Javier Heraud, el Poeta Joven del Perú: texto de Cecilia Heraud

Izquierda a derecha: Cecilia Heraud, hermana del poeta y una de las mayores difusoras de su obra y Kathia Hanza, directora de la Biblioteca Central de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP).
Izquierda a derecha: Cecilia Heraud, hermana del poeta Javier Heraud y Kathia Hanza, directora de la Biblioteca Central de la Pontificia Universidad Católica del Perú.

El jueves 19 de setiembre de 2019 abrió sus puertas la muestra Heraud. Dimensiones de un viaje. A continuación compartimos el texto leído en la ceremonia de inauguración por Cecilia Heraud, hermana del poeta y una de las mayores difusoras de su obra.

 

Señora Milagritos Saldarriaga, directora de la Casa de la Literatura Peruana.
Señora Kathia Hanza, directora de la Biblioteca Central de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP).
Señor Rodrigo Vera, curador de la muestra.

Señoras y señores:

Estoy muy contenta y satisfecha esta noche al inaugurar esta muestra de mi hermano Javier Heraud. Javier a los 20 años había producido mucha poesía. Su primer poemario El río de Colecciones del Hontanar, que dirigían Luis Alberto Ratto y Javier Sologuren, mostró la calidad de la poesía de un joven de apenas 18 años. Luego con El Viaje ganó el premio El Poeta Joven del Perú convocado por Cuadernos Trimestrales de Poesía que dirigía, en Trujillo, Marco Antonio Corcuera. Tenía 19 años y quedó desde entonces y para siempre como El Poeta Joven del Perú, pues Javier siempre será joven.

Luego vino Estación Reunida, su hermoso libro que él no pudo ver publicado y que ganó los Juegos Florales de San Marcos. Si bien él murió sin  conocer este resultado, estaba seguro de que lo ganaría como nos escribía desde La Habana. Javier dejó también otros muchos poemas que están publicados en varias ediciones durante estos años. Como dice Adela, su musa, a Javier la poesía lo habitaba. Y él nos ha dejado todas las pistas para hablar de su poesía. Como muestra traigo una cita de lo que le dice a Mario Vargas Llosa en una entrevista en París y que explica claramente su intención poética:

Lo que veo es una intención que tengo en la poesía. Yo me preocupo actualmente por hacer una poesía narrativa, una poesía descriptiva, clara, que se enriquezca con muchas cosas, con la música, con el cine pero que no deje de ser poesía clara, poesía que pueda ser leída por todos.

Y así es su poesía, clara, tierna, enriquecida por la naturaleza, y extrañamente premonitoria.

Javier era, a pesar de su corta edad, muy culto, gran lector y conocedor de la poesía peruana, española, inglesa. Solía trabajar como traductor y publicó varias  traducciones y artículos en el diario El Comercio. Fue maestro de colegios estatales donde enseñó inglés y literatura. Solía pasar muchas horas en el escritorio de su dormitorio escribiendo y dibujando carátulas para sus libros, todo ello actualmente en el archivo.  Hemos entregado hasta su cajita de acuarelas con las que pintaba.

Otra característica de Javier es su facilidad para hacer amistades. En sus cartas se aprecia que tenía muchos amigos incluso entre sus maestros; escribía sobre grandes autores con profesores como Luis Loayza con el que lo unió una gran amistad y con el que pasó gratos momentos en París así como con Ribeyro y Vargas Llosa. Fue amigo de Washington Delgado, Javier Sologuren, Luis Jaime Cisneros, Sebastián Salazar Bondy, en fin, de personas mayores que él pero que le tuvieron mucho afecto y que lamentaron fuertemente su muerte.

Y permítanme hacer un poco de historia, de esa historia consecuencia de la cual estoy yo acá y no Javier Heraud.

Como todos sabemos, el 15 de mayo de 1963 fue asesinado mi hermano Javier Heraud cuando recién había cumplido 21 años. Fue un innecesario acto de crueldad, no había ocurrido algo así en nuestro país desde hacía muchos años, pues según testigos presenciales, estaba con un compañero en una barca y había enarbolado bandera de rendición, pero habían dado la orden de rematarlos. Y ocurrió. Sin embargo, a 56 años de su muerte recuerdo varios acontecimientos que nos reúnen esta noche.

