Publicación destada: Obra teatral “Estación Desamparados”

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Cortés consigue presentar a la estación Desamparados como un espacio de encuentro, tensión y cambio de las distintas formas de vida que por ella transitaron. (Foto: Bereniz Tello)

Con motivo del séptimo aniversario de la Casa de la Literatura, esta semana hemos escogido la obra teatral Estación desamparados (1985) del dramaturgo peruano Hernando Cortés (1928-2011), incluida en En Teatro I: trilogía limense: La ciudad de los Reyes, Estación Desamparados, La Gran Lima.

Por Manuel Barrós Alcántara, Biblioteca Mario Vargas Llosa.

La obra tiene una palpable presencia de Brecht y sus ideas del Teatro épico. Este concebía al teatro como un proyecto político, pero no por su filiación partidaria, sino por su gran potencial como medio de demolición ideológica: denunciar las estructuras preconcebidas ―bien sean lingüísticas, sociales o técnicas― a la hora de hacer arte. Así, se buscaba la concientización del público sobre las condiciones sociales de vida para generar una posición crítica a favor de la acción revolucionaria.

Esta posición en Cortés proviene de sus estudios y estancia en la escuela de Brecht, Berliner Ensemble, y la ha sostenido a lo largo de su carrera teatral como, actor, director, dramaturgo y profesor. En su constante búsqueda por hacer del teatro un espacio dialogante y de representación de la realidad, tuvo una marcada preocupación por historia. Algunos de sus dramas nos remiten a cuestionar los discursos oficiales sobre la Conquista, la Independencia o la Guerra contra Chile. Otras de sus obras exploraron episodios de nuestra historia más reciente como el periodo del conflicto armado interno o la miseria de la vida cotidiana de finales del S. XX. Encontramos aquí otras formas de la historia que, partiendo de sus elementos más inmediatos y constitutivos, invita a pensarla a partir de sus contradicciones y espacios de encuentro.

Precisamente eso nos lleva a la obra escogida de esta semana: los aspectos que el autor muestra en la Estación Desamparados al representarla y cuestionarla como un lugar “de paso” y “de encuentro” en Lima. La obra es la segunda parte de la Trilogía limense y está divida en tres partes. El primer episodio cuenta la llega de una pareja de esposos migrantes a Lima en el ferrocarril central. Tarmeños sin conocido alguno en la capital, la pareja llegó en busca del progreso económico y social del que tanto habían oído hablar en su ciudad natal. Con una maleta sólo llena de esperanzas y necesidades la estación del tren y luego la chingana en las cuales son las locaciones principales en las cuales fueron inicialmente acogidos. A modo de ritual de iniciación, este episodio presenta el proceso de adaptación a Lima, a su violencia e individuación y la urgencia de lazos sociales para la supervivencia. Esto se vuelve aún más significativo cuando encontramos en la obra referencia a la época del terrorismo.

La segunda parte muestra el encuentro de tres amigos en el mismo lugar, la chingana, para tomar y conversar sobre sus experiencias compartidas. Entre recuerdos y anécdotas discuten sobre la vida personal y las posiciones políticas de cada uno. En esta sección se evidencian aún más las injusticias económicas o, mejor dicho, lo grotesco que resulta la naturalización de la meritocracia monetaria y el discurso del progreso al punto de querer establecerlos como estamentos de una sociedad. De ahí que la Lima desordenada y caótica, marcada por los prejuicios y estereotipos étnicos, conlleve a la violencia de lo cotidiano, en su realidad más inmediata y palpable.

La tercera parte cuenta la experiencia de un grupo de vecinos en torno a un programa concurso de televisión. Una de ellos fue a concursar, pero no se esperaba la gran cantidad de participantes ni el que no llegara a ser recibida. Frente a esto, los vecinos se reúnen para reclamar en el canal de televisión, son agredidos e impedidos de entrar. Lo más interesante por rescatar es que el ritmo de esta historia se da en la miseria cotidiana con la que hay que lidiar, siendo esta lo más representativo de sus días. Así, la cotidianeidad del tiempo social es el verdadero tiempo dramático y su dialéctica brechtiana se encuentra en las condiciones materiales de vida. Con ellas, el autor interpela al espectador y a la realidad limeña de la cual forma parte: la brutalidad, los silencios, la celeridad de los ritmos sociales económicamente pautados.

Cuando leemos, presenciamos obras en un código de permanente diálogo con lo social debemos preguntarnos por su vigencia observando la permanencia de las condiciones económicas y políticas bajo las cuales fue escrita. En nuestro caso, vemos que en ellas se entreteje y realiza la posibilidad de esta ficción. Aunque por momento llega a ser efectista, Cortés consigue presentar a la estación Desamparados como un espacio de encuentro, tensión y cambio de las distintas formas de vida que por ella transitaron. Como escribió el propio autor: “Todos pasan por aquí. Los buenos y los malos, los chichos y los grandes, los negros, los cholos y los blancos, los roscas y las mecas. Todos pasan por la estación Desamparados, al ladito del tren”. Aquí llega el tren, con él, tras él, siguen llegando todos. Venga Ud., pues.

Puedes acceder a este libro en nuestra Biblioteca Mario Vargas Llosa, (Jr. Áncash 207, Centro Histórico de Lima), en el horario de martes a domingo de 10 a.m. a 7 p.m., solo con tu DNI.