcadia, ya que esto es lo que nos está haciendo creer en ella. Como decía Mariátegui: “mi misión ante el pasado parecer ser la de votar en contra”.

Esta versión gráfica de Lima la Horrible, escrita por Sebastián Salazar Bondy e ilustrada por Miguel Det, puede ser consultada gratuitamente en el Café Literario de la Casa de la Literatura Peruana de martes a domingo de 10:00 am. a 7:00 pm.