Cuando mi hermano murió no lo entendíamos. Javier había viajado a los 19 años a Europa como delegado del Movimiento Social Progresista en el que militaba y luego, con mucha ilusión con apenas 20 años a Cuba, país que vivía un proceso revolucionario que lo había entusiasmado como a la gran mayoría de jóvenes idealistas en toda América Latina. Un mensajero de Castro vino al Perú a ofrecer becas de estudio para jóvenes peruanos. Según testimonios recogidos, se inscribieron más de cien muchachos y entre ellos cuatro mujeres de toda condición social y de varias partes del país que no tenían oportunidad de estudiar acá. En esos momentos no había en el Perú estudios de cinematografía que era, junto con la literatura, lo que entusiasmaba a este hermano lleno de inquietudes intelectuales y políticas.

La noticia de su muerte nos sorprendió y espantó, lo hacíamos estudiando en Cuba. En sus últimas cartas, el 20 de diciembre escribe a mi madre:  Como te conté en anteriores oportunidades salgo frecuentemente de La Habana a practicar cine (estoy aprendiendo muchísimo) y me queda poco tiempo.

Y en la misma fecha, a mi padre: Yo tengo unas pequeñas vacaciones hasta fin de año y luego seguiré practicando cine en el que cada día avanzo y aprendo cosas inesperadas. Últimamente y debido al poco tiempo he escrito más espaciadamente a casa aunque sé que tengo que hacerlo más seguido para no preocupar a mi mamá.

En realidad estaba preparándose para salir de Cuba y viajar hacia el Perú pero nosotros no lo sabíamos. De manera que la noticia de su muerte en los periódicos del 16 de mayo, nos sorprende a todos. Ya había sido enterrado en Puerto Maldonado.

El dolor entró en casa cuando menos lo esperábamos, fue un golpe que nadie puede imaginar y no nos dejó nunca. El retrato de Javier estaba por toda la casa, mamá puso su foto hasta en la cocina de modo que donde estuviéramos siempre él nos miraba con esos ojos profundos, sus marcadas ojeras y su cara seria. Pero ahí estaba siempre entre nosotros.

Poco a poco nos fuimos casando, llenando la casa con criaturas que eran la alegría de mamá y si bien, tal como he comprobado en el cuadro con el que Javier Corcuera termina su documental El viaje de Javier Heraud, nunca mamá volvió a sonreír como cuando su hijo vivía.

Ella guardó todo lo que Javier dejó, pero lo guardó como pudo, sin un criterio de conservación; lo guardó tal cual quedó después de su partida. Y en varios lugares de la casa por lo cual al final cuando teníamos que entregarla al que la había comprado, encontramos cajas con cosas de él que habíamos olvidado.

En la década de 1980 inicié una investigación. Lo hice lentamente. Fui revisando papeles, poemas, cartas guardadas por Javier y descubrí que él no eliminaba nada y que dejó todo cual pistas y mensajes para que llegáramos a esta noche; llevó muy pocas cosas a Cuba y algunas de esas cosas han regresado pues las dejó encargadas a una amiga. Comencé mi trabajo en casa de mis padres pero era difícil laborar ahí y me llevé todo y terminé un tiempo después; de ese proceso publiqué un libro editado por Mosca Azul y financiado por Concytec titulado Vida y muerte de Javier Heraud (1989). Este libro fue reeditado con correcciones en el año 2013 por el Fondo Editorial de la PUCP bajo el título Entre los ríos, título tomado del poemario El viaje. Mi objetivo fue que la gente lo conociera como hijo, como hermano, como amigo, como poeta.

Me daba cuenta de que yo no podía seguir guardando estas cosas. Ya cuando mi padre estaba anciano, me había dicho que se podría morir tranquilo pues yo había tomado la posta. Y no se refería solo a lo material. Yo estuve muy cerca a papá siempre y él me dijo varias veces que lo único que deseaba era que Javier fuera conocido siempre y reconocido como un buen poeta y un muchacho que actuó según sus ideales. Él dedicó parte de su vida a ello y respondió siempre a todas las invitaciones que recibía. Su propósito era mantener viva la memoria de ese hijo que le había sido bárbaramente arrebatado frustrándose así una promesa para la literatura del Perú. Conversé con él de los años que vendrían, que él se iría y yo también y que mi temor era dejar las cosas de Javier pues ya no podíamos prever qué pasaría con ellas. Y le propuse entregarlas a una institución que las conservara e hiciera posible que estuvieran siempre para quienes quisieran consultarlas. Y me dijo que apoyaría mi decisión. Y le pareció buena mi idea de entregarlas a la Universidad Católica donde Javier había estudiado. Años después de fallecer también mi madre hice la gestión que tuvo inmediata acogida. Debo confesar que lamentablemente no tenía un espacio apropiado en casa y tuve que hacer pasar a Kathia Hanza por esos desordenados espacios donde guardaba en cajas los documentos.

