Publicación de la semana: “Pachacamac y el Señor de los Milagros”, de María Rostworowski

(Foto: Tom Quiroz)
(Foto: Tom Quiroz)

Despidiendo al mes morado y a la imponente procesión del Señor de los Milagros, elegimos como publicación de la semana un libro imprescindible para conocer mejor los orígenes del Cristo de Moreno: Pachacamac y el Señor de los Milagros de la historiadora María Rostworowski.

 Antonio Chumbile. Biblioteca Mario Vargas Llosa

La procesión del Señor de los Milagros es una de las manifestaciones religiosas más grandes del Perú. Su popularidad ha alcanzado tal envergadura que, aún hoy en día, su imagen es venerada por peruanos residentes en otros países. La gran mayoría de limeños relacionamos sus orígenes a la imagen del Cristo Moreno pintado por un esclavo angoleño traído al Perú en el siglo XVII. Sin embargo, según las investigaciones de María Rostworowski (Lima, 1915 – Lima, 2016), su historia se remontaría a las épocas preincaicas en las cuales se adoraba al dios Pachacamac.

Pachacamac y el Señor de los Milagros (Instituto de Estudios Peruanos, 1992) es uno de los libros más ambiciosos que nos ha dejado la renombrada historiadora María Rostworowski. Como su título nos deja intuir, se busca rastrear la trayectoria mítica y religiosa del Cristo de Pachacamilla a través de más de mil años de historia para comprobar su relación con el dios de Pachacamac, el Señor de la Noche o Señor de los Temblores para los Yungas. Para esta investigación, la historiadora peruana se ha valido de distintos recursos: mitos, leyendas, estudios arqueológicos, crónicas de la Conquista y hasta postulados de geografía.

El libro inicia con el análisis de varios mitos prehispánicos de diversas zonas del Perú. En ellos se puede notar la enorme popularidad que tuvo el dios Pachacamac, llegando a reemplazar al dios Sol en algunos casos. Rostworowski mapea cierta “genealogía mítica” del dios Pachacamac y consigue ubicar a sus hermanos, hijos y demás parientes en diversas huacas del país: Andahuaylas, Chincha, Cusco, el Nevado La Viuda, etc. Incluso, gracias a los mitos ashánincas y machiguengas, nos enteramos de su alcance en la selva peruana. En esta región sería conocido como “Pachacamui”, un dios que provee de hachas, ollas, herramientas y que también posee el poder de hacer temblar la tierra (p. 39). Sin embargo, la influencia de Pachacamac sería más fuerte y decisiva en los nativos costeños del Perú.

Partiendo de los mitos recogidos por Montes de Ávila en Dioses y hombres de Huarochirí (1966), en los cuales ya se menciona directamente al “dios de los temblores”, María Rostworowski analiza la aparición de Pachacamac en varios señoríos de los Yungas. En la mayoría de estas poblaciones, se le relacionaría a la luna y a la noche, en contraposición al dios Sol de los Andes. Asimismo, Rostworowski nos otorga más detalles sobre su alcance al estudiar varias cerámicas Moche. En algunas de estas cerámicas se habrían inmortalizado los mitos en torno a Pachacamac y Vichama.

Luego de varias etapas prehispánicas, los estudios sobre el santuario de Pachacamac develan que este centro de adoración habría sobrevivido la llegada de los Incas gracias al miedo que infundían los poderes de su dios: “La conquista inca fue un duro golpe para el esplendor del santuario de Pachacamac. Sin embargo el temor a los movimientos sísmicos y el gran prestigio de oráculo permitió la permanencia de su culto a pesar de las vicisitudes de los siglos transcurridos.” (p. 103). De este modo, el dios que en algún momento era de los Yungas, los Yauyos y los Ychsma, ahora era un dios respetado en la cosmogonía incaica puesto que los temblores continuaban produciéndose en el territorio peruano.

El primer español que llega a Pachacamac sería Hernando Pizarro, quien, luego de haber saqueado grandes cantidades de oro y plata, dejaría todo el santuario bajo el mando del encomendero Rodrigo Horgoñez. A partir de este violento encuentro, los abusos contra los nativos de Pachacamac no cesarían durante varios siglos. Cada encomendero cometería una serie de abusos que en este libro son documentados detalladamente (p. 120). Sin embargo, debido a que los españoles estaban más abocados a conseguir riquezas que a evangelizar a los indígenas, las creencias míticas y religiosas de los nativos costeños perdurarían a través del tiempo. Con el pasar de los años, a estos mitos costeños de origen andino se les sumarían las creencias de los esclavos negros llegados con la conquista española.

En referencia a las disputas que hubo entre negros e indígenas durante el Virreinato, Rostworowski afirma que estas fueron principalmente provocadas por los españoles. Así lo confirman diversos documentos y denuncias de la época. Ciertamente, los colonizadores temían que estas dos razas se unieran en algún momento para liberarse del yugo español. Sin embargo, no podrían evitar la fusión de creencias y costumbres de cada cultura. Del sincretismo de estos dos mundos y la imposición del cristianismo, afirma la historiadora, resultaría el culto al Señor de los Temblores:

“Cuando temblaba la tierra, los naturales de Pachacamac imploraban a su antigua huaca cuyo principal atributo era dominar las ondas sísmicas. Es comprensible que los negros esclavos, ante los movimientos telúricos, se uniesen a los indígenas en sus súplicas (…) Al disminuir y casi desparecer los antiguos pobladores de los valles de la costa central, los negros quedaron como los herederos de aquellas creencias yunga.” (Rostworowski: 1992, p. 132).

Esta devoción se habría materializado en imágenes pictóricas gracias al talento que conservaban los yungas desde antes de la llegada de los españoles. La permanencia de esta práctica en el siglo XVII habría permitido que los esclavos negros también conozcan al Señor de los Temblores a través del arte de los murales. Entonces, algún esclavo negro pintaría al Señor de los Temblores en una pared del templo de Pachacamilla, ocurriría el terremoto de 1655 y el resto ya sería historia conocida.

El libro Pachacamac y el Señor de los Milagros también puede leerse como un homenaje a las creencias religiosas que forman buena parte de la identidad del Perú, ya que hace varias referencias a distintos cultos al interior del país. Además, el texto no está dedicado solo a historiadores; cualquier lector interesado en el tema podrá pasar entretenidamente por este libro que abarca miles de años de historia peruana. Ciertamente, es un libro imprescindible para entender la identidad nacional, ya que, en palabras de Rostworowski, el Señor de los Milagros “une en su culto a indios, negros y blancos. He ahí su verdadero milagro, la esencia de su fuerza y del respeto cada vez mayor que el pueblo le tributa” (p.13). Obviamente, no hace falta ser creyente para reconocer su importancia en nuestra historia.

Pachacamac y el Señor de los Milagros de María Rostworowski forma parte de nuestra Colección Interdisciplinaria en la Biblioteca Mario Vargas Llosa de la Casa de la Literatura Peruana y la pueden consultar gratuitamente de martes a domingo de 10:00 am. a 7:00 pm.