Publicación de la semana: “El extranjero”, de Albert Camus

(Foto: Tom Quiroz)
(Foto: Tom Quiroz)

Un día como hoy, en 1913, nació Albert Camus, uno de los más importantes escritores europeos del siglo XX y fundador de la llamada filosofía del absurdo. Te invitamos a releer su primera novela, El extranjero, un clásico de la literatura universal que aún conserva su capacidad de estremecernos y enfrentarnos a nosotros mismos.

 Por Antonio Chumbile. Biblioteca Mario Vargas Llosa

Si Albert Camus aún siguiera vivo, de seguro estaría mucho más convencido de continuar explorando el absurdo de nuestra existencia. Sus ideas e intuiciones se corresponden con estos tiempos de una forma tan directa, que sus ensayos y obras literarias parecieran haber sido escritos ayer. Incluso, respecto a su primera novela, podríamos afirmar que para conocer al sujeto occidental y al sistema que lo enajena en este siglo, debemos leer El extranjero.

Nacido en Argelia cuando ésta era una colonia francesa, Albert Camus conoció desde muy joven las guerras y las injusticias. A los 27 años, cuando culmina la escritura de El extranjero, ya contaba con una amplia e intensa experiencia política en diversos partidos franceses. Aun después de la Segunda Guerra Mundial, su compromiso social y artístico se mantuvo con mayor firmeza y llegó a consolidarse en un anarquismo que buscaba liberar al hombre de toda ideología castrante. Tres años después de haber recibido el Premio Nobel de Literatura en 1957, Camus fallece en Francia debido a un accidente automovilístico. Tenía 46 años de edad.

La denominada filosofía del absurdo acompañó a Albert Camus durante toda su producción literaria. Durante sus últimos años, esta postura se manifestaría fundamentalmente mediante artículos y ensayos. Sin embargo, su primera y desconcertante aparición se debió gracias a El extranjero y a su personaje protagonista: Meursault. Se trata de una novela corta publicada en 1942, que, al igual que muchas obras maestras, llama más la atención por la voz y la mirada del narrador que por los hechos que acontecen. Esto se puede notar desde sus primeras famosas líneas: “Hoy, mamá ha muerto. O tal vez ayer, no sé. He recibido un telegrama del asilo «Madre fallecida. Entierro mañana. Sentido pésame». Nada quiere decir. Tal vez fue ayer.” (Camus: 2014, p. 11). Este tono despreocupado y esta aparente “frialdad” serán una constante en toda la novela. En ella somos testigos de un funeral, un asesinato y un juicio narrados con un carácter inconmovible, a pesar de que todos estos hechos perjudican a su protagonista. A Meursault le molesta más el calor del sol que la pérdida de su madre; le irrita más tener que escuchar a un juez que ser condenado a prisión; le da igual morir hoy o en cincuenta años. Todos sus delitos y desgracias son asumidos con total naturalidad. Sin embargo, no se trata precisamente de un antihéroe.

En contra de lo que podría pensarse en una primera lectura, el absurdo no se encuentra en el protagonista sino en todo lo que rodea a su existencia: la familia, la religión, la ley, el amor, etc. Más aún, se deja a sospecha que el absurdo y la mentira se encuentran insertas en todas las relaciones humanas convencionales. Esto podemos notarlo gracias a la “excesiva” sinceridad del protagonista. En diversas oportunidades, cuando se le pregunta por su madre fallecida, Meursault dice o desea decir que no es un problema relevante. Al menos no para él. Esta aparente insensibilidad escandaliza a los demás y, a la vez, revela la necesidad de éstos por seguir un  falso “guion” o algún “pacto social” para mantener cierto equilibrio. La condena y desprecio hacia Meursault en el final de la novela evidencian  que la sociedad nos exige no solo respetar las leyes sino también el uso y aplicación de ciertos gestos y “sentimientos” si queremos ser aceptados. Si alguien sale de estos parámetros convencionales, los demás estarán prestos a condenarte. Buscando un ejemplo más actual, esta situación fácilmente podría reconocerse en las redes sociales, donde muchas veces la imagen que proyecta una persona suele ser más importante que la persona misma.

Como toda obra maestra, El extranjero ha suscitado variadas interpretaciones. Durante las primeras décadas, la mayoría ha apuntado por remarcar el profundo pesimismo de la novela. Sin embargo, en estos tiempos, podemos considerar que el hecho de que una obra literaria evidencie el mal no significa que la promueva. Como bien señala Mario Vargas Llosa: “El lector sale de las páginas de la novela con probables sentimientos encontrados respecto a Meursault. Pero, eso sí, convencido de que el mundo está mal hecho y de que debería cambiar.” (Vargas Llosa: 2002, p. 221). En este sentido, El extranjero evidenciaría que un mundo altamente interconectado no garantiza mayor calidad de relaciones humanas. Meursault es el que menos habla pero es el más sincero. Del resto recibimos mucha información pero muy pocas verdades. Curiosamente, el estilo narrativo de la novela sí posee una claridad y una agudeza que se corresponden con el carácter del protagonista: “su absoluto despojamiento de estilo que carece de adornos y de complacencias, contribuyen decisivamente a la verosimilitud de esta historia inverosímil.” (Vargas Llosa: 2002, p.218)

Vivimos tiempos en los cuales es más difícil comprometerse o creer fervientemente en una doctrina. No creer en nada ni nadie ha pasado de ser un acto de rebeldía a ser un estado de adormecimiento y apatía. Es cada vez más fácil caer en los pozos del pesimismo y el conformismo. Leer El extranjero puede servirnos de advertencia para no dejarnos llevar ciegamente por las sinrazones de la vida. Comprender el destino de Meursault puede motivarnos, justamente, a estar mejor preparados para enfrentar el absurdo o la injusticia que aún habitan este mundo.

La novela El extranjero, de Albert Camus, forma parte de nuestra Colección de Literatura Universal en la Biblioteca Mario Vargas Llosa de la Casa de la Literatura Peruana y la pueden consultar gratuitamente de martes a domingo de 10:00 am. a 7:00 pm.