Publicación de la semana: “La señora Dalloway”, de Virginia Woolf

(Foto: Diego Díaz)
(Foto: Diego Díaz)

Este 28 de marzo se cumplen 77 años del fallecimiento de Virginia Woolf, una de las más importantes escritoras de la literatura universal. Te invitamos a leer La señora Dalloway (Alianza editorial, 2015), una obra maestra y fundamental en la renovación de la novela moderna del siglo XX.

 Por Antonio Chumbile, Biblioteca Mario Vargas Llosa

En cada época de la historia, las mujeres han tenido que enfrentarse a diversas formas de discriminación y represión social. A modo de respuesta, muchas formas de resistencia femenina se han traducido en aportes de vital importancia para la política, la ciencia y las humanidades. De este modo, muchas mujeres han llegado a modificar notoriamente el contexto o la disciplina donde se han desenvuelto. Tal es el caso de Virginia Woolf, escritora que no solo consolidó a la mujer en el llamado ‘canon’ de la literatura universal, sino también renovó la narrativa del siglo XX para siempre.

Virginia Woolf (Londres, 1882 – Lewes, 1941), llamada de nacimiento como Adeline Virginia Stephen, vivió desde muy joven rodeada de libros y artistas que marcaron su formación. A pesar de haber crecido en la era victoriana, formó parte del Círculo de Bloomsbury, quienes fueron un conjunto de intelectuales renombrados que defendían ideas liberales y humanistas adelantadas a su época. Virginia sufría de un fuerte trastorno bipolar que la acompañó hasta el día de su muerte, pero ello no le impidió destacar ampliamente en la escena literaria gracias a novelas como Al faro (1927), Orlando: una biografía (1928) y Las olas (1931), entre otras. También sentó varias de las primeras ideas del feminismo en su gran ensayo Una habitación propia (1929).

La señora Dalloway (título original: Mrs. Dalloway), publicada en 1925, puede considerarse como la primera obra maestra de Virginia Woolf. Ambientada en la ciudad de Londres, la novela nos sumerge en la rutina, pensamientos, conflictos y recuerdos de Clarissa Dalloway, una mujer de más de 50 años de edad que organiza una fiesta para la alta sociedad londinense. Paralelamente, la narración nos hace ingresar en la mente alterada de Septimus Warren Smith, un excombatiente de la Primera Guerra Mundial quien tiene que lidiar con voces y alucinaciones producto de su violenta experiencia en este conflicto bélico. A pesar de que Septimus y Clarissa son los protagonistas, la narradora también nos hace un recorrido vertiginoso por la conciencia de más de veinte personajes que van apareciendo durante el transcurso de un solo día de junio de 1923. Ciertamente, la mayor parte de la novela se desarrolla en la mente de los personajes más que en sus acciones. Es una apuesta narrativa muy audaz que muchos consideran como una contundente respuesta al Ulises (1922) de James Joyce. Obviamente, es mucho más que esto.

La señora Dalloway nos hace repensar en la interesante relación entre poesía y narrativa. Como sabemos, estos géneros no siempre han estado separados y más bien han tenido constantes encuentros y acercamientos en la historia de la literatura. Basta pensar en los poemas épicos de Homero, la Divina Comedia, o los Cantares de la Edad Media, donde estos géneros prácticamente forman uno solo. Sin embargo, hay épocas donde más bien se han marcado las diferencias y distancias entre los géneros literarios, tal como sucedió en buena parte de los siglos XVIII Y XIX. Pues bien, La señora Dalloway y las posteriores novelas que publica Virginia Woolf pueden considerarse como una reconciliación vital entre poesía y narrativa enfocadas a retratar los lados instintivos y racionales del ser humano. Sino, ¿cómo adentrarse en lo más profundo y contradictorio de nuestras mentes sino es usando la poesía? Así, desde la primera página, a partir de un hecho tan trivial como comprar flores para una fiesta, Clarissa Dalloway deja llevar su mente más allá de sí misma y rompe espacio, tiempo y realidad para revisar su pasado e imaginar sus futuros posibles e imposibles. Su conciencia transcurre constantemente entre contemplar, juzgar, opinar, contradecirse, sentir miedo y forjarse esperanzas. Gracias a los recursos de la poesía, la narradora logra condensar todas estas emociones y pensamientos en un solo párrafo.  De este modo, Virginia Woolf nos sumerge en la personalidad fragmentada y contradictoria del sujeto moderno del siglo XX. Aquí les compartimos un pequeño fragmento que demuestra su estilo y profundidad en una escena entre Septimus y su esposa Lucrezia:

“¡Mira!, le ordenó lo invisible, la voz que ahora se comunicaba con él, Septimus, el más grande entre los seres humanos, recientemente arrebatado a la muerte para la vida, el Señor que había llegado para renovar la sociedad, extendido como una colcha, un manto de nieve tocado sólo por el sol, para siempre inmaculado, sufriendo para siempre, el chivo expiatorio, eterno sufriente, pero él no lo deseaba, gimió, apartando de sí con un gesto de la mano el eterno sufrimiento, la soledad eterna.
-¡Mira! –repitió ella, porque no debía hablar solo cuando estaban en la calle.” (Woolf, 2015, p. 37)

Por otro lado, la poesía y el intimismo de la novela no impiden que también funcione como una fuerte crítica a la sociedad patriarcal de su tiempo. Temas como la locura, la medicina, la familia, la razón y la guerra son tratados y cuestionados incluso desde una visión que, por momentos, puede considerarse andrógina. Esto debido a la fuerte relación de las historias de Clarissa Dalloway y Septimus Warren con la vida y muerte de Virginia Woolf.  Sin embargo, al igual que Joyce o Faulkner, Virginia Woolf tiene la capacidad de desdoblarse y retratar el mundo desde múltiples miradas, atravesando clases sociales y géneros con sus personajes. Por supuesto, esto no impide que por momentos también se dé la presencia de una postura feminista que en ningún momento limita la narración sino, por el contrario, extiende sus fronteras. De hecho, uno de sus grandes aportes radica en que sus personajes femeninos ya no son retratados en función a otros personajes masculinos (como podría decirse de Madame Bovary, por ejemplo, según la escritora Laura Freixas), sino que son representadas con mayor autonomía en la historia correspondiendo a su complejidad emocional e ideológica. La literatura no está siempre a salvo de estereotipos y prejuicios. Esto lo han aprendido bien las escritoras (y escritores) que han continuado las exploraciones de Virginia Woolf. Esperamos se siga su ejemplo en el arte y en la realidad.

El libro La señora Dalloway de Virginia Woolf forma parte de nuestra Colección de literatura universal y de la selección de libros referentes al universo literario de Mario Vargas Llosa en la biblioteca de la Casa de la Literatura Peruana. Pueden consultar la novela gratuitamente de martes a domingo de 10:00 am. a 7:00 pm.