Finalmente con mis hermanos acordamos la donación y la llevamos a cabo. Se hicieron los trámites, preparé un listado, y entregué lo que con tanto cariño habíamos guardado por 54 años. Este hecho me dolió mucho, no fue fácil desprenderme de todo lo que Javier dejó cuando partió pensando que volvería.  El me pidió que ocupara su dormitorio y que le cuidara sus cosas y sobre todo sus libros. Y eso creo que lo he logrado al haber donado todas sus cosas, incluidos los libros de su biblioteca que dejó a mi cuidado a la Universidad Católica.

Sé que deben haber más cosas pues ya hubo amigos que me contactaron y me entregaron fotos que yo no conocía o cartas que conservaban como en el caso de Jorge Capriata o Rachel Loayza que me envió copia de cartas de Javier, o Adela Tarnawieski quien me entregó unas cucharas de madera que Javier le trajo de su viaje a la Unión Soviética. Sé que hay personas que aún conservan recuerdos de Javier de los cuales entiendo no quieran desprenderse pero que quizá viendo esta exposición se animen a entregarlas para que perduren en un lugar tan especial como es Colecciones Especiales de la Biblioteca Central de la PUCP, guardiana y conservadora del Archivo Javier Heraud.

Y así poco a poco fuimos llegando a este momento. La colección está en las mejores condiciones y en el mejor lugar que podrían estar.

Esta colección ha servido, por ejemplo, para ilustrar El viaje de Javier Heraud, el documental de Javier Corcuera y estoy segura de que estará a la disposición de los investigadores que quieran conocer más de mi hermano y realizar trabajos sobre él.

Todo esto ha permitido que la Casa de la Literatura, en este hermoso lugar, y la Biblioteca de la Universidad Católica organicen la curaduría que ha hecho posible que esta noche estemos aquí reunidos para inaugurar esta muestra que permitirá a miles visitantes, conocer los originales de poemas, cartas, fotos, todo aquello que Javier fue dejando como pista para que los que vengan nunca lo olviden. Sobre todo es un lugar que siempre está abierto a los jóvenes, los escolares y universitarios que preguntan por el poeta de El río.

Esta exposición organizada por la PUCP y la Casa de la Literatura es el mejor homenaje que se puede ofrecer a Javier Heraud y a mis padres que con tanta valentía y fortaleza salieron a defender la memoria de su hijo. Considero que la memoria es algo que nunca se debe perder en un país y que lo que sucedió con ese joven idealista que pensó que lo correcto para él era tomar ese camino es parte de la historia de nuestro país.

Y Javier Heraud seguirá su camino en la historia. Su deseo de que si moría le gustaría que aunque sea una escuelita llevara su nombre se cumplió con creces. Hay colegios nacionales en Lima y en todo el Perú como se puede comprobar en internet; las hay en un pueblito en Cusco hasta en Angasmarca; en Iquitos los profesores han formado la Asociación Cultual Javier Heraud y salen a las plazas los sábados llevando libros para que los niños lean; cada año cumplen bodas de oro las promociones que llevan su nombre y muchísimas siguen llamándose Promoción Javier Heraud.

Para terminar esta noche, quiero mencionar que para lograr esta muestra he visto el empeño que han puesto los encargados de la Casa de la Literatura. Hemos conversado varias veces, han investigado y logrado mucho más que yo misma y se los agradezco pues todo eso enriquece el archivo.

Gracias Milagros, gracias Kathia, gracias a Rodrigo y en nombre de ellos a todos los que han trabajado durante meses para hacer posible esta exposición donde recordaremos y conoceremos durante varios meses a un joven poeta, el Poeta Joven del Perú, tierno, buen hijo, buen hermano, buen amigo,  que murió convencido de que daba su vida por su patria.

Muchas gracias,

Cecilia Heraud Pérez

Lima, 19 setiembre 2019.

 

Horario de visitas:

La exposición Heraud. Dimensiones de un viaje puede visitarse de martes a domingo de 10:00 a.m. a 7:00 p.m., en la Sala de Exposición 2 de la Casa de la Literatura Peruana (Jr. Áncash 207, Centro Histórico de Lima). Ingreso libre. La muestra se podrá visitar hasta febrero 2